Inspira

NO SON PRUEBAS

Eso que con la mente llamamos pruebas no son más que experiencias perfectas y necesarias que surgen de nuestro interior, y siempre como consecuencia de nuestra vibración. En realidad, la prueba como tal no existe. Lo que sucede es que, a través de nuestro ego, tendemos a ver y vivir la vida desde la separación, y eso nos hace creer que hay algo fuera, que está por ahí arriba y que nos pone pruebas delante para que así seamos capaces de crecer y de evolucionar.

Esta idea es peligrosa. A la larga, creer que existen pruebas hace que nos veamos como seres incompletos y que afrontemos la vida como una experiencia centrada en el aprendizaje. Así parece difícil que podamos conectar con nuestro verdadero poder y naturaleza, y con la consciencia de que somos seres completos, cuya misión no es otra que la de expandirse y amar.

Cada experiencia de vida contiene siempre la oportunidad de acercarme más a la plenitud, pero no debemos olvidar que no hay nada ni arriba ni fuera, por tanto, eso que con la mente veo como prueba solo es mi forma de expresar todo lo que soy en esta dimensión. Eso que llamo prueba solo es un resultado, una consecuencia, un espejo de algo que existe dentro de mí y que, debido a mi falta de conexión interna, saco fuera en forma de proyección, para tener la oportunidad de verme a través de ella.

Cuando dejamos de ver la vida desde la prueba y el aprendizaje, podemos de verdad descubrirnos. Cuando nos responsabilizamos y aceptamos que no hay un universo fuera que envíe nada, podremos entonces liberarnos de esa idea tan limitante de falta y de escasez. No hay pruebas. Ha experiencias que generamos desde dentro y que siempre, lo veamos o no, buscan la expresión de la luz que ya somos.

La idea de prueba como algo ajeno y conectada a esa frase tan común “esto es una prueba del Universo para que…” son maneras que tiene nuestro ego de invitarnos al miedo y a la separación. No reaccionemos. Lo que vemos fuera nunca nos es ajeno. Lo que vemos fuera, no son pruebas. Son manifestaciones de todo lo que somos, y oportunidades para hacernos conscientes de ese maravilloso camino de evolución que venimos haciendo como almas.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Florian Giorgio

PEQUEÑAS GRANDES COSAS

La lealtad, los abrazos, una caricia y un orgasmo. Tus carcajadas. El entusiasmo, la sorpresa, poder vincularnos. Amar y ser amados. La familia. Cuidar y ser cuidados. El poder para transformarnos. Ver amanecer. Ver el sol caer. Los deseos, soñar, caminar de tu mano, bromear. Los milagros. La amistad. Sentir que somos queridos, que tenemos suficiente dentro para poder compartirnos y dar. Respirar. Hacer el muerto en el mar, ver delfines saltar. Viajar. Descubrir, asombrarse. La curiosidad. Escuchar el sonido del agua, el silencio. Bailar. Llorar. Regalar. Tocar y ponerle los pelos de punta a alguien. Sostener a un bebé. Meditar. Una fiesta sorpresa. La remisión natural de una enfermedad. La valentía y el coraje que nos impiden abandonar. El olor a chimenea, a castañas, a lavanda, a limpio, a verano. A mar. Las tardes interminables de conversación. Nadar. Una canción que pone nombre a lo que estás sintiendo. Un cuadro que dibuja algo en tu corazón. Un libro que te gusta tanto que no quieres terminarlo y que no puedes parar de leer. Orar. Agradecer.

Hacer pucheros con el final de una peli. Abrazar un árbol. Reencontrarte con alguien que hacía mucho tiempo que no veías. Las sincronías. Organizar una cena en casa. Hacer tortilla de patata. Acompañar al amigo que te pide ayuda. La libertad. Crear. La intimidad. Sentir que tú y yo tenemos algo único y especial. La fe, pero la que va más allá, la que mueve montañas, la que convierte creencia en verdad. Un padre haciendo el indio mientras juega con su hijo. Arriesgar. Servir. Recibir. La conexión entre las Pirámides. Subir un volcán. Sentarte con tus amigos a recordar. El amor incondicional de mamá. Lo que entregan los abuelos a sus nietos. Lo oculto, lo que se escapa a nuestros ojos, lo que está más allá. Las revelaciones. La inspiración.

Sentir hogar, que estás donde tienes que estar. Ir al teatro y aplaudir hasta que te duelen las manos. Crear a través de la lente de tu cámara de fotos. Tumbarte y descansar. No hacer. Dejar ser. Saltar charcos. La ilusión. Quedarte afónico gritando gol. El contacto de tu cuerpo con las sábanas. Taparte con una manta. Un masaje. El color del otoño. Ver nevar. Un café a las seis que termina en una noche especial que siempre recordarás. Apapachar.

