VALIENTE

Valiente. Eres muy valiente por atreverte a sentir lo que sientes sin ponerle etiquetas, ni juicios. Por pedir ayuda cuando la necesitas y por vivir desde el corazón y no desde la mente. Eres muy valiente.

Cada vez que veo que no huyes, que sabes sostenerte en la incomodidad de tus emociones sin regodearte en ellas, pienso que eres valiente. Cuando eliges arriesgarte y hacer eso que tanto quieres y que tanto temes, cuando habitas en tu oscuridad y en tus debilidades, cuando te levantas pese a que una parte de ti no quiere, te miro y pienso: eso solo lo hacen los valientes.

Eres valiente por perdonar, por no juzgarte y por no juzgar. Eres valiente por reconocerte en el miedo y no escapar de él. Eres valiente porque te permites llorar, porque abrazas tu flaqueza y tu debilidad. Eres valiente porque no te importa equivocarte y porque aceptas que puedes fallar, porque no escoges lo fácil, ni lo seguro, ni lo cómodo. Porque, pese al miedo, confías en el poder de lo desconocido, porque quieres vivir con mayúsculas y arriesgar. Porque estás comprometido, porque has decidido jugar y no quedarte atrapado en la telaraña del miedo o de la inseguridad. Porque ves todos los desafíos como oportunidad, porque vislumbras luz entre la oscuridad. Porque tienes una enorme voluntad.

Eres muy valiente por entregarte a otra persona y permitirte la inseguridad de no controlar. Por apostar y quererlo intentar. Eres muy valiente por atreverte a amar. Por no haber cerrado tu corazón bajo llave pese a las pérdidas o las heridas que aún están por cicatrizar, por asumir el desafío que implica vivir desde la vulnerabilidad.

Valiente eres tú que has cometido la osadía de querer Vivir con mayúsculas y de verdad.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Cesar Couto

Photo by Cesar Couto

GRANDEZA

¿Por qué nos asusta tanto mostrarnos tal y como somos?

No queremos que el otro nos vea, y de esa forma, estamos impidiendo que nos quiera.

El miedo al rechazo, a ser vulnerables, el miedo al abandono, el miedo a que el otro se entere en algún momento de cómo somos en realidad y que eso no le guste, nos impide crear relaciones de verdad. No nos podemos vincular si nos escondemos, si fingimos ser salgo que no somos, si todavía tenemos miedo a no gustar. No podemos amar cuando no nos atrevemos a compartirnos enteros, con nuestras flaquezas, con nuestras sombras y con nuestras debilidades, con nuestras heridas y nuestras necesidades.

Cuando creamos relaciones en las que intentamos que el otro se quede, en las que queremos solucionar nuestros asuntos por nuestra cuenta, en las que estamos bien si el otro está bien, y mal cuando se cae, en las que nos resistimos a que el otro pueda vernos de forma completa, no estamos pudiendo conectar con el verdadero sentido del amor en pareja. Lo que generamos entonces son relaciones en las que no hay intimidad real porque hay miedo e inseguridad. No hay espacio para la entrega ni para el compromiso firme con la otra persona porque el apego y las expectativas nos han arrebatado la libertad.

Para poder amar y tener espacio para ser amados necesitamos estar en paz con todo lo que somos a nivel individual. Aceptarnos nos regala la posibilidad de poder aceptar al otro y así abrirnos a la experiencia de amar. Hace tiempo leí que cuando buscamos una pareja, buscamos a alguien que apele a nuestra grandeza y no solo alguien en quien percibirla. Y nuestra grandeza no tiene que ver con nuestras perfecciones, éstas no son las que nos hacen dignos de recibir amor. Nuestra grandeza surge de nuestras debilidades y carencias, por eso solo desde el poder y la seguridad que nos otorga la vulnerabilidad y la indefensión, podremos acceder al amor.

