EL CUERPO DEL DOLOR

Sentir duele. Da mucho miedo.Ignoramos lo que sentimos, lo mentalizamos, lo juzgamos, lo rechazamos, lo intentamos comprender, y así, poco a poco, año tras año, vida tras vida, vamos construyendo nuestro cuerpo de dolor. Un enorme depósito de emociones bloqueadas, sentimientos prohibidos, vergüenzas reprimidas, heridas abiertas, miedos, culpas, frustraciones y rencores que nunca nos permitimos y que, sin duda, necesitamos atrevernos a sentir para poder ser libres, porque nuestro cuerpo de dolor, toda esa memoria de sentimientos no sentidos se proyecta en nuestras vidas recordándonos que solo cuando nos arriesgamos a transitar por nuestras sombras, podremos encontrar de nuevo nuestra luz.

No hemos sido educados para sentir, para hacer real el dolor o el miedo sino para cambiar lo que sentimos, para esforzarnos en construir una personalidad adecuada y compatible con lo que "debemos de ser" y eso, indudablemente, nos ha ido alejando de nuestro poder y de nuestra capacidad para responsabilizarnos de nosotros mismos, de lo que sentimos y de lo que somos. No sentirnos nos ha impedido amarnos.

Y yo estos días, en los que he transitado por mi herida -bendita Luna Llena- y he hecho reales en mi cuerpo sentimientos enormes de dolor, de tristeza, de muerte, de soledad y de pérdida, me he dado cuenta de que sentir duele, duele mucho, pero también transforma y libera. Me ha hecho volver a sentir que estoy viva, que estoy llena. Mi miedo inconsciente a sentir dolor había bloqueado mi corazón. Mi miedo guardado e inconsciente a la muerte, a la pérdida, de alguna manera, me había sacado de la vida. Con la mente, siempre he sabido que la luz espera a que abracemos la oscuridad para poder verla. Soltar la mente y transitar por esa oscuridad, por esas emociones que estaban tan guardadas, que son tan intensas y dolorosas, y hacerlo solo sintiendo con el cuerpo, con los sentidos, con la piel, con la respiración ha sido una de las experiencias más poderosas y reveladoras de mi vida.

Hacernos el regalo de sentir sin límites, de honrar y abrazar nuestra herida, de convertirla en sagrada, de amar todo lo que somos, de permitirnos ser desde la vulnerabilidad es quizá uno de los mayores desafíos de nuestra vida. También es, seguro, lo que nos conducirá a liberar nuestros demonios y lo que nos permitirá volver a sentir que somos Luz.

Kafka decía que al amar es probable que perdamos, pero al final, el amor volverá.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Volkan Olmez

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