GRACIAS

Pese a mis miedos y resistencias, pese a mis intentos de control, siempre he sido una persona habituada a cambiar de piel y a utilizar las experiencias de la vida como medios para transformarme y crecer. Si alguien me hubiese dicho al terminar mi carrera que hoy iba a estar aquí sentada escribiendo, después de todos los giros, muchos de ellos radicales, que ha ido dando mi vida, no hubiese sido capaz de creerlo. Todavía a veces me cuesta aceptar la idea de que mi paso por aquí no tiene que ver con lo que yo hago, ni con mi acción ni con mi capacidad para luchar, sino con la habilidad de estar disponible para que la vida, a través de mí, se pueda cumplir.

Quizá el ámbito profesional haya sido el área donde más consciente he sido de lo importante que es transformar trabajo en servicio. Quizá el ámbito profesional haya sido el área de mi vida donde más he podido ver que no programarla es lo que la convierte en un lugar mágico y milagroso. En una experiencia ilimitada y poderosa.

Cuando dejé mi trabajo para dedicarme a "la terapia" lo hice porque tuve una fe ciega en lo que sentía y en mi intuición. No tenía la más mínima idea de lo que vendría después, solo jugaba a imaginar escenarios como si fuera una niña pequeña y quizá por esa capacidad que, pese al miedo, tuve para entregarme, para confiar y para dejar que la vida hiciera a través de mí, puedo plantearme hoy un nuevo reto.

Durante estos años y gracias a ti, no solo he crecido sino que además he podido sentir que estoy donde tengo que estar. Hoy, gracias a tu fidelidad, a tus muestras de cariño y a la implicación y entusiasmo que has puesto en tus procesos de sanación, yo puedo hacer otro cambio de piel y ampliar mi servicio.

En los próximos meses vamos a modificar la página web para que tú y yo podamos interactuar de una forma más directa y para que puedas acceder con mayor facilidad a mis actividades. Además, y con el fin de compartir más contenidos, de que pueda llegar a más personas y de fomentar la autogestión en la que creo firmemente, voy a ampliar el tiempo que dedico a los cursos y talleres, a escribir y a divulgar información. También el tiempo que me dedico a mí y a cuidar de mis necesidades.

Tengo miedo y también mucha ilusión por ver lo que me trae esta nueva etapa en la que me encantaría seguir contando contigo.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Stephanie Greene

DERRUMBAR

Desde hace tiempo estamos asistiendo al derrumbamiento y muerte de estructuras sociales y políticas que ya no sirven, que contienen mucha oscuridad y que están obsoletas y caducas. Desde hace años, ese derrumbamiento que podemos ver fuera también está ocurriendo en nuestro interior, y es ahora cuando parece que esa estructura de la que nos queremos deshacer, pero en la que seguimos sosteniéndonos, nos está mostrando toda su oscuridad para ver si así reaccionamos y, de una vez por todas, le decimos adiós. Esta es la razón por la que percibimos tanta incomodidad, tanto miedo y tanta limitación. Por eso, salen a la luz memorias del pasado y patrones cristalizados de culpa y de miedo, resistencias y mucha rigidez.

Todos estamos dando muerte a relaciones, a trabajos, a formas de vida, a creencias, a estructuras que no se corresponden ni con nuestras necesidades más íntimas ni con las personas en las que nos estamos convirtiendo, y en estos momentos de tanta fricción interna, de tanta tensión para muchos, es importante que recuerdes que si te atreves a dejar ir, a dar muerte a eso que sabes desde el fondo de tu corazón que tiene que morir, renacerás y serás más libre, más poderoso, más tú.

En estos momentos de tanta limitación, de no saber qué hacer ni hacia donde ir, recuerda que todo, absolutamente todo busca que te puedas cumplir, que puedas expresar al máximo tu potencialidad y tu luz. Recuerda que siempre eres guiado y que si no sabes el camino, puedes pedir dirección.

En estos momentos tan únicos y transformadores, recuerda que no hay nada fuera, que tú eres el responsable de tu vida y que cuando te asumes, tomas las riendas y, pese al miedo, dices “no” a lo que ya no te representa, estás regresando a casa, a tu hogar, a la consciencia de que eres un ser sagrado y completo.