Para ser parte de algo más grande que el "yo", para acceder a eso tan transformador y poderoso que todos buscamos y que se esconde en el “nos”, no podemos engañar al otro haciéndole creer que somos lo que no somos, no podemos cargarle con la responsabilidad de amar lo que nosotros no nos hemos atrevido a amar. No podemos esperar que nos regale su corazón cuando el nuestro está bloqueado y tiene miedo a la indefensión que implica amar y sentir.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Alejandra Quiroz

Photo by Alejandra Quiroz

EL CUERPO DEL DOLOR

Sentir duele. Da mucho miedo.Ignoramos lo que sentimos, lo mentalizamos, lo juzgamos, lo rechazamos, lo intentamos comprender, y así, poco a poco, año tras año, vida tras vida, vamos construyendo nuestro cuerpo de dolor. Un enorme depósito de emociones bloqueadas, sentimientos prohibidos, vergüenzas reprimidas, heridas abiertas, miedos, culpas, frustraciones y rencores que nunca nos permitimos y que, sin duda, necesitamos atrevernos a sentir para poder ser libres, porque nuestro cuerpo de dolor, toda esa memoria de sentimientos no sentidos se proyecta en nuestras vidas recordándonos que solo cuando nos arriesgamos a transitar por nuestras sombras, podremos encontrar de nuevo nuestra luz.

No hemos sido educados para sentir, para hacer real el dolor o el miedo sino para cambiar lo que sentimos, para esforzarnos en construir una personalidad adecuada y compatible con lo que "debemos de ser" y eso, indudablemente, nos ha ido alejando de nuestro poder y de nuestra capacidad para responsabilizarnos de nosotros mismos, de lo que sentimos y de lo que somos. No sentirnos nos ha impedido amarnos.

Y yo estos días, en los que he transitado por mi herida -bendita Luna Llena- y he hecho reales en mi cuerpo sentimientos enormes de dolor, de tristeza, de muerte, de soledad y de pérdida, me he dado cuenta de que sentir duele, duele mucho, pero también transforma y libera. Me ha hecho volver a sentir que estoy viva, que estoy llena. Mi miedo inconsciente a sentir dolor había bloqueado mi corazón. Mi miedo guardado e inconsciente a la muerte, a la pérdida, de alguna manera, me había sacado de la vida. Con la mente, siempre he sabido que la luz espera a que abracemos la oscuridad para poder verla. Soltar la mente y transitar por esa oscuridad, por esas emociones que estaban tan guardadas, que son tan intensas y dolorosas, y hacerlo solo sintiendo con el cuerpo, con los sentidos, con la piel, con la respiración ha sido una de las experiencias más poderosas y reveladoras de mi vida.

Hacernos el regalo de sentir sin límites, de honrar y abrazar nuestra herida, de convertirla en sagrada, de amar todo lo que somos, de permitirnos ser desde la vulnerabilidad es quizá uno de los mayores desafíos de nuestra vida. También es, seguro, lo que nos conducirá a liberar nuestros demonios y lo que nos permitirá volver a sentir que somos Luz.

Kafka decía que al amar es probable que perdamos, pero al final, el amor volverá.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Volkan Olmez

Photo by Volkan Olmez

QUIERO

Quiero que te atrevas a sentir lo que sientes, que no te tengas miedo, que no niegues tus emociones y que no te dejes para otro momento. Quiero que te quieras, que te reconozcas tal y como eres. Quiero que te permitas ser esa persona maravillosa que yo veo en ti y que tú, muchas veces, no aprecias y no valoras. Quiero que te honres, que te coloques en el lugar que te corresponde, que no tengas miedo a decir lo que piensas, lo que sientes, lo que eres. Quiero que nunca digas sí por miedo a decir no. Quiero que no renuncies a ti, que no te ataques, que nunca te menosprecies, que te pongas en valor.

Quiero que seas agua, que fluyas, que no te resistas, que estés cómodo habitándote en tu vulnerabilidad, que conviertas tu herida en sagrada, que integres tu dolor y respetes tu tristeza, tu rabia o tu ira igual que abrazas tu alegría, tu plenitud o tu paz. Quiero que te escuches y que no vuelvas a decirte que no puedes, que es difícil o que no te lo mereces. Quiero verte libre, quiero que arriesgues y que lo intentes. El no siempre lo tienes. Quiero que confíes en ti, que no te permitas ser víctima y que no te creas los juicios ni la culpa.

Quiero que no renuncies a lo que sueñas, y que te permitas recibir tus deseos con inocencia. Quiero que elijas lo que es bueno para ti y lo que necesitas. Quiero que des solo cuando lo sientes, que no esperes nada y que no tengas expectativas. Quiero que seas muy feliz y que elijas pensar y creer aquello que te hace bien. Quiero que conectes con tu luz interna y que puedas ver tu enorme poder. Quiero que recuperes tu creatividad, tu curiosidad, tu inocencia y tu capacidad para sorprenderte. Quiero que reconozcas tus talentos y tus dones. Quiero que te cumplas y que puedas desarrollar toda tu potencialidad.