Hacemos pequeñas grandes cosas que son asombrosas. La vida es maravillosa y está llena de oportunidad. Somos nosotros los que decidimos dónde poner nuestra atención. Si lo hacemos en la luz, la luz crece. Si lo hacemos en el miedo y en la oscuridad, también. ©

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Rachel Mcdermott

DEJAR IR

Dejo ir todo lo que me hizo daño. Me libero de todo lo que me causó sufrimiento y a lo que, durante mucho tiempo, me aferré con uñas y dientes por miedo a la soledad y al vacío. Preferí dolor a no tener nada. Suelto todas las creencias que he construido sobre mí, sobre ti y sobre todo. Dejarlas ir asusta, sí, pero también sana.

Dejo ir todas y cada una de mis expectativas. Sin ellas soy libre y puedo, de verdad, recibir. Suelto todo lo que me llevó a conformarme y a aceptar tus migajas. Lo hice por la falta de fe en mí, pero ahora ya puedo soltar. A ti también te dejo ir. Suelto el pasado y el futuro porque quiero comprometerme con el presente, porque lo que fue solo existe si lo retengo en la mente y porque mañana es mucho más bonito si lo convierto en un papel en blanco y por escribir.

Dejo ir toda la rabia y la frustración. Retenerlas me hace daño y me enferma. Dejo ir todos mis errores y mis equivocaciones, no quiero agarrarme a ellos y que acaben haciéndome sentir culpable. Suelto mi necesidad de juzgar y de juzgarme. La dejo ir. Suelto todo lo que esperaba y sigo esperando de mí. Me libero de ser lo que no soy, suelto y dejo ir mis trajes.

Suelto todo a lo que me aferro, todo lo que deseo, todo lo que no quiero y todo lo que sí quiero. Dejo ir todas mis resistencias y mis inseguridades. Suelto mis deseos para tenerlos. Dejo ir mis resistencias para que no me sometan, y me libero de los apegos porque me matan por dentro. Suelto lo que esperaba de ti, la idea que tenía de quien eras, lo hago porque es la única forma de reinventarnos y de poder conocerte. Dejo ir las preocupaciones, así creo espacio para que todo se coloque. Me desprendo y suelto el miedo. Adiós, yo no soy eso. Te transito, te abrazo, y después te suelto. Ya no te creo.

Dejo ir porque solo así puedo fluir y abrirme a la vida. Dejo ir porque solo así logro vaciarme para poder llenarme de nuevo. Dejo ir porque al soltar me libero de mi prisión y puedo transitar por cada experiencia, por cada emoción y hacerlo sin apegos.

Retener pensamientos, sufrimiento, expectativas, heridas, culpas nos encadena. Estamos en temporada de eclipses. Es buen momento para comprometernos y dejar ir todo lo que no nos permite avanzar, todo lo que no nos sirve.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Matthew Henry


TU BOCA Y LA MÍA

Te he soñado de mil maneras. Te he visto sonreír con mis ojos cerrados. Creo conocerte sin que todavía nos hayamos presentado. En algún momento, sostenida por mi miedo y por mi ausencia de certeza, he suplicado a mis guías y a los dioses que conocía que aparecieras, siempre con la sensación de no ser oída.

Atraerte sin hacer nada, permitir que vengas y que me encuentres, tantas veces me han rondado esas palabras…Palabras que nunca llegué a comprender, y ¿sabes por qué? Porque en realidad la puerta de mi corazón seguía cerrada. Porque llegué a creerme que no podía amar y mucho menos ser amada. Porque no tenía ni era lo suficiente. Porque no te ibas a querer quedar.

Hace poco me dijiste que eras tú el que me ibas a buscar, me dijiste que querías quererme y que necesitabas darte y poderme cuidar, pero yo solo lo acepte con la mente. Solo me hizo ilusión, una alegría perecedera y pasajera, llena de distancia porque no te tenía fe, porque no me valoraba lo suficiente.

Te pido perdón por todas las veces que te he llamado sin estar disponible y por no haberte dejado entrar. Y ya sé que las palabras no son suficientes y menos en estos casos, pero aun así quiero que sepas que mi corazón te dice el mismo sí que hace tiempo te dio mi mente. Estoy disponible y abierta, sonriendo ya por el día en el que tu boca y la mía se encuentren.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Taisiia Shestopal

COHERENCIA

Estos días, andaba agobiada pensando que se acercaba el domingo y no tenía suficiente claridad como para escribir. Sentía que no tenía nada que decir, pero ese agobio, en vez de interpretarlo como una invitación a aceptar mi límite y a respetarlo, yo lo entendí como una imposición que me llevó a obligarme a mí misma a sentarme delante de mi libreta y escribir y borrar durante más de una hora, desesperada, obviamente, porque las ideas no terminaban de encajar. Cerré los ojos, respiré y me di cuenta de que había vuelto a convertir el INSPIRA, algo que solo funciona si sale del corazón, en una obligación.

Casi constantemente, y debido a mi tendencia a priorizar el deber frente a la necesidad, tengo que parar y revisar el lugar desde donde hago las cosas, y esa revisión no tiene solo que ver con la responsabilidad que he asumido de escribir todas las semanas, también tiene que ver con otros muchos aspectos de mi vida externa que me exigen una revisión del tipo de energía que los impulsa. Porque la motivación es importante. Porque el origen, el porqué y las razones que nos impulsan para hacer lo que hacemos son importantes. Son fundamentales. Porque escribir por obligación aunque no tenga nada que decir convierte lo que escribo en algo sin espíritu, insignificante y vacío. Porque hacer, hacer y producir sin que esa acción esté alineada conmigo no tiene ningún sentido. Porque "el deber ser" y "el tengo que" no pueden ir nunca por separado del "es". Porque uno es la consecuencia del otro. Porque si dentro no se mueve nada, si el corazón no habla, lo de fuera no tiene la base que necesita para funcionar.

