UN CAMBIO DE PIEL

Puede ser que tus necesidades estén cambiando y que cuestiones lo que hasta ahora dabas por hecho. Puede ser que aquello en lo que creías firmemente, ahora se esté tambaleando y necesites construir creencias nuevas, más coherentes y alineadas con la persona en la que te estás convirtiendo. A lo mejor te sientes perdido, como si todo hubiera dejado de tener sentido. Probablemente, lo que hasta ahora era importante, ya no lo es tanto. Aquello a lo que dabas valor, ha podido perderlo, y lo que era incuestionable, se ha llenado de interrogantes.

Puede ser que estés cambiando de piel, que personas que hasta ahora eran pilares en tu vida, hayan dejado de serlo. Puede ser que estés descubriendo partes de ti que estaban escondidas, que jamás pensaste que tendrías, y que eso, además de sorpresa, te esté generando cierto desconcierto. A lo mejor ya no quieres pasar tiempo con los amigos de siempre, o tus motivaciones son muy distintas a las de hace algunos años. A lo mejor ya no quieres seguir haciendo lo mismo, están cambiando tus gustos, tus intereses y sabes que no puedes continuar igual porque por dentro eres diferente.

Todos estos cambios pueden despertar en ti una profunda sensación de vacío y de falta de rumbo. Yo a veces así lo siento. Nos estamos transformando, y es una transformación muy profunda y muy potente, que si sabemos transitarla, nos regalará, seguro, una nueva dirección y sentido a nuestra vida.

Estamos dando muerte a una parte de nosotros que ya cumplió con su propósito, y desprendernos no es fácil, entregarnos para abrirnos a lo nuevo, menos. Por eso, debemos ser cariñosos con nosotros mismos y darnos tiempo. Seamos pacientes durante este tránsito, sin olvidar nunca que el caos tiene un orden y que, aunque todavía no veamos lo nuevo, ya lo estamos construyendo. Honremos a la persona que fuimos, dándole las gracias por todo lo vivido, y pese al miedo, abramos nuestros brazos al nuevo ser que ahora está naciendo.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Katarzyna Urbanek


AMAR NO ES QUERER

Amar no es querer.

Queremos desde el ego. Amamos porque somos amor, porque esa es nuestra verdadera naturaleza y cuando hemos sido capaces de desandar el camino del miedo y recordar lo que somos y de lo que estamos hechos, el siguiente paso es el de compartirnos y hacer crecer esa luz. Querer implica acción y elección. Escogemos si queremos o no, porque queremos desde el juicio. Cuando amas no eliges. En el amor no hay opciones, no hay posibilidad de elegir si lo haces o no. Es la consecuencia de vivir expresando ese amor que brota de tu interior. Amar a es emanar.

Con el ego quiero. Quiero con necesidad, con apego, con exigencia, con expectativa, con condición. Con el ego juzgo y separo, quiero algunas experiencias, a algunas personas, a otras no. Con el ego quiero sintiéndome una mitad. Quiero y quiero poseer, quiero tener. Quiero, muchas veces, desde la carencia emocional. Quiero porque no sé que soy amor. Porque cuando sé que soy amor, cuando lo reconozco en mi interior, entonces querer no basta, no funciona, se queda corto. Porque cuando sé que soy amor, sé también que no hay pérdida ni separación, me siento completo, amo desde la libertad y desde la ausencia de posesión.

Cuando quiero doy, pero lo hago desde la escasez y desde la renuncia. Cuando amo no doy, sino que me doy desde la certeza de abundancia, de que cuanto más me doy más soy, más crezco, más me expando. Cuando quiero, espero algo. Cuando amo, recibir es una expresión más de mi capacidad para amar. En el querer hay apego, en el amor ausencia total de él.

Para aumentar mi capacidad para querer y convertirla en un acto de amor, antes necesito darme la posibilidad de ser algo más que mi mente y que mi ego, necesito cultivar el sentimiento de unidad, de que todo y todos somos expresiones del amor universal. Necesito cederle espacio a esa chispa divina que existe en mi interior.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

"Nuestra alma sabe que el amor es eterno. Sabe que el amor es libertad, es unidad, por eso el verdadero amor es incompatible con cualquier forma de dependencia. Cuando dos personas se separan, si en esa relación hubo amor verdadero, si existía una identificación real de las dos almas, la separación se convierte en un “crear espacio”. El amor no tiene rupturas. Las personas no se pierden por el hecho de querer separarse. Nadie pierde a alguien que ama. Confundir ruptura lunar con la muerte del amor es absurdo". Maria Flavia de Monsaraz.

