¿Cuál es mi propósito de vida? Quizá, ésta sea la pregunta que más veces me han hecho y ante la que únicamente encuentro una respuesta: ninguno. Y con ninguno me refiero a ninguno de los propósitos que nuestro ego piensa. Nuestra mente nos engaña haciéndonos creer que el estado natural de nuestra vida es anodino y vacío de propósito. Nuestro ego nos dice que estamos aquí para llevar a cabo grandes misiones que ni siquiera nos sentimos capaces de definir y que le restan significado a nuestras experiencias cotidianas. Continuar creyendo que existe ese gran propósito de vida que se nos revelará más adelante cuando estemos preparados es un gran error.
En cada proceso y con cada experiencia tenemos la oportunidad de elegir, de escoger cómo queremos vivir, qué queremos pensar y de qué forma queremos responder, y ahí es donde, de verdad, se despliega nuestra misión que no es otra que la de ser capaces de vivir cada experiencia eligiendo amor en vez de miedo. Y claro, para nuestra mente, que tiene pánico de que nos liberemos y comencemos a ejercer nuestro poder, ese propósito es un gran enemigo al que tacha de insignificante, cuando en realidad no lo es. Claro que no lo es. Ser capaces de no reaccionar ante el miedo y de recordar que somos seres completos, que lo tenemos todo dentro y que nunca dejamos de pertenecer, no es una misión insignificante, es nuestro gran propósito de vida.
Necesitamos desprendernos de esa idea tan poco real que tenemos sobre el motivo de nuestra existencia para que podamos comenzar a vivir nuestra misión con cada experiencia. Necesitamos dejar de preguntarnos ya sobre nuestro propósito para poder vivir ahora y de forma completa.
Yo quiero descubrir el amor, el poder, la dicha y la paz que habitan en mí y quiero que experimentar cada una de esas energías se convierta en mi misión de vida.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.