Vivir sin pararnos a pensar desde dónde estamos viviendo, cuál es el motor que nos impulsa, qué nos motiva y nos lleva a accionar convierte nuestra experiencia en algo vacío de contenido, ausente de conexión y de corazón, porque lo que la da sentido es la autenticidad que surge de ser desde dentro.

Respetemos los momentos en los que no tenemos nada que decir, ningún consejo que dar, nada que hacer, respetemos que nuestras necesidad internas pueden no tener que ver con lo que hemos decidido esperar de nosotros o con lo que creemos que debemos ser y hacer. Respetemos lo que somos y lo que pasa en nuestro interior para que lo que decidamos hacer, materializar, o producir vaya de la mano de nuestro impulso interno. Que siempre pueda haber coherencia entre lo de dentro y lo de fuera.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Vincent Ledvina

UNA VIDA CON PROPÓSITO

¿Cuál es mi propósito de vida? Quizá, ésta sea la pregunta que más veces me han hecho y ante la que únicamente encuentro una respuesta: ninguno. Y con ninguno me refiero a ninguno de los propósitos que nuestro ego piensa. Nuestra mente nos engaña haciéndonos creer que el estado natural de nuestra vida es anodino y vacío de propósito. Nuestro ego nos dice que estamos aquí para llevar a cabo grandes misiones que ni siquiera nos sentimos capaces de definir y que le restan significado a nuestras experiencias cotidianas. Continuar creyendo que existe ese gran propósito de vida que se nos revelará más adelante cuando estemos preparados es un gran error.

En cada proceso y con cada experiencia tenemos la oportunidad de elegir, de escoger cómo queremos vivir, qué queremos pensar y de qué forma queremos responder, y ahí es donde, de verdad, se despliega nuestra misión que no es otra que la de ser capaces de vivir cada experiencia eligiendo amor en vez de miedo. Y claro, para nuestra mente, que tiene pánico de que nos liberemos y comencemos a ejercer nuestro poder, ese propósito es un gran enemigo al que tacha de insignificante, cuando en realidad no lo es. Claro que no lo es. Ser capaces de no reaccionar ante el miedo y de recordar que somos seres completos, que lo tenemos todo dentro y que nunca dejamos de pertenecer, no es una misión insignificante, es nuestro gran propósito de vida.

Necesitamos desprendernos de esa idea tan poco real que tenemos sobre el motivo de nuestra existencia para que podamos comenzar a vivir nuestra misión con cada experiencia. Necesitamos dejar de preguntarnos ya sobre nuestro propósito para poder vivir ahora y de forma completa.

Yo quiero descubrir el amor, el poder, la dicha y la paz que habitan en mí y quiero que experimentar cada una de esas energías se convierta en mi misión de vida.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Eberhard Grossgasteiger

Photo by Eberhard Grossgasteiger

ASOMBRARSE

La mente moderna ha perdido toda capacidad de asombrarse. Ha perdido toda capacidad de mirar en lo misterioso, en lo milagroso por el conocimiento, porque cree que sabe
— Osho

Ayer pasé un rato mirando al hijo de una amiga de cinco años que observaba fascinado como un grupo de hormigas iban y venían en fila intentando transportar un diminuto trozo de miga de pan.

Esa capacidad de reaccionar con sorpresa, de asombrarnos ante pequeñas cosas es una virtud que muchos, al hacernos adultos, hemos ido perdiendo, o bien porque nos hemos dejado arrastrar por la inercia, por las preocupaciones y el ruido de nuestra mente, o bien porque nos hemos creído que ya lo tenemos todo aprendido. Olvidar que dentro de nosotros seguimos siendo niños ha ido matando cualquier posibilidad de asombro y de sorpresa ante las pequeñas y grandes cosas de la vida.

Asombrarnos es hacernos conscientes de todo lo maravilloso, de todo lo grandioso y bonito que existe; implica no dar por supuesto nada y recuperar nuestra habilidad para reaccionar con sorpresa e ilusión, y para eso, debemos despertar la conexión con ese niño que habita en nuestro interior y que es capaz de maravillarse al escuchar una canción que pone en palabras todo lo que siente, que se queda embobado viendo un amanecer o un cuadro, o que se sigue asombrando por las reacciones de su cuerpo cuando besa.

Recuperemos nuestra capacidad para asombrarnos, hagámoslo poco a poco, recordando que cuando éramos pequeños todo, hasta observar una hormiga, nos provocaba sorpresa y asombro. Estoy segura de que hacerlo, nos devolverá felicidad, milagros y alegría.

¿Qué despierta tu asombro?

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Artem Sapegin

Photo by Artem Sapegin