Miedo

SI TE DA MIEDO, ES POR AHÍ.

El miedo puede ser un recurso muy útil para nuestro crecimiento y evolución si somos capaces de no creérnoslo.

Cuando reaccionamos ante nuestro miedo y nos asustamos, inevitablemente buscaremos la forma de evitarlo, de escapar de él. De esa manera, el miedo se convierte en nuestro enemigo, en una resistencia que nos impide avanzar, que nos limita y nos hace pequeños. Sin embargo, si, en vez de tenerle miedo, lo afrontamos y lo reconocemos, si en vez de taparlo, lo utilizamos como medio para conectar con nuestra valentía y con nuestro poder, entonces el miedo se convertirá en nuestro aliado, en un valioso recurso para que sepamos por dónde debemos ir. Si te da miedo, es por ahí.

Todo es ascendente, todo busca conectarse con el amor, y el miedo es solo otra forma más de poder hacer esa conexión, porque cuando tengo miedo y en vez de salir corriendo, lo pongo delante de mí y le doy la oportunidad de que me muestre lo que todavía no he visto ni integrado, entonces yo misma transformo mi miedo, lo que aparentemente solo es una limitación, en oportunidad, en amor.

Si tengo miedo a enfermar, a lo mejor ese miedo solo me está invitando a que me pregunte: ¿y si enfermo qué ocurre? Si tengo miedo a no poder pagar y pongo ese miedo delante de mí, sabiendo que contiene una oportunidad, a lo mejor soy capaz de ver que me está invitando a que busque nuevas formas de abastecerme, o a que aprenda a confiar, o a que haga cambios en mi trabajo. Se lo tendré que preguntar.

Si transformamos la relación que tenemos con nuestro miedo, nuestro miedo nos transformará.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Loic Leray

LO QUE TÚ DECIDAS

¿Cuántas cosas dejamos de hacer por miedo? ¿Cuánto tiempo malgastamos pensando en lo que podría ocurrir si hiciésemos lo que de verdad deseamos? ¿Cuántas relaciones mantenemos por miedo? ¿Cuántos trabajos? El miedo es inherente al ser humano. Osho decía que donde hay vida, hay miedo. Nuestro desafío es el de aprender a utilizarlo a nuestro favor y como recurso para despertar nuestra valentía, en vez de continuar creyéndonoslo.

En esta dimensión todo está polarizado. Somos nosotros lo que, con nuestra mente, decidimos qué queremos creer. Yo puedo ver el miedo como una oportunidad, y para eso antes he tenido que desidentificarme de él e identificarme solo con el amor, o puedo verlo como una realidad que solo me somete y limita. ¿Y qué es el miedo? Lo que yo decida.

Si soy consciente de que solo el presente es real, de que estoy aquí de paso, de que nada me puede ocurrir, si estoy en paz con la muerte, entonces veré el miedo como una guía para crecer en esta experiencia. Entonces, lo podré utilizar como oportunidad a mi favor porque habré entendido que el miedo, que solo es ausencia de amor, me está indicando el camino, me está diciendo exactamente por dónde tengo que ir. Me está recordando que soy alma y que si hago lo que me asusta, si le doy la mano a lo que más miedo me da, me daré cuenta del poder ilimitado que habita en mi interior, y de que el miedo, al final, solo era una ilusión.

Pero si me identifico con la mente, con el ego, con lo que pienso y con lo que veo, entonces yo misma convertiré el miedo en algo real y tangible, se manifestará en mi cuerpo y también en el exterior. Entonces, viviré en el futuro incierto y en el pasado castrador, entonces no seré yo, dejaré a un lado mis necesidades y deseos para hacer crecer el miedo en mi interior. Depende de mí.

Pienso mucho en que hoy me puedo morir, en que hace años estuve enferma y en que tengo la responsabilidad de vivir de todo corazón, y esos pensamientos me dan impulso para no esperar a mañana, para no dejar de hacer lo que quiero hacer porque en mi mente haya miedo. Sí, tengo miedo, ¿y?

