DESPRENDERSE

Ser compasivo no es el resultado de nuestro esfuerzo mental por desear lo mejor a los demás. Amar no surge como consecuencia de nuestra intención de querer al otro. No estamos en paz por haber logrado entender todo lo que nos sucede. Malgastamos mucha energía intentando ser lo que ya somos, en vez de enfocarnos en dejar ir todas las resistencias, sentimientos y capas y capas de miedo que nos impiden ver que todo eso que andamos buscando, ya existe en nuestro interior, esperando a que nos atrevamos a soltar para poder salir y brillar.

Nada de lo que en realidad somos se puede conseguir. Somos lo que permitimos y todo lo que define a nuestro Ser Superior, el amor, la compasión, la plenitud, la dicha, la paz, la serenidad, la certeza o la voluntad no surgen como resultado de nuestro esfuerzo mental y consciente, sino de nuestra capacidad para dejar ir.

Cuando nos desprendemos de la rabia y del rencor, naturalmente aparece en nosotros una sensación profunda de paz y de serenidad. Cuando dejamos ir el apego, surge, como si renaciera después de un intenso letargo, la dicha. Cuando nos desprendemos de las expectativas, dejamos espacio para que la plenitud que habita en nuestro interior despierte. Cuando dejamos ir el deseo de querer comprender al otro, empezamos a ser compasivos. Cuando soltamos y dejamos ir la culpa, nacemos a la inocencia más pura que representa lo que siempre hemos sido. Cuando dejamos ir la mente, aparece el silencio y con él, la sabiduría y la verdad. Cuando dejamos ir la duda, brota la certeza. Cuando nos desprendemos del miedo, surge el amor.

Dejar ir es entregarse por completo, sin resistencia alguna, a lo que estamos sintiendo, sea lo que sea. Es hacernos conscientes de nuestra rabia, de nuestra tristeza, de nuestra vergüenza, de nuestra frustración, de nuestra nostalgia y de nuestro vacío, de nuestro miedo o de lo que sea que estemos sintiendo, es observar y permanecer en el sentimiento sin querer que sea algo diferente de lo que es, honrándolo y respetándolo, dándole un lugar, hasta que él mismo pueda ser su otra polaridad. Hasta que se libere toda la energía que estaba contraída y prohibida, hasta que hayamos eliminado cualquier resistencia a ser en toda su expresión.

Aunque suene paradójico, desprenderse y dejar ir pasa por sostener y permitir.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Blake Wheeler

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