Ser libres no es hacer lo que nos dé la gana. La libertad viene acompañada de responsabilidad. Si no somos capaces de entrar dentro de nosotros, reconocernos, saber de nuestra luz y de nuestra oscuridad, tampoco vamos a ser capaces de descubrir el enorme y siempre disponible poder que tenemos dentro. Entonces, regalaremos nuestro poder fuera. Se lo entregaremos a estructuras y autoridades que nos son ajenas y que tendrán la libertad de hacer y deshacer a su antojo. Sólo tenemos que observar.
La libertad implica no ceder nuestro poder, tomar responsabilidad y elegir, asumir que todo lo tenemos dentro, que somos un Universo en sí mismo, que es de nosotros de quienes depende lo de fuera y no a la inversa, que somos capaces de generar recursos, de sentirnos seguros, que nuestro cuerpo es nuestro y nuestra mente también; que nuestra conexión es hacia dentro y hacia arriba y no hacia fuera. La libertad implica no renunciar a nuestra autoridad interna. Implica no entregársela a otros y dejar que abusen de ella.
En 2020 hablé del progresivo derrumbamiento de estructuras políticas caducas y enfermas, estructuras que con uñas y dientes iban a intentar controlar, restringir y limitar nuestro camino. Ahora, a punto de terminar 2021, y acompañados por una necesidad creciente de unidad y de libertad, necesitamos tener claridad, conexión con lo Divino y atrevernos a mirar un poco más allá de lo que alcanzan a ver nuestros ojos, limitados y asustados.
Atravesamos quizá por uno de los momentos más transformadores y únicos que hemos vivido hasta ahora, pero todo, siempre, se presenta como una potencialidad de dos caras. ¿Podemos crear una sociedad equilibrada en la que cada uno sea responsable de sí mismo y en la que las estructuras de fuera se limiten a gestionar en vez de someter, abusar, limitar, engañar, o imponer? Yo estoy segura de que sí. Pero para eso, tenemos antes que conocer de qué estamos hechos realmente, cuál es nuestra verdadera naturaleza y ser capaces de maravillarnos con los seres tan poderosos e ilimitados que en realidad somos. Tenemos que encontrar en cada rincón de nuestra casa interna todo lo que esperamos que nos den fuera. Tenemos que reencontrarnos con nuestra luz interna que susurra todo el tiempo: no necesitas someterte.
La censura nos está diciendo que hay interés en que no sepamos la verdad. Las limitaciones, prohibiciones, restricciones, selecciones y la constante manipulación usando el miedo como medio nos avisan de que asusta nuestra libertad.
Imagina ese día en el que no tengamos que renunciar a nosotros mismos ni a nuestra libertad porque hayamos elegido dejar de creer en el miedo.
La libertad tiene un precio sí, el de no someternos.
“Permite y practica la inteligencia desobediente. Cuestiona, desde una perspectiva constructiva, las normas, los procesos y las políticas establecidas. La obediencia ciega es el freno de mano del cambio y la transformación” - Andrés Ortega.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.