Nos cuesta trabajo recibir porque no nos sentimos merecedores, porque según hemos ido creciendo, hemos perdido inocencia y la certeza de que somos amados simplemente por existir. Consecuencia de esa falta de merecimiento y de esa ausencia de amor hacia nosotros mismos, muchas veces preferimos dar, solo dar, desde la carencia y de forma desequilibrada. De alguna manera, atesoramos la idea de que para recibir, tenemos que merecérnoslo, cosa que no siempre pasa, especialmente si tenemos un mental que constantemente nos juzga y nos recuerda que no somos suficientes. Otra consecuencia de nuestra mala relación con el recibir, es que cuando nos atrevemos a hacerlo, nos vemos obligados a devolver lo que hemos recibido, y a hacerlo, claro, con intereses.
Hoy me he encontrado leyendo algo que escribí hace años: “si recibo todo ese amor, cómo lo voy a devolver? ¿Qué es lo que esperará el otro de mí?” El dar y recibir condicional y sometido al miedo.
Puedo DAR hasta que sienta carencia, cuando comienzo a sentir que al dar me estoy “quedando sin”, tengo que parar. Da igual lo que de, no importa que sea tan solo una sonrisa, pero lo que se da tiene que alimentar al dador, es la única forma de que después no reclamemos, de que después no tengamos la sensación de que damos sin cesar y no recibimos lo suficiente.
Y para abrir mi corazón a RECIBIR de verdad, tengo que entender que no recibo para esforzarme en devolver, sino para que, lo que recibo, me nutra lo suficiente para ser más luminoso, más feliz, para sentirme más lleno, y así dar en abundancia y en libertad. Se trata, creo yo, de convertir lo que he recibido en alimento para mi corazón.Lo acojo en mi interior desde la inocencia y el merecimiento, y lo doy de muchas maneras, pero sin esfuerzo ni sensación de carga o de escasez.
Para que podamos sentir que dar y recibir en realidad son la misma cosa, quizá debemos regular lo que damos y sentir que merecemos y que somos dignos de recibir lo que recibimos.
Un abrazo,
(agradezco mucho tu like y tu comentario, si te gusta, claro)
Almu.
Photo by Geoffroy Hauwen