Por haberte desidentificado del personaje, por ser capaz de tratarte con compasión y con cariño pase lo que pase, por haber dejado de juzgarte. Porque has abandonado la necesidad de ser perfecto y te atreves a honrar tus imperfecciones. Por reconocer que tienes miedo, por aceptarlo en vez de luchar contra él. Porque no has vuelto a esconderte, y estás siendo capaz de vivir desde lo que sientes.
Porque cada día prestas menos atención al murmullo incesante de tu mente, porque lo puedes observar sin reaccionar. Porque ya no te asusta pedir ayuda. Porque has dejado de dar en exceso y estás abriendo tu corazón para poder recibir. Porque por fin sientes que mereces.
Porque cada día te identificas menos con tus creencias, porque te estás atreviendo a dar prioridad a tus sentimientos, porque, aunque te asuste, te estás permitiendo sentir toda esa frustración y esa rabia que tienes dentro.
Porque, pese a que muchos días te gustaría darte por vencido, continuas levantándote. Porque eres capaz de reírte a carcajadas aunque estés sufriendo. Porque, aunque te da mucho miedo, estás eligiendo confiar y tener fe en lo de arriba y también en la propia sabiduría de tu proceso.
Porque ya no te permites estar más en deuda contigo, porque ya no renuncias a tus necesidades para que los demás te quieran, porque ya no mendigas amor, porque te respetas.
Porque estás acompañándote en momentos muy desafiantes, donde hay dolor y mucha tristeza. Porque cada día que pasa eres un poco más tú, un poco más inocente, un poco más niño. Porque ahora, cuando tienes un problema, ya no te vuelves loco intentando solucionarlo. Porque creas espacio y lo entregas.
Eres muy valiente.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.