Sé que muchos estamos percibiendo con intensidad la muerte definitiva de eso que nos impide ser quienes realmente somos. Sé que muchos ya han dicho adiós a esas viejas estructuras, trabajos, vínculos o formas de vivir y sé también que otros muchos nunca se atreverán a hacerlo. Y tanto unos como otros formamos parte de un gran cambio de paradigma social. Todos estamos participando desde nuestro interior en esta muerte colectiva que dará nacimiento a nueva sociedad.

Que en este tiempo de profunda transformación, la confianza y el amor inunden nuestros corazones y la claridad y la certeza iluminen nuestras mentes.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Peter Lam

QUE YO PUEDA

Que yo pueda dejar de creer en el miedo. Que pueda no volver a reaccionar ante él.

Que yo tenga suficiente valentía como para mirar lo que siento y afrontarlo sin límites, ni juicios, ni intentos de control. Que pueda sentir todo lo que siento y encontrar así paz y sosiego en mi interior.

Que yo pueda dejar de desear desde el miedo. Que pueda estar abierta y disponible para recibir. Que pueda liberarme del apego y del intento de control.

Que yo pueda desidentificarme de lo que creo. Que pueda dejar de someterme a lo que pienso y tener espacio para escuchar a mi corazón.

Que yo pueda confiar. Que mis heridas no me impidan entregarme y amar.

Que yo pueda apreciar la vida y dejar a un lado los juicios y las quejas. Que encuentre la suficiente fuerza dentro de mí como para dejar de sentirme una víctima y aceptar que soy responsable de mi vida y que todo depende de mí.

Que yo pueda dejar a un lado el ego y con humildad, permitir que mi divinidad lleve las riendas.

Que yo pueda desprenderme de la culpa y aprender a perdonarme. Que sea capaz de regularme, de saber decir “no” y de respetarme.

Que yo pueda tener capacidad para aceptar. Que mi fe sea lo suficientemente grande como para sentir certeza interna aunque con mis ojos no sea capaz de ver.

Que yo pueda vivir sintiendo compasión, sin juzgar a los otros, sin creerme diferente. Que yo pueda respetar sus procesos y sus elecciones. Que yo pueda dejar de someterme a su miedo. Que pueda reconocerme como un ser libre, soberano y completo.

Que yo pueda darme lo que necesito. Que pueda dejar de ponerme trajes, de fingir, de ocultar mi vulnerabilidad, mis lágrimas y mis debilidades. Que yo nunca más me deje para otro momento. Que sea capaz que apostar por mí.

Que yo pueda dar, y que pueda hacerlo sin esperar recibir.

Que yo pueda dejar de verme como un individuo separado. Que pueda aceptar que estamos conectados y que es momento de dejar de mirar solo por mí, de responsabilizarme y de empezar a mirar por todos.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Arifur Rahman



REVISA

Nos hemos creído que podemos controlar nuestras experiencias. Que juzgar los actos de los otros es algo normal. Juzgamos sin ni siquiera pararnos a respirar y a sentir lo que estamos haciendo. Nos hemos creído que la vida es difícil, que existe lo bueno y lo malo. Que lo científico y lo empírico pueden ir por delante de lo espiritual. Nos hemos creído que juzgarnos a nosotros mismos es lo normal. Que en esta vida hay que luchar, que nadie regala nada, que no te puedes fiar del que tiene mucho, que somos pecadores y que todos tenemos una cruz. Nos hemos creído que no se puede tener todo en la vida y que si las cosas van bien tendrá que ocurrir algo malo para equilibrar.

Nos hemos creído que estamos separados de los demás, que lo que les ocurre no tiene nada que ver con nosotros porque nosotros “no somos así”, porque somos diferentes, más sabios, mejores personas, más evolucionados. Tampoco participamos de lo que ocurre fuera o de la oscuridad que inunda las jerarquías y los sistemas. Nos hemos creído que no tenemos ninguna responsabilidad.

Nos hemos creído que los hombres no lloran, que sentir no es importante y que si nos lo permitimos solo puede ser para un rato, no vaya a ser que perdamos el control y nuestra vulnerabilidad se abra paso. Nos hemos creído que lo bueno está por llegar, que esta experiencia está hecha a base de pruebas que tenemos que pasar. Nos hemos creído que tenemos capacidad para ayudar porque seguimos sin estar preparados para servir. Nos hemos creído que la compasión solo la experimentan las personas que están “muy elevadas”, así no tenemos que dejar de empatizar.