Photo by Annie Spratt


NO SON PRUEBAS

Eso que con la mente llamamos pruebas no son más que experiencias perfectas y necesarias que surgen de nuestro interior, y siempre como consecuencia de nuestra vibración. En realidad, la prueba como tal no existe. Lo que sucede es que, a través de nuestro ego, tendemos a ver y vivir la vida desde la separación, y eso nos hace creer que hay algo fuera, que está por ahí arriba y que nos pone pruebas delante para que así seamos capaces de crecer y de evolucionar.

Esta idea es peligrosa. A la larga, creer que existen pruebas hace que nos veamos como seres incompletos y que afrontemos la vida como una experiencia centrada en el aprendizaje. Así parece difícil que podamos conectar con nuestro verdadero poder y naturaleza, y con la consciencia de que somos seres completos, cuya misión no es otra que la de expandirse y amar.

Cada experiencia de vida contiene siempre la oportunidad de acercarme más a la plenitud, pero no debemos olvidar que no hay nada ni arriba ni fuera, por tanto, eso que con la mente veo como prueba solo es mi forma de expresar todo lo que soy en esta dimensión. Eso que llamo prueba solo es un resultado, una consecuencia, un espejo de algo que existe dentro de mí y que, debido a mi falta de conexión interna, saco fuera en forma de proyección, para tener la oportunidad de verme a través de ella.

Cuando dejamos de ver la vida desde la prueba y el aprendizaje, podemos de verdad descubrirnos. Cuando nos responsabilizamos y aceptamos que no hay un universo fuera que envíe nada, podremos entonces liberarnos de esa idea tan limitante de falta y de escasez. No hay pruebas. Ha experiencias que generamos desde dentro y que siempre, lo veamos o no, buscan la expresión de la luz que ya somos.

La idea de prueba como algo ajeno y conectada a esa frase tan común “esto es una prueba del Universo para que…” son maneras que tiene nuestro ego de invitarnos al miedo y a la separación. No reaccionemos. Lo que vemos fuera nunca nos es ajeno. Lo que vemos fuera, no son pruebas. Son manifestaciones de todo lo que somos, y oportunidades para hacernos conscientes de ese maravilloso camino de evolución que venimos haciendo como almas.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Florian Giorgio

PEQUEÑAS GRANDES COSAS

La lealtad, los abrazos, una caricia y un orgasmo. Tus carcajadas. El entusiasmo, la sorpresa, poder vincularnos. Amar y ser amados. La familia. Cuidar y ser cuidados. El poder para transformarnos. Ver amanecer. Ver el sol caer. Los deseos, soñar, caminar de tu mano, bromear. Los milagros. La amistad. Sentir que somos queridos, que tenemos suficiente dentro para poder compartirnos y dar. Respirar. Hacer el muerto en el mar, ver delfines saltar. Viajar. Descubrir, asombrarse. La curiosidad. Escuchar el sonido del agua, el silencio. Bailar. Llorar. Regalar. Tocar y ponerle los pelos de punta a alguien. Sostener a un bebé. Meditar. Una fiesta sorpresa. La remisión natural de una enfermedad. La valentía y el coraje que nos impiden abandonar. El olor a chimenea, a castañas, a lavanda, a limpio, a verano. A mar. Las tardes interminables de conversación. Nadar. Una canción que pone nombre a lo que estás sintiendo. Un cuadro que dibuja algo en tu corazón. Un libro que te gusta tanto que no quieres terminarlo y que no puedes parar de leer. Orar. Agradecer.