Quiero que ames sin necesidad. Que ames libre y de verdad. Quiero que te amen, que te cuiden, que te abracen, que te toquen, que sientas placer y gozo. Quiero que encuentres sentido, que aceptes y que te aceptes. Que estés en paz con tus errores y con tus equivocaciones. Quiero que te hables bonito, que te des cariño y mimos. Quiero que encuentres descanso en ti mismo y que te responsabilices de la capacidad que tienes para crear tu realidad.

Quiero que no te sometas, que puedas elegir amor en vez de miedo, que pienses con libertad. Quiero que no te conviertas en lo que los demás esperan de ti. Quiero que vivas esta vida siendo quien realmente eres, porque cuanto más seas tú, más luz tendrás para compartir.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Ifan Bima

Photo by Ifan Bima

ME COMPROMETO

Me comprometo a quererme sin ponerme condiciones. Me comprometo a respetar mis necesidades, mis sueños y cada cosa que anhelo. Me comprometo con lo que deseo porque sé que sin ese compromiso, sin esa atención, el Universo no puede co-crear conmigo. Me comprometo a creer en sus señales y a tenerle fe aunque no pueda verle, aunque mi ego le niegue.

Me comprometo a cuidar de mí, a no avergonzarme de mis debilidades. Me comprometo a no juzgarme y a esforzarme por no creer más en lo que pienso. Me comprometo a no dejarme arrastrar por la envidia o por los celos. Me comprometo a sanar mis emociones, queriéndolas, atendiéndolas y dándoles afecto.

Me comprometo a recibir y a darme amor, a aceptar mis límites y a dar solo cuando el corazón me lo pide. Me comprometo a ser yo misma. Me comprometo a honrarme.

Me comprometo a no tapar mi vulnerabilidad ni a reprimir lo que siento. Me comprometo a no dejarme nunca para otro momento. Me comprometo a darme valor, a reconocer mis logros y mis talentos, a tratarme con cariño, a ser amable conmigo, a desearme lo mejor, a ser mi mejor amiga. Me comprometo a creer en mí, a creer que puedo. Me comprometo con el amor y con la luz, y nunca más con el miedo. Me comprometo a ser compasiva, contigo, conmigo y con las personas que mi mente juzga y rechaza.

Me comprometo a apoyarme siempre, a hablarme con amor, a aceptar quien soy aunque no consiga comprenderme. Me comprometo a soltar el pasado, lo que ya fue y todo lo que no pudo ser. Me comprometo a vivir presente, y a confiar en el futuro. Me comprometo a respirar antes de reaccionar. Me comprometo a desapegarme de mis creencias, a soltar cualquier expectativa, y a vivir conectada a mi energía femenina.

Me comprometo a dejar de verme como una víctima y a asumir la responsabilidad de mi vida. Me comprometo a aceptar mi poder y mi energía masculina. Me comprometo con la vida, a vivirla tal y como es, sin expectativas y sin querer que sea distinta.

El compromiso esconde un profundo acto de amor, de respeto, de fe y de intención. ¿Con qué estás comprometido?

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Frankie Spontelli

Photo by Frankie Spontelli

ACEPTA TU LUZ

Hoy escribí a un amigo para felicitarle la Pascua de Resurrección. Me respondió sorprendido que "no sabía que yo fuese creyente”. Su respuesta me hizo pensar sobre lo apegados que muchas veces estamos a nuestras creencias y cuánto nos identificamos con los juicios de nuestra mente. Yo creo en todo aquello que me da la oportunidad de reencontrarme conmigo misma y con la luz que habita en mi interior. Creo en cualquier herramienta que la Vida pone a mi disposición para empoderarme y ser capaz de desprenderme del miedo. Creo en todo lo que despierta un sentimiento elevado dentro de mi corazón.

Me fascina el lenguaje simbólico de la Astrología, la energía disponible que tenemos con cada Solsticio y Equinoccio y el mensaje de Un Curso de Milagros o de la Kabbalah. La invitación del Budismo a practicar la compasión me ha ayudado a descubrir que soy capaz de sentir amor por personas que con mi ego siempre he juzgado. Las celebraciones como la Navidad, el Día de Muertos, la Luna Wesak o la Semana Santa las veo y me gusta vivirlas como portales que tengo a mi disposición para, más allá de mis creencias, adentrarme en el mundo de lo espiritual, que no es otro que el de la conexión con mi Luz interna.