Nos hemos creído que somos culpables, que no somos dignos, que no nos podemos relajar. Sin pestañear, nos hemos creído el discurso, el miedo y el ruido de nuestra mente. Nos lo hemos creído sin darnos la oportunidad de cuestionar, de poner lo que pensamos en frente y mirarlo sin reaccionar, de revisar nuestras creencias y de elegir con responsabilidad qué pensamientos queremos que vivan en nuestro interior.

Necesitamos dejar de creernos nuestras creencias o por lo menos replanteárnoslas y verlas de nuevo, porque la mayoría de ellas son solo miedo, están enfermas y una creencia enferma no necesita que la creas, necesita que la sanes.

Cuantas menos creencias alberguemos, más libres seremos.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Mateusz Klein

NO TENGAS MIEDO

No tengas miedo. Que no te asuste sentir y hacerlo con toda la intensidad y ganas que necesites. Si te regalé sentimientos fue para que los abrazaras y los permitieras ser. Si te di capacidad para sentir fue porque esa es la vía para encontrar paz, amor y plenitud. Cuando sientes, yo estoy ahí.

No tengas miedo. Confía en mí. Estoy sosteniéndote, nunca dejé de hacerlo. Dame eso a lo que te estás aferrando, a lo que te estás apegando. Entrégamelo, si me dejas, yo me encargo. No te asustes, soltar el control en realidad solo es dármelo. Solo es confiar en que yo me puedo ocupar de ti. No puedo fallarte porque te amo, porque tú formas parte de mí. Suelta, abandona la carga. Mi espalda es fuerte y mis recursos ilimitados.

No tengas miedo. Me gustaría ver que has dejado de juzgarte. Yo no lo hago. No puedo y cuando te veo enredado en tu mente, criticándote, solo quiero que vuelvas a ser un niño y que te trates como yo te trato, que te ames como yo te amo.

No tengas miedo. Te di libre albedrío para que puedas elegir tus pensamientos. No sigas pensando miedo, esa elección tiene consecuencias que no son buenas para ti. Honra tu poder, no lo malgastes. Eres tú quien crea la realidad. Yo hice mi parte creándote.

No tengas miedo. Puedes relajarte, descansar. Puede ser imperfecto. Puedes porque yo te quiero. Porque nunca te podré abandonar, porque hacerlo sería como desprenderme de una parte de mí y yo soy completo. Porque lo que tú llamas imperfección solo guarda mi reflejo.

No tengas miedo. Abre tus brazos. Permítete recibir. Yo sé que lo mereces todo. Nunca hubo ni habrá otra opción. Tú formas parte de mí. Yo doy incesante y constantemente para que tú puedas recibir. Para que después, cuando recuerdes que lo tienes todo dentro, puedas dar, crecer y compartir.

No tengas miedo. ¿Por qué te asusta brillar? Tienes dones y talentos. Eres luz aunque tú a veces creas que en ti solo hay oscuridad. Yo quiero verte disfrutar, quiero que exprimas todo ese potencial. Que creas en ti con la misma fe con la que yo lo hago. Quiero verte brillar porque así tu vida cobrará sentido y porque así yo podré seguir creciendo gracias a ti. Ya sabes, ese flujo constante de dar y recibir.

No te puedo obligar a que confíes en mí ni a que me dejes a cargo de tu cuidado, pero yo siempre estaré aquí, a tu lado, esperando el día en que te permitas coger mi mano.

De “Papá Universo” para ti. ©

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Liane Metzler

PREPARADO PARA RECIBIR

Estás preparado para recibir cuando has dejado de juzgarte y de querer ser alguien diferente de quien en realidad eres. Cuando no cuestionas tu inocencia y no dudas de que mereces. Cuando estás conectado, seas hombre o mujer, a tu energía femenina. Cuando incorporas a tu vida el placer, el juego, el disfrute y la entrega y sacas de ella el sufrimiento, el sacrificio, el sobreesfuerzo y la lucha. Cuando habitas en el presente y no te preocupas por el futuro.

Estás preparado para recibir cuando has encontrado “hogar” dentro de ti. Cuando hay paz y sosiego en tu casa interna, cuando te has liberado del ruido y del murmullo mental. Cuando has dejado de tenerle miedo a tu miedo. Cuando ya no necesitas controlar. Cuando has sido capaz de dirigir tu mirada dentro y de ocuparte de ti. Cuando eres humilde y aceptas ayuda. Cuando has hecho las paces con tu energía masculina, con tu padre, con el biológico y con el divino. Cuando entiendes que si no eres valiente y te atreves a abrirle los brazos a la vida y permitir que te dé lo que te pertenece, no tendrás nada para compartir.