Piénsalo, estás aquí de paso. No dejes que tu mente te someta, no dejes que el miedo te gobierne. Tú eres soberano y libre, eres amor. Hazlo, aunque te mueras de miedo, pero hazlo.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Ángel Santos

ERES ALMA

Tu ego te dice que te defiendas, que fuera hay guerra, que luches, que tu sacrificio traerá recompensa. Tu alma te invita a que mires dentro y sueltes lo de fuera. A que no pongas barreras, a que dejes de llevar una cruz a cuestas. Te dice que en vez de luchar, aceptes, que abandones el sacrificio y no renuncies a tu presente por un futuro que no existe.

Tu ego te dice que si tienes un problema es normal que te preocupes. Si un familiar está sufriendo o está enfermo cómo no ibas a preocuparte. Para tu ego el amor es compatible con el miedo. Tu alma te recuerda que no estás solo, que ella se ocupa. Te pide que le des el control y le entregues tu problema. Desde el corazón te susurra que si en tu interior tienes la certeza de que eres amor, no podrás tener miedo.

Tu ego juzga. Te dice que tienes la culpa y que eres una víctima. Tu alma ama. Sabe que eres inocente y responsable de lo que piensas, de lo que crees y de lo que haces. Sabe que tienes que ver con lo que te ocurre y que por tanto tienes todo el poder y capacidad para hacer cambios.

Tu ego cree que está separado, solo y abandonado. Mira hacia arriba creyendo que por ahí encontrará algo. Tu alma es esa otra parte de ti que no está arriba, sino dentro. Que nunca dejó de pertenecer al Universo. Tu alma es paz, plenitud, dicha, sabiduría y sosiego.

Tu ego no quiere sentir rabia ni vergüenza ni celos. Tu ego solo quiere ser bueno. Se cree lo que ve. La escasez, la enfermedad y la muerte. Tu alma abraza todo lo que eres sin distinción ni recelo. Tu alma es abundancia, salud y vida. No necesita ver para creer. Ella siempre ve.

Tu ego tiene miedo. Tu alma no sabe lo que es eso.

Tu ego es el traje que necesitas para transitar por esta experiencia, pero tú eres alma. Se trata de aprender a aplicar amor al miedo, de integrar al ego, en vez de creértelo y permitir que te someta.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Zoltan Tasi

REVISA

Nos hemos creído que podemos controlar nuestras experiencias. Que juzgar los actos de los otros es algo normal. Juzgamos sin ni siquiera pararnos a respirar y a sentir lo que estamos haciendo. Nos hemos creído que la vida es difícil, que existe lo bueno y lo malo. Que lo científico y lo empírico pueden ir por delante de lo espiritual. Nos hemos creído que juzgarnos a nosotros mismos es lo normal. Que en esta vida hay que luchar, que nadie regala nada, que no te puedes fiar del que tiene mucho, que somos pecadores y que todos tenemos una cruz. Nos hemos creído que no se puede tener todo en la vida y que si las cosas van bien tendrá que ocurrir algo malo para equilibrar.

Nos hemos creído que estamos separados de los demás, que lo que les ocurre no tiene nada que ver con nosotros porque nosotros “no somos así”, porque somos diferentes, más sabios, mejores personas, más evolucionados. Tampoco participamos de lo que ocurre fuera o de la oscuridad que inunda las jerarquías y los sistemas. Nos hemos creído que no tenemos ninguna responsabilidad.

Nos hemos creído que los hombres no lloran, que sentir no es importante y que si nos lo permitimos solo puede ser para un rato, no vaya a ser que perdamos el control y nuestra vulnerabilidad se abra paso. Nos hemos creído que lo bueno está por llegar, que esta experiencia está hecha a base de pruebas que tenemos que pasar. Nos hemos creído que tenemos capacidad para ayudar porque seguimos sin estar preparados para servir. Nos hemos creído que la compasión solo la experimentan las personas que están “muy elevadas”, así no tenemos que dejar de empatizar.