Hacer pucheros con el final de una peli. Abrazar un árbol. Reencontrarte con alguien que hacía mucho tiempo que no veías. Las sincronías. Organizar una cena en casa. Hacer tortilla de patata. Acompañar al amigo que te pide ayuda. La libertad. Crear. La intimidad. Sentir que tú y yo tenemos algo único y especial. La fe, pero la que va más allá, la que mueve montañas, la que convierte creencia en verdad. Un padre haciendo el indio mientras juega con su hijo. Arriesgar. Servir. Recibir. La conexión entre las Pirámides. Subir un volcán. Sentarte con tus amigos a recordar. El amor incondicional de mamá. Lo que entregan los abuelos a sus nietos. Lo oculto, lo que se escapa a nuestros ojos, lo que está más allá. Las revelaciones. La inspiración.

Sentir hogar, que estás donde tienes que estar. Ir al teatro y aplaudir hasta que te duelen las manos. Crear a través de la lente de tu cámara de fotos. Tumbarte y descansar. No hacer. Dejar ser. Saltar charcos. La ilusión. Quedarte afónico gritando gol. El contacto de tu cuerpo con las sábanas. Taparte con una manta. Un masaje. El color del otoño. Ver nevar. Un café a las seis que termina en una noche especial que siempre recordarás. Apapachar.

Hacemos pequeñas grandes cosas que son asombrosas. La vida es maravillosa y está llena de oportunidad. Somos nosotros los que decidimos dónde poner nuestra atención. Si lo hacemos en la luz, la luz crece. Si lo hacemos en el miedo y en la oscuridad, también. ©

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Rachel Mcdermott

DEJAR IR

Dejo ir todo lo que me hizo daño. Me libero de todo lo que me causó sufrimiento y a lo que, durante mucho tiempo, me aferré con uñas y dientes por miedo a la soledad y al vacío. Preferí dolor a no tener nada. Suelto todas las creencias que he construido sobre mí, sobre ti y sobre todo. Dejarlas ir asusta, sí, pero también sana.

Dejo ir todas y cada una de mis expectativas. Sin ellas soy libre y puedo, de verdad, recibir. Suelto todo lo que me llevó a conformarme y a aceptar tus migajas. Lo hice por la falta de fe en mí, pero ahora ya puedo soltar. A ti también te dejo ir. Suelto el pasado y el futuro porque quiero comprometerme con el presente, porque lo que fue solo existe si lo retengo en la mente y porque mañana es mucho más bonito si lo convierto en un papel en blanco y por escribir.

Dejo ir toda la rabia y la frustración. Retenerlas me hace daño y me enferma. Dejo ir todos mis errores y mis equivocaciones, no quiero agarrarme a ellos y que acaben haciéndome sentir culpable. Suelto mi necesidad de juzgar y de juzgarme. La dejo ir. Suelto todo lo que esperaba y sigo esperando de mí. Me libero de ser lo que no soy, suelto y dejo ir mis trajes.

Suelto todo a lo que me aferro, todo lo que deseo, todo lo que no quiero y todo lo que sí quiero. Dejo ir todas mis resistencias y mis inseguridades. Suelto mis deseos para tenerlos. Dejo ir mis resistencias para que no me sometan, y me libero de los apegos porque me matan por dentro. Suelto lo que esperaba de ti, la idea que tenía de quien eras, lo hago porque es la única forma de reinventarnos y de poder conocerte. Dejo ir las preocupaciones, así creo espacio para que todo se coloque. Me desprendo y suelto el miedo. Adiós, yo no soy eso. Te transito, te abrazo, y después te suelto. Ya no te creo.

Dejo ir porque solo así puedo fluir y abrirme a la vida. Dejo ir porque solo así logro vaciarme para poder llenarme de nuevo. Dejo ir porque al soltar me libero de mi prisión y puedo transitar por cada experiencia, por cada emoción y hacerlo sin apegos.

Retener pensamientos, sufrimiento, expectativas, heridas, culpas nos encadena. Estamos en temporada de eclipses. Es buen momento para comprometernos y dejar ir todo lo que no nos permite avanzar, todo lo que no nos sirve.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Matthew Henry


LA LIBERTAD TIENE UN PRECIO

Ser libres no es hacer lo que nos dé la gana. La libertad viene acompañada de responsabilidad. Si no somos capaces de entrar dentro de nosotros, reconocernos, saber de nuestra luz y de nuestra oscuridad, tampoco vamos a ser capaces de descubrir el enorme y siempre disponible poder que tenemos dentro. Entonces, regalaremos nuestro poder fuera. Se lo entregaremos a estructuras y autoridades que nos son ajenas y que tendrán la libertad de hacer y deshacer a su antojo. Sólo tenemos que observar.

