NO SE TRATA DE ESO

No se trata de luchar ni de sacrificarse, sino de aceptar sin resignarse, porque aceptar te da libertad y poder para cambiar y para transformarte. No se trata de dar sin medida y con exceso, ese dar está intoxicado por la condicionalidad y por el miedo. La generosidad real es un estado de abundancia interno que te regala el poder de dar y recibir al mismo tiempo.

No podemos continuar luchando contra el miedo, no se trata de eso. El miedo necesita atención, amor, y reconocimiento. No queramos que muera ni que desaparezca. Démosle abrazo. No le tengamos miedo, así, evitaremos que crezca y que se convierta en resistencia.

No se trata de ser lo que debes de ser, tampoco lo que los demás esperan que seas. No se trata de ocultarte para que te quieran. Se trata de respetarte y de honrarte, de permitirle brillar a la persona tan maravillosa que eres. La única forma de estar en paz y de crear una vida ausente de proyecciones es ser quien realmente eres.

No se trata de objetivos ni metas sino de cómo vives hasta llegar a ellas. No podemos permanecer en lo que está por venir porque sólo en el presente podremos crear y construir nuestro futuro. Se trata de aprender a estar aquí. Dejemos de vivir en la mente.

No se trata solo de entender o de saber el porqué, tampoco de hacer y de hacer. Se trata de sentir y de ser. Muchas veces, no encontraremos ni razones ni respuestas aunque las haya. Se trata de ser valientes e incorporar el “no sé”. Se trata de cultivar la capacidad de quedarnos quietos para que haya espacio y las respuestas que andamos buscando se nos revelen.

No se trata de no pensar sino de no creer lo que te dice tu mente. No se trata de perder el control sino de entregar tu preocupación a la parte de tu ser que tiene el poder de cuidarte y de protegerte. No se trata de esforzarte hasta la extenuación sino de aprender a escucharte, a respetar tus límites y darte amor.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Julentto Photography

Photo by Julentto Photography

RECUPERARNOS

Necesitamos recuperar la inocencia, la curiosidad y la mirada ausente de desconfianza, para poder llenarla de pureza y de bondad. Necesitamos recuperar el tiempo, pero no podemos, porque al tiempo, que es escurridizo, siempre le ha gustado escapar. Lo que necesitamos restaurar es nuestra capacidad para vivir ajenos a él, habitando el presente, sostenidos en el ahora, donde el tiempo nunca fue y nunca será.

El exceso de individualismo nos pide a gritos que recuperemos los abrazos, la vulnerabilidad y los vínculos. Necesitamos desprendernos de muchas defensas y barreras, de tanta necesidad de tener razón, necesitamos decir no al juicio y recuperar el perdón. Restauremos nuestro poder para entender y vivir la vida desde la ausencia de control y desde la entrega. Desenterremos los ratos de conversaciones interminables, las carcajadas sin ningún motivo, los placeres que le dan sentido a todo esto que vivimos, las emociones que ponen la piel de gallina, las mariposas que pretenden volar en nuestra tripa, la intimidad sin medida. Abramos de nuevo la puerta a la confianza en nosotros y en los otros.

Necesitamos restaurar el valor que habita en nuestro interior, el respeto hacia nuestras necesidades y el compromiso de ser quienes somos, sin escondites ni trajes. Necesitamos recuperarnos de tanta limitación, de tanto sufrimiento y frustración y para ello, debemos de ser pacientes, debemos darnos cariño, tiempo y atención. Necesitamos escuchar a nuestro corazón y dejar espacio a nuestra sabia intuición.

Recuperemos esa forma de vivir llena de confianza, en la que el miedo solo es eso que sentimos en algún momento del pasado, pero que hemos dejado de necesitar. Tenemos tanto que recuperar, porque no se trata de aprender sino de encontrar dentro de nosotros un sin fin de partes olvidadas de nuestro ser. Se trata de abrirles la puerta, de mimarlas, de permitirles de nuevo que se dejen ver. Se trata de restaurar todo aquello que, por alguna razón, en algún momento, negamos y dejamos de atender.