Nos hemos creído que somos culpables, que no somos dignos, que no nos podemos relajar. Sin pestañear, nos hemos creído el discurso, el miedo y el ruido de nuestra mente. Nos lo hemos creído sin darnos la oportunidad de cuestionar, de poner lo que pensamos en frente y mirarlo sin reaccionar, de revisar nuestras creencias y de elegir con responsabilidad qué pensamientos queremos que vivan en nuestro interior.

Necesitamos dejar de creernos nuestras creencias o por lo menos replanteárnoslas y verlas de nuevo, porque la mayoría de ellas son solo miedo, están enfermas y una creencia enferma no necesita que la creas, necesita que la sanes.

Cuantas menos creencias alberguemos, más libres seremos.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Mateusz Klein

NO TENGAS MIEDO

No tengas miedo. Que no te asuste sentir y hacerlo con toda la intensidad y ganas que necesites. Si te regalé sentimientos fue para que los abrazaras y los permitieras ser. Si te di capacidad para sentir fue porque esa es la vía para encontrar paz, amor y plenitud. Cuando sientes, yo estoy ahí.

No tengas miedo. Confía en mí. Estoy sosteniéndote, nunca dejé de hacerlo. Dame eso a lo que te estás aferrando, a lo que te estás apegando. Entrégamelo, si me dejas, yo me encargo. No te asustes, soltar el control en realidad solo es dármelo. Solo es confiar en que yo me puedo ocupar de ti. No puedo fallarte porque te amo, porque tú formas parte de mí. Suelta, abandona la carga. Mi espalda es fuerte y mis recursos ilimitados.

No tengas miedo. Me gustaría ver que has dejado de juzgarte. Yo no lo hago. No puedo y cuando te veo enredado en tu mente, criticándote, solo quiero que vuelvas a ser un niño y que te trates como yo te trato, que te ames como yo te amo.

No tengas miedo. Te di libre albedrío para que puedas elegir tus pensamientos. No sigas pensando miedo, esa elección tiene consecuencias que no son buenas para ti. Honra tu poder, no lo malgastes. Eres tú quien crea la realidad. Yo hice mi parte creándote.

No tengas miedo. Puedes relajarte, descansar. Puede ser imperfecto. Puedes porque yo te quiero. Porque nunca te podré abandonar, porque hacerlo sería como desprenderme de una parte de mí y yo soy completo. Porque lo que tú llamas imperfección solo guarda mi reflejo.

No tengas miedo. Abre tus brazos. Permítete recibir. Yo sé que lo mereces todo. Nunca hubo ni habrá otra opción. Tú formas parte de mí. Yo doy incesante y constantemente para que tú puedas recibir. Para que después, cuando recuerdes que lo tienes todo dentro, puedas dar, crecer y compartir.

No tengas miedo. ¿Por qué te asusta brillar? Tienes dones y talentos. Eres luz aunque tú a veces creas que en ti solo hay oscuridad. Yo quiero verte disfrutar, quiero que exprimas todo ese potencial. Que creas en ti con la misma fe con la que yo lo hago. Quiero verte brillar porque así tu vida cobrará sentido y porque así yo podré seguir creciendo gracias a ti. Ya sabes, ese flujo constante de dar y recibir.

No te puedo obligar a que confíes en mí ni a que me dejes a cargo de tu cuidado, pero yo siempre estaré aquí, a tu lado, esperando el día en que te permitas coger mi mano.

