Mercurio retrógrado

REVISA

No tienes poder ni control sobre las experiencias de tu vida. Querer saber cuándo o cómo ocurrirá, querer entender el porqué sucedió lo que sucedió, querer dirigir tu paso por aquí son maneras de ir en contra de la propia dinámica de la vida.

Esta experiencia te pide fe y confianza ciega, te pide que abandones el deseo de intentar controlar lo que sea que intentes controlar y lo sueltes, que lo entregues, que se lo des a algo que es mucho más grande que tú y que no puedes ver, que solo puedes sentir, que únicamente puedes percibir en tu interior con los ojos cerrados.

Aceptar que no tienes el control no significa que no tengas poder, porque sí que lo tienes, pero ese poder no está en las experiencias, está en tu mente. Allí eres libre y capaz.

Tu mente es el único lugar donde sí puedes tener el control. Tienes capacidad infinita para elegir qué tipo de pensamientos depositas en tu mente, en qué quieres creer y qué tipo de energía quieres que los impulsen, miedo o amor. La conexión con tu poder mental es lo que va a hacer que todas esas experiencias que intentabas controlar desde la ansiedad y el miedo, puedan cambiar.

Revisa lo que piensas, desde dónde piensas, lo que da origen a tus pensamientos. Revisa la información que consumes, si le aporta valor a tu vida o por el contrario se la resta. Revisa tus creencias, mira si hay amor en ellas. Ve al cuerpo, él te va a indica cuál es la vibración de tus pensamientos. Es en tu mente donde puedes comenzar a hacer cambios, cada vez que eliges pensar en amor en vez de en miedo estás elevando tu vibración, estás sanando, estás tomando el control.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Lucas Gallone


RUIDO

Mentalizar la vida es peligroso. Intentar entenderlo todo, también. Cuando nos relacionamos con esta experiencia desde la mente que piensa, corremos el riesgo de sentirnos separados y vacíos.

Con la mente creamos miedo, juicio y expectativas, nos alejamos del presente, divagamos, suponemos, y nos autoengañamos creyendo que tenemos el control, que disponemos de poder para dirigir nuestra vida, cuando en realidad nuestro verdadero poder no es otro que el de soltar la mente, ponernos a un lado y permitir que la vida sea como tiene que ser.

Esa mente ruidosa, controladora, esa mente que murmura, que divaga, que cree que sabe, que presupone, que llega a conclusiones, esa mente que habla y habla, que quiere tener el control, debe morir. Y darle muerte es aprender a silenciarla. A mirarla sin regalarle ninguna reacción por nuestra parte, porque cuando dejamos de creernos lo que nos dice y simplemente la observamos, abrimos las puertas para nuestra transformación. Dejamos de intervenir y comenzamos a permitir. Dejamos de controlar y de generar ansiedad y empezamos a sentirnos en paz. Abandonamos lo que será y vivimos en presencia con lo que es.

El silencio de nuestra mente nos permite recuperar la atención en el presente, nos da la posibilidad de soltar y de fluir con la vida. Nos regala claridad, quietud, certeza, dirección, milagros y sabiduría.

Si somos capaces de mirar lo que pensamos, y lo somos, habremos conquistado nuestro corazón y le daremos alas a nuestra energía femenina.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Adli Wahid

REVISA

Nos hemos creído que podemos controlar nuestras experiencias. Que juzgar los actos de los otros es algo normal. Juzgamos sin ni siquiera pararnos a respirar y a sentir lo que estamos haciendo. Nos hemos creído que la vida es difícil, que existe lo bueno y lo malo. Que lo científico y lo empírico pueden ir por delante de lo espiritual. Nos hemos creído que juzgarnos a nosotros mismos es lo normal. Que en esta vida hay que luchar, que nadie regala nada, que no te puedes fiar del que tiene mucho, que somos pecadores y que todos tenemos una cruz. Nos hemos creído que no se puede tener todo en la vida y que si las cosas van bien tendrá que ocurrir algo malo para equilibrar.

Nos hemos creído que estamos separados de los demás, que lo que les ocurre no tiene nada que ver con nosotros porque nosotros “no somos así”, porque somos diferentes, más sabios, mejores personas, más evolucionados. Tampoco participamos de lo que ocurre fuera o de la oscuridad que inunda las jerarquías y los sistemas. Nos hemos creído que no tenemos ninguna responsabilidad.

Nos hemos creído que los hombres no lloran, que sentir no es importante y que si nos lo permitimos solo puede ser para un rato, no vaya a ser que perdamos el control y nuestra vulnerabilidad se abra paso. Nos hemos creído que lo bueno está por llegar, que esta experiencia está hecha a base de pruebas que tenemos que pasar. Nos hemos creído que tenemos capacidad para ayudar porque seguimos sin estar preparados para servir. Nos hemos creído que la compasión solo la experimentan las personas que están “muy elevadas”, así no tenemos que dejar de empatizar.

Nos hemos creído que somos culpables, que no somos dignos, que no nos podemos relajar. Sin pestañear, nos hemos creído el discurso, el miedo y el ruido de nuestra mente. Nos lo hemos creído sin darnos la oportunidad de cuestionar, de poner lo que pensamos en frente y mirarlo sin reaccionar, de revisar nuestras creencias y de elegir con responsabilidad qué pensamientos queremos que vivan en nuestro interior.

Necesitamos dejar de creernos nuestras creencias o por lo menos replanteárnoslas y verlas de nuevo, porque la mayoría de ellas son solo miedo, están enfermas y una creencia enferma no necesita que la creas, necesita que la sanes.

Cuantas menos creencias alberguemos, más libres seremos.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Mateusz Klein