La libertad implica no ceder nuestro poder, tomar responsabilidad y elegir, asumir que todo lo tenemos dentro, que somos un Universo en sí mismo, que es de nosotros de quienes depende lo de fuera y no a la inversa, que somos capaces de generar recursos, de sentirnos seguros, que nuestro cuerpo es nuestro y nuestra mente también; que nuestra conexión es hacia dentro y hacia arriba y no hacia fuera. La libertad implica no renunciar a nuestra autoridad interna. Implica no entregársela a otros y dejar que abusen de ella.

En 2020 hablé del progresivo derrumbamiento de estructuras políticas caducas y enfermas, estructuras que con uñas y dientes iban a intentar controlar, restringir y limitar nuestro camino. Ahora, a punto de terminar 2021, y acompañados por una necesidad creciente de unidad y de libertad, necesitamos tener claridad, conexión con lo Divino y atrevernos a mirar un poco más allá de lo que alcanzan a ver nuestros ojos, limitados y asustados.

Atravesamos quizá por uno de los momentos más transformadores y únicos que hemos vivido hasta ahora, pero todo, siempre, se presenta como una potencialidad de dos caras. ¿Podemos crear una sociedad equilibrada en la que cada uno sea responsable de sí mismo y en la que las estructuras de fuera se limiten a gestionar en vez de someter, abusar, limitar, engañar, o imponer? Yo estoy segura de que sí. Pero para eso, tenemos antes que conocer de qué estamos hechos realmente, cuál es nuestra verdadera naturaleza y ser capaces de maravillarnos con los seres tan poderosos e ilimitados que en realidad somos. Tenemos que encontrar en cada rincón de nuestra casa interna todo lo que esperamos que nos den fuera. Tenemos que reencontrarnos con nuestra luz interna que susurra todo el tiempo: no necesitas someterte.

La censura nos está diciendo que hay interés en que no sepamos la verdad. Las limitaciones, prohibiciones, restricciones, selecciones y la constante manipulación usando el miedo como medio nos avisan de que asusta nuestra libertad.

Imagina ese día en el que no tengamos que renunciar a nosotros mismos ni a nuestra libertad porque hayamos elegido dejar de creer en el miedo.

La libertad tiene un precio sí, el de no someternos.

Permite y practica la inteligencia desobediente. Cuestiona, desde una perspectiva constructiva, las normas, los procesos y las políticas establecidas. La obediencia ciega es el freno de mano del cambio y la transformación” - Andrés Ortega.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Jesse Gardner

TU BOCA Y LA MÍA

Te he soñado de mil maneras. Te he visto sonreír con mis ojos cerrados. Creo conocerte sin que todavía nos hayamos presentado. En algún momento, sostenida por mi miedo y por mi ausencia de certeza, he suplicado a mis guías y a los dioses que conocía que aparecieras, siempre con la sensación de no ser oída.

Atraerte sin hacer nada, permitir que vengas y que me encuentres, tantas veces me han rondado esas palabras…Palabras que nunca llegué a comprender, y ¿sabes por qué? Porque en realidad la puerta de mi corazón seguía cerrada. Porque llegué a creerme que no podía amar y mucho menos ser amada. Porque no tenía ni era lo suficiente. Porque no te ibas a querer quedar.

Hace poco me dijiste que eras tú el que me ibas a buscar, me dijiste que querías quererme y que necesitabas darte y poderme cuidar, pero yo solo lo acepte con la mente. Solo me hizo ilusión, una alegría perecedera y pasajera, llena de distancia porque no te tenía fe, porque no me valoraba lo suficiente.

Te pido perdón por todas las veces que te he llamado sin estar disponible y por no haberte dejado entrar. Y ya sé que las palabras no son suficientes y menos en estos casos, pero aun así quiero que sepas que mi corazón te dice el mismo sí que hace tiempo te dio mi mente. Estoy disponible y abierta, sonriendo ya por el día en el que tu boca y la mía se encuentren.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Taisiia Shestopal