Recuperemos nuestra luz, amando nuestra oscuridad. Recuperemos nuestra sabiduría dejando de pensar. Recuperemos la seguridad, desprendiéndonos de nuestras defensas y comprometiéndonos a vivir desde la vulnerabilidad. Recuperemos la plenitud siendo desde el corazón. Restauremos el amor que somos desde el agradecimiento y el perdón. Recuperemos al niño que vive en nuestro interior.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by The New York Public Library

Photo by The New York Public Library

TAL VEZ

Tal vez creas que juzgándote conseguirás mejorar, pero lo que va a pasar es que cada vez te sentirás más pequeño, más culpable, más incapaz. El juicio no te ayuda a crecer, te pone el traje de víctima y de verdugo. No olvides que todo lo que has hecho es lo mejor que podías hacer. Tal vez, en algún momento de tu vida, tuviste que bloquear tus sentimientos y decir no a tu vulnerabilidad para ser aceptado y pertenecer, pero en esa negativa, también rechazaste a tu niño interior, y al hacerlo, dejaste morir la parte más importante de ti. Quizá, ha llegado el momento de atreverte a sentir y a ser desde el corazón para que recuperes tu poder y despiertes a la inocencia. Eso es lo que te dará el verdadero sentido de pertenencia.

Tal vez todavía no estás donde te gustaría, pero continuar fijándote en la falta o en lo que no tienes no va a hacer que llegue antes, será justo al contrario. Mira todo lo que sí has logrado, agradécelo y disfrútalo al máximo. Utiliza lo que tienes para lograr lo que quieres.

Tal vez, si dejas de luchar y aceptas con humildad, todo comience a cambiar. La rendición total es la llave de la espiritualidad, de los milagros y de la plenitud. Tal vez, si sales de tu zona de confort, si por una vez te permites el “y por qué no”, si arriesgas y lo haces diferente, tal vez, si dejas de esperar a que lo de fuera cambie y cambias tú, puedas descubrir una nueva forma de vivir. Quizá, puedas darte cuenta de que todo depende de ti.

Tal vez, hasta ahora, has vivido sometido al miedo, por eso, quizá, si te permites empezar a cuestionar lo que te dice tu mente, a desprenderte de ese murmullo y a observar sin reaccionar, puedas sentirte libre de verdad. Tal vez, si profundizas un poco más, si, temporalmente, dejas de prestar tanta atención a lo de fuera y observas en tu interior, puedas darte cuenta de que todas las respuestas que buscabas fuera, ya existían dentro de ti.

Tal vez, has aprendido que hacer, esforzarse y producir son los verbos que definen esta experiencia, pero a lo mejor, si te atreves a incorporar el placer, el ser, el no hacer, el fluir, el permitir y el dejar ir, descubras que la danza universal solo es completa cuando interactúa la energía Yang y la energía Yin.

Tal vez, tus heridas te han obligado a cerrar con llave las puertas de tu corazón, pero así, nunca tocarás su cicatriz. El amor duele y te expone, sí, te exige vivir sin ningún tipo de defensas, vulnerable y abierto, pero también tiene el inmenso poder de convertir tu herida en sagrada, de hacerte más fuerte, de darle sentido a esta experiencia. Quizá, puedes intentarlo, abrir de nuevo tu corazón, y dejar espacio para que el Amor te sane.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Laurie Anne Robert

Photo by Laurie Anne Robert

SIN CONTROL

¿Cuántas cosas hacemos en la vida creyendo que tenemos el control? ¿Cuántas cosas alimentados por esa ilusión?

El miedo a soltar el control esconde una profunda falta de fe en lo desconocido y una gran resistencia a otorgarle los mandos de nuestra vida a la propia vida. El miedo a soltar el control responde a la negativa a dejar que todo fluya y sea tal y como es, y esa necesidad tan nuestra de querer controlar es la que nos lleva a ser esclavos de nuestra mente, aniquila nuestra libertad de elección, nos contrae y nos pone rígidos, activa la ansiedad y nos saca del momento presente y de la capacidad para vivir con plenitud lo que está ocurriendo ahora. Querer controlar desgasta, frustra y genera estrés. El miedo a soltar y a dejarnos ir representa una de las grandes trampas y defensas del ego y también una de las grandes oportunidades de aprender a vivir desde otro lugar, mucho más libre y consciente. Mucho más lúcido y poderoso.