Para mí, la Semana Santa siempre ha sido una oportunidad para la introspección, el silencio y la revisión. Y estos días, en los que he estado muy desconectada de lo de fuera, me he dado cuenta de muchas cosas, pero hay una, para mí muy importante, que me gustaría compartir contigo:

Siempre que tengo oportunidad y a cualquiera que me quiera escuchar le digo, con independencia del proceso en el que se encuentre, que la aceptación es el punto de partida para cualquier cosa. Repito y repito que solo aceptando todo lo que nos ocurre, nuestras emociones, nuestros miedos, nuestras heridas, solo aceptándolo todo, podremos transformarnos. Y estos días, concretamente ayer, después de un tiempo de meditación y de oración, me di cuenta de que tengo una gran capacidad para aceptar mi miedo, mi sufrimiento, mi dolor y mi oscuridad, pero que nunca me he atrevido a aceptar mi luz, a reconocer con humildad que soy Amor. Nunca, hasta ayer, me había parado a pensar en la importancia de aceptar y de darle permiso a nuestra Luz para que nos guíe y gobierne nuestra vida.

Si solo acepto mi oscuridad, únicamente estoy reconociendo una parte de mí. Si aprendo a aceptar que soy Amor, podré permitirlo y dejar espacio para que transforme mi vida. Y para mí ese es el mensaje de esta Semana Santa: aceptar la Luz que habita en mi interior, y la capacidad que tengo para amar, para ser compasiva, para no juzgar, para cumplirme y para vivir una vida plena.

Aceptar que soy Luz me permite elegirla y así renacer a ella.

¿Aceptas que eres Amor?

Feliz presente y feliz Pascua.

Almudena Migueláñez.

Photo by Zachary Young

Photo by Zachary Young

EL AMOR CURA

He aprendido que pedir ayuda no es un síntoma de debilidad, significa que estoy conectada a mi vulnerabilidad. He aprendido que mi poder y mi fortaleza no están solo en mi capacidad para conseguir o lograr, sino también en mi habilidad para soltar, permitir, no hacer, fluir y dejar ir. He aprendido que aceptar duele, y que, aunque me resista, es el único camino para estar en paz y para poder crecer y evolucionar. He aprendido que la verdad, la plenitud o el amor no pueden venir de fuera. He aprendido lo importante que es saber habitarme, poder dormir conmigo sin tenerle miedo a mis miedos, a mis fantasmas o a mis inseguridades. He aprendido que tener el corazón lleno es mi mayor, y quizá, mi único deseo.

He aprendido que tengo que ser disciplinada y estricta con mi mente. No puedo dejarla que campe a sus anchas, que me someta, me asuste o me juzgue. He aprendido que no soy lo que pienso y que puedo ver pasar mis pensamientos sin reaccionar ante ellos. He aprendido que en esta experiencia la luz y la oscuridad, en realidad, son lo mismo. He aprendido que no tengo nada que aprender, sí mucho que olvidar y que desaprender. He aprendido que lo más importante es integrar, sostener y acompañar.

He aprendido que dar para obtener no es dar, y que es mucho mejor para todos dar menos pero hacerlo desde el corazón. He aprendido que la culpa nunca es el camino y que no soy quién para juzgar. He aprendido que es de sabios no saber, que la ausencia de expectativas es la llave para una vida plena y llena de sorpresas y de milagros. He aprendido que el silencio esconde paz, plenitud, certeza y mucha sabiduría y que observar la naturaleza me permite recordar que todo tiene su tiempo, su orden y su ciclo.

He aprendido que es muy importante ser yo y muy peligroso fingir ser alguien distinto de quien realmente soy. He aprendido a no buscar respuestas y a vivir cómoda en el “no lo sé”. He aprendido que soy responsable de mi vida y que mi misión y mi deber es vivirla. He aprendido que cuánto más me doy, más tengo para dar, que el perdón libera, el amor cura y poner límites empodera.

He aprendido que al enseñar, al escribir, al servir, yo crezco, aprendo y me transformo.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Daniel Burka

Photo by Daniel Burka