Estás preparado para recibir cuando aceptas que eres hijo de algo más grande. Cuando sientes pertenencia. Cuando no te genera incomodidad que te den las gracias, que te valoren, que te regalen o que te reconozcan. Cuando practicas el autocuidado. Cuando no dudas de que lo tienes todo dentro. Cuando lo aceptas con alegría. Cuando das por hecho que tus deseos son órdenes para el Universo. Cuando has eliminado de tu mente la idea de que si recibes, estarás en deuda.

Saber recibir es el único medio para que podamos dar. Es la forma que tenemos de honrar a nuestra divinidad. Permitirnos ser niños, inocentes, merecedores y dignos, con los brazos abiertos para recibir es lo que nos permitirá cumplir con nuestro propósito de vida. Es lo que nos permitirá entregarnos y dar sin ninguna condición.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Jared Erondu

CON CARIÑO

Tenemos facilidad para ver lo que no funciona en nosotros y eso, si lo entendemos como un medio para aprender a amarnos y a recuperar la consciencia de que somos seres completos, está bien. Darnos cuenta de lo que no nos gusta de nosotros mismos, responsabilizarnos de nuestra oscuridad y de los aspectos más carentes de nuestra personalidad nos puede ayudar a crecer, a transformarnos y a evolucionar, pero a veces, prestamos tanta atención y dedicamos tanto trabajo a cambiar lo que nos avergüenza y lo que rechazamos de nosotros mismos, que nos olvidamos de que también somos y tenemos luz. Nos olvidamos de nuestros dones y talentos, de nuestros logros, de nuestras virtudes y de nuestras capacidades. Nos creemos incompletos y eso hace que depositemos nuestra fe en la culpa y en el miedo.

No podemos confundir reconocimiento y valía con soberbia y ego. Necesitamos equilibrar y dejar de prestar tanta atención a lo que no funciona en nosotros, dejar de juzgarnos y de hacernos daño para atrevernos a mirarnos con afecto y con cariño.

Tengo oscuridad, como tú y como todo el mundo. Cuando me asusto, me pongo rígida y desconfío, a veces soy cuadriculada y muy reactiva. A veces siento ira y rabia, me castigo y sufro mucho. A veces no quiero volver a salir de la cama, no quiero seguir, ni recuperarme ni volver a empezar. A veces mi fe se tambalea tanto que me hace temblar, a veces no me gusto nada y me siento muy frustrada por no lograr lo que quiero, a veces, aunque esté agotada, priorizo el deber a mi necesidad, pero además de eso, tengo una voluntad de hierro, soy capaz de acceder al dolor con facilidad y sostenerlo. Me río a carcajadas por tonterías y a veces por nada. Nunca camino de puntillas, vivo cualquier experiencia con pasión y con intensidad. Soy curiosa hasta decir basta. Lloro leyendo un libro y me emociono viendo a dos ancianos besándose y haciéndose mimos. Mi mente es rápida. Soy seria y disciplinada cuando toca y un poco descerebrada cuando me da la gana. Soy muy cariñosa y por elección poco empática. Prefiero sentir compasión aunque no entienda nada. No me asusta sentir ni vivir siendo vulnerable. Me gusta no encasillarme. Todo lo que hago quiero que me lleve a ser cada vez más libre, sabiendo que la libertad es también mi mayor responsabilidad. He sido capaz de dejar de mendigar amor, de poner límites y de decir no. De disfrutar de mi cuerpo y de aceptarlo tal y como es. De mirar con respeto y admiración cada cicatriz que ahora define mi pecho. De darme placer, y de compartirme con otro. Tengo miedo y soy valiente. Tengo oscuridad sí, y reconocerla y trabajar en ella me ha ayudado a crecer, pero aceptar y honrar lo que me hace brillar también es mi responsabilidad.

Si nos miramos con cariño, si aceptamos y reconocemos con humildad nuestros talentos, nuestros dones y nuestro brillo, si sabemos lo que tenemos, entonces podremos compartirlo. Podremos sentir la seguridad que necesitamos para decir no al miedo y para poder ser libres y no someternos.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Romina Farias