La realidad es que, con independencia de lo que nos diga nuestro murmullo mental, ninguno de nosotros tiene el control sobre ningún aspecto de nuestra experiencia y eso, cuando tenemos la humildad de aceptarlo, se convierte en el mayor regalo que nos hace la vida.

Si somos capaces de no creer lo que nos dice nuestra mente, podremos asumir el desafío de vivir sin intentar controlar, de vivir sin expectativas. Si tenemos la humildad de decirle a nuestro Ser Superior: "eres tú quien dirige, no yo", entonces podremos disfrutar de una vida llena de milagros, en la que no hay prisa por el futuro ni necesidad de que las cosas sean diferentes de como son. Una vida en la que no habrá espacio para la ansiedad, pero sí para la plenitud y la paz.

Cuanto antes asumamos que no tenemos el control, antes podremos comenzar a vivir. Cuanto antes nos dejemos ir, antes nos podremos cumplir. Cuanto antes elijamos, pese al miedo, confiar en que la vida sabe lo que hace, antes veremos manifestados nuestros sueños, y quizá, muchos más.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez

Photo by Charlie Costello

Photo by Charlie Costello

DESPRENDERSE

Ser compasivo no es el resultado de nuestro esfuerzo mental por desear lo mejor a los demás. Amar no surge como consecuencia de nuestra intención de querer al otro. No estamos en paz por haber logrado entender todo lo que nos sucede. Malgastamos mucha energía intentando ser lo que ya somos, en vez de enfocarnos en dejar ir todas las resistencias, sentimientos y capas y capas de miedo que nos impiden ver que todo eso que andamos buscando, ya existe en nuestro interior, esperando a que nos atrevamos a soltar para poder salir y brillar.

Nada de lo que en realidad somos se puede conseguir. Somos lo que permitimos y todo lo que define a nuestro Ser Superior, el amor, la compasión, la plenitud, la dicha, la paz, la serenidad, la certeza o la voluntad no surgen como resultado de nuestro esfuerzo mental y consciente, sino de nuestra capacidad para dejar ir.

Cuando nos desprendemos de la rabia y del rencor, naturalmente aparece en nosotros una sensación profunda de paz y de serenidad. Cuando dejamos ir el apego, surge, como si renaciera después de un intenso letargo, la dicha. Cuando nos desprendemos de las expectativas, dejamos espacio para que la plenitud que habita en nuestro interior despierte. Cuando dejamos ir el deseo de querer comprender al otro, empezamos a ser compasivos. Cuando soltamos y dejamos ir la culpa, nacemos a la inocencia más pura que representa lo que siempre hemos sido. Cuando dejamos ir la mente, aparece el silencio y con él, la sabiduría y la verdad. Cuando dejamos ir la duda, brota la certeza. Cuando nos desprendemos del miedo, surge el amor.

Dejar ir es entregarse por completo, sin resistencia alguna, a lo que estamos sintiendo, sea lo que sea. Es hacernos conscientes de nuestra rabia, de nuestra tristeza, de nuestra vergüenza, de nuestra frustración, de nuestra nostalgia y de nuestro vacío, de nuestro miedo o de lo que sea que estemos sintiendo, es observar y permanecer en el sentimiento sin querer que sea algo diferente de lo que es, honrándolo y respetándolo, dándole un lugar, hasta que él mismo pueda ser su otra polaridad. Hasta que se libere toda la energía que estaba contraída y prohibida, hasta que hayamos eliminado cualquier resistencia a ser en toda su expresión.

Aunque suene paradójico, desprenderse y dejar ir pasa por sostener y permitir.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Blake Wheeler

Photo by Blake Wheeler

VALIENTE

Valiente. Eres muy valiente por atreverte a sentir lo que sientes sin ponerle etiquetas, ni juicios. Por pedir ayuda cuando la necesitas y por vivir desde el corazón y no desde la mente. Eres muy valiente.