De “Papá Universo” para ti. ©

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Liane Metzler

UNA VIDA CON PROPÓSITO

¿Cuál es mi propósito de vida? Quizá, ésta sea la pregunta que más veces me han hecho y ante la que únicamente encuentro una respuesta: ninguno. Y con ninguno me refiero a ninguno de los propósitos que nuestro ego piensa. Nuestra mente nos engaña haciéndonos creer que el estado natural de nuestra vida es anodino y vacío de propósito. Nuestro ego nos dice que estamos aquí para llevar a cabo grandes misiones que ni siquiera nos sentimos capaces de definir y que le restan significado a nuestras experiencias cotidianas. Continuar creyendo que existe ese gran propósito de vida que se nos revelará más adelante cuando estemos preparados es un gran error.

En cada proceso y con cada experiencia tenemos la oportunidad de elegir, de escoger cómo queremos vivir, qué queremos pensar y de qué forma queremos responder, y ahí es donde, de verdad, se despliega nuestra misión que no es otra que la de ser capaces de vivir cada experiencia eligiendo amor en vez de miedo. Y claro, para nuestra mente, que tiene pánico de que nos liberemos y comencemos a ejercer nuestro poder, ese propósito es un gran enemigo al que tacha de insignificante, cuando en realidad no lo es. Claro que no lo es. Ser capaces de no reaccionar ante el miedo y de recordar que somos seres completos, que lo tenemos todo dentro y que nunca dejamos de pertenecer, no es una misión insignificante, es nuestro gran propósito de vida.

Necesitamos desprendernos de esa idea tan poco real que tenemos sobre el motivo de nuestra existencia para que podamos comenzar a vivir nuestra misión con cada experiencia. Necesitamos dejar de preguntarnos ya sobre nuestro propósito para poder vivir ahora y de forma completa.

Yo quiero descubrir el amor, el poder, la dicha y la paz que habitan en mí y quiero que experimentar cada una de esas energías se convierta en mi misión de vida.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Eberhard Grossgasteiger

Photo by Eberhard Grossgasteiger

PREPARARSE

Hace unos días, una persona me preguntó cómo debía prepararse para determinado evento astrológico que sucederá dentro de unos meses. Mi respuesta fue que sería mejor, en vez de prepararse, estar disponible y abierta a la experiencia.

Esta pregunta, me hizo reflexionar mucho sobre el tipo de relación que mantenemos con la vida y con sus propuestas. Cuando no confiamos en ella, cuando no nos sentimos sus hijos, vamos a tener la necesidad de defendernos, de estar alerta, de sobreesforzarnos o de prepararnos para lo que pueda venir. Esa forma de vivir nos mata por dentro, porque, además de ser agotadora y miedosa, nos va a impedir experimentar la plenitud, el sosiego y la felicidad que surgen en nuestro interior cuando elegimos confiar, cuando cultivamos la certeza de que, aunque nuestro ojos no puedan ver, todo tiene un propósito mayor, conectado al amor.

Construir un vínculo sólido con la vida, basado en la inocencia, la confianza y la entrega es lo que nos va a permitir relajarnos y fluir y eso, a su vez, impulsará un cambio de inmenso valor en nuestro interior. Habremos abierto el camino para que nuestras experiencias comiencen a cambiar, para respirar milagros y para que le podamos dar un sentido elevado a nuestro paseo por aquí.

No es lo mismo vivir creyendo que existe un Universo, Dios o como lo queramos llamar fuera de nosotros, que vivir sabiendo que nosotros participamos de esa energía y somos ese Universo. La creencia de separación nos lleva al miedo y al desasosiego. La creencia de Unidad nos otorga el poder de crear.

Revisa la forma que tienes de relacionarte con la vida y las creencias que sostienen tu vínculo con ella. Observa si te defiendes o si, por el contrario, caminas relajado, despreocupado, abierto y disponible.

"…Ese espíritu despreocupado es un rasgo fundamental en las tibetanas; una aceptación que no implica fatalismo sino una profunda confianza en la vida". - Las Montañas de Buda.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Vincent Ledvina

Photo by Vincent Ledvina