Te he soñado de mil maneras. Te he visto sonreír con mis ojos cerrados. Creo conocerte sin que todavía nos hayamos presentado. En algún momento, sostenida por mi miedo y por mi ausencia de certeza, he suplicado a mis guías y a los dioses que conocía que aparecieras, siempre con la sensación de no ser oída.
Atraerte sin hacer nada, permitir que vengas y que me encuentres, tantas veces me han rondado esas palabras…Palabras que nunca llegué a comprender, y ¿sabes por qué? Porque en realidad la puerta de mi corazón seguía cerrada. Porque llegué a creerme que no podía amar y mucho menos ser amada. Porque no tenía ni era lo suficiente. Porque no te ibas a querer quedar.
Hace poco me dijiste que eras tú el que me ibas a buscar, me dijiste que querías quererme y que necesitabas darte y poderme cuidar, pero yo solo lo acepte con la mente. Solo me hizo ilusión, una alegría perecedera y pasajera, llena de distancia porque no te tenía fe, porque no me valoraba lo suficiente.
Te pido perdón por todas las veces que te he llamado sin estar disponible y por no haberte dejado entrar. Y ya sé que las palabras no son suficientes y menos en estos casos, pero aun así quiero que sepas que mi corazón te dice el mismo sí que hace tiempo te dio mi mente. Estoy disponible y abierta, sonriendo ya por el día en el que tu boca y la mía se encuentren.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.