Cada vez que veo que no huyes, que sabes sostenerte en la incomodidad de tus emociones sin regodearte en ellas, pienso que eres valiente. Cuando eliges arriesgarte y hacer eso que tanto quieres y que tanto temes, cuando habitas en tu oscuridad y en tus debilidades, cuando te levantas pese a que una parte de ti no quiere, te miro y pienso: eso solo lo hacen los valientes.

Eres valiente por perdonar, por no juzgarte y por no juzgar. Eres valiente por reconocerte en el miedo y no escapar de él. Eres valiente porque te permites llorar, porque abrazas tu flaqueza y tu debilidad. Eres valiente porque no te importa equivocarte y porque aceptas que puedes fallar, porque no escoges lo fácil, ni lo seguro, ni lo cómodo. Porque, pese al miedo, confías en el poder de lo desconocido, porque quieres vivir con mayúsculas y arriesgar. Porque estás comprometido, porque has decidido jugar y no quedarte atrapado en la telaraña del miedo o de la inseguridad. Porque ves todos los desafíos como oportunidad, porque vislumbras luz entre la oscuridad. Porque tienes una enorme voluntad.

Eres muy valiente por entregarte a otra persona y permitirte la inseguridad de no controlar. Por apostar y quererlo intentar. Eres muy valiente por atreverte a amar. Por no haber cerrado tu corazón bajo llave pese a las pérdidas o las heridas que aún están por cicatrizar, por asumir el desafío que implica vivir desde la vulnerabilidad.

Valiente eres tú que has cometido la osadía de querer Vivir con mayúsculas y de verdad.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Cesar Couto

Photo by Cesar Couto

GRANDEZA

¿Por qué nos asusta tanto mostrarnos tal y como somos?

No queremos que el otro nos vea, y de esa forma, estamos impidiendo que nos quiera.

El miedo al rechazo, a ser vulnerables, el miedo al abandono, el miedo a que el otro se entere en algún momento de cómo somos en realidad y que eso no le guste, nos impide crear relaciones de verdad. No nos podemos vincular si nos escondemos, si fingimos ser salgo que no somos, si todavía tenemos miedo a no gustar. No podemos amar cuando no nos atrevemos a compartirnos enteros, con nuestras flaquezas, con nuestras sombras y con nuestras debilidades, con nuestras heridas y nuestras necesidades.

Cuando creamos relaciones en las que intentamos que el otro se quede, en las que queremos solucionar nuestros asuntos por nuestra cuenta, en las que estamos bien si el otro está bien, y mal cuando se cae, en las que nos resistimos a que el otro pueda vernos de forma completa, no estamos pudiendo conectar con el verdadero sentido del amor en pareja. Lo que generamos entonces son relaciones en las que no hay intimidad real porque hay miedo e inseguridad. No hay espacio para la entrega ni para el compromiso firme con la otra persona porque el apego y las expectativas nos han arrebatado la libertad.

Para poder amar y tener espacio para ser amados necesitamos estar en paz con todo lo que somos a nivel individual. Aceptarnos nos regala la posibilidad de poder aceptar al otro y así abrirnos a la experiencia de amar. Hace tiempo leí que cuando buscamos una pareja, buscamos a alguien que apele a nuestra grandeza y no solo alguien en quien percibirla. Y nuestra grandeza no tiene que ver con nuestras perfecciones, éstas no son las que nos hacen dignos de recibir amor. Nuestra grandeza surge de nuestras debilidades y carencias, por eso solo desde el poder y la seguridad que nos otorga la vulnerabilidad y la indefensión, podremos acceder al amor.

Para ser parte de algo más grande que el "yo", para acceder a eso tan transformador y poderoso que todos buscamos y que se esconde en el “nos”, no podemos engañar al otro haciéndole creer que somos lo que no somos, no podemos cargarle con la responsabilidad de amar lo que nosotros no nos hemos atrevido a amar. No podemos esperar que nos regale su corazón cuando el nuestro está bloqueado y tiene miedo a la indefensión que implica amar y sentir.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Alejandra Quiroz

Photo by Alejandra Quiroz