EL CAMINO DEL ESPÍRITU

Estamos en búsqueda. Todos, en mayor o en menor medida, deseamos rescatar esa memoria de paz, plenitud y armonía que sabemos escondida en alguna parte de nuestro ser. Queremos recuperar nuestra Esencia. Hemos llegado a esta experiencia siendo seres completos que, con el paso de los años y con las constantes injerencias del miedo, dejamos de creer en nosotros y en nuestra verdadera naturaleza. Hemos perdido consciencia y nos hemos alejado de nuestro Espíritu, de lo que realmente somos.

El problema está en la manera en la que intentamos rescatarnos. Mi propósito de vida, como el de todos los seres humanos, es el de regresar al amor, es el de volver a ser lo que siempre fui, pero para lograrlo, no puedo centrarme en intentar cambiarme, en querer que mis defectos desaparezcan o en modificar todo aquello que considero un error en mí. No. Ni en ti ni en mí hay error.

En ese deseo de recuperar la plenitud y de poder vivir esta experiencia en toda su expresión y potencialidad, no podemos olvidar que regresar al amor solo puede hacerse a través del amor. Volver al Yo Soy y a la consciencia plena de que somos Espíritu, no se logra creyendo que somos defectuosos o que nos faltan partes. No se consigue huyendo de nuestra sombra o rechazando lo que sentimos. No se alcanza cuando creemos en la culpa, en el ego, y en el miedo.

El camino del Espíritu es el camino del amor y de la aceptación hacia nosotros mismos. Para regresar a casa, no tenemos que cambiar lo que somos, tenemos que abrazar, cuidar y amar todo lo que somos. Para recuperar la plenitud, necesitamos sentirnos inocentes, merecedores y dignos. Recordamos que somos Amor, y por tanto Espíritu, cuando vivimos desde la compasión hacia nosotros mismos y hacia los demás, cuando podemos ver luz en la oscuridad, cuando el agradecimiento aniquila la queja, cuando la fe y la confianza nos gobiernan, cuando dejamos de tenerle miedo al miedo, cuando vemos el regalo que supone estar aquí, en esta experiencia.

El camino del Espíritu no puede andarse cuando pretendemos cambiarnos, cuando nos tenemos miedo o cuando trabajamos sin cesar por modificarnos. Vivir siendo Espíritu es vivir siendo Amor, y el Amor no excluye ni separa, no quiere que cambies nada, tan solo quiere que te permitas ser todo lo que eres. El camino del Espíritu es el camino de la confianza sencilla y plena en lo Divino.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Nick Dunlap

Photo by Nick Dunlap

TE QUIERO

Nos cuesta la vulnerabilidad.

Abrir nuestro corazón y permitirnos ser y vivir desde ahí es un riesgo que no queremos correr. Nos resulta difícil mostrar quiénes somos desde lo que sentimos. Exponernos da miedo porque nos aleja del control. Decir te quiero asusta, a veces incluso avergüenza, porque nos coloca sin defensas ante la vida y ante los otros. Nos hemos acostumbrado a dar prioridad a lo que pensamos. La mente, aunque nos haga sufrir, es nuestra zona de confort. Hemos dejado el corazón para otro momento. Esperamos a que sean los demás los que nos muestren sus sentimientos, y mientras, nos mantenemos protegidos en nuestra burbuja de invulnerabilidad.

Sin darnos cuenta, nos hemos ido acostumbrando a los “te quiero precipitados”. A esos que solo existen cuando hay despedidas, ausencias o muertes. Nos hemos alejado de nuestro niño interno y no deberíamos dejar que eso ocurriera. No podemos esperar al momento en que ya sea demasiado tarde. Vivir desde el corazón es urgente y necesario. Y lo es porque ese es el lugar en el que habita el Alma y al abrirnos al sentir, estamos dando la bienvenida a una nueva forma de vida. Mucha más plena, fluida, y consciente. Mucho más real y con mucho más sentido.

Necesitamos más abrazos de los que nos damos, más te quieros y más besos. Necesitamos más vulnerabilidad, más vínculo, más contacto, más apertura de corazón. Necesitamos permitirnos sentir lo que sentimos, sin resistencias y sin trampas. Necesitamos descubrir el poder infinito que se esconde detrás de una vida vivida de todo corazón, y para eso, debemos evaluar y sanar nuestros miedos, todas las resistencias y corazas que nos defienden del camino del Alma.

Estamos en esta experiencia para reencontrarnos con nuestra verdadera naturaleza. Y la única forma de recordar que somos una expresión del Amor Universal es convirtiéndonos en ese Amor.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Juan Pablo Rodríguez

Photo by Juan Pablo Rodríguez

MORIR

Aprender a vivir aceptando que hoy podemos morir es el mayor de los desafíos y la mejor recompensa. Aceptar la muerte, me da como regalo poder disfrutar plenamente la vida.
— Es lo que Tú quieras y me encanta. Editorial Incipit

Nuestro ego le tiene miedo a la muerte, la niega y la rechaza, no puede aceptarla porque hacerlo supondría reconocer que no tiene el control sobre nada. Nuestra mente prefiere no asumir lo inevitable, y al hacerlo, nos incapacita para poder vivir plenamente la vida. El miedo a morir es el miedo a lo desconocido, representa nuestra resistencia a soltar el control y a confiar. Nos asusta la muerte, pero no solo la física, también la muerte de una relación, de un trabajo, de una amistad o de cualquier experiencia, nos da miedo la impermanencia de las cosas, nos da pánico el cambio, nos aterra no saber lo que vendrá después. El miedo a la muerte nos encarcela, deteriora nuestra forma de vivir la vida porque la limita y la restringe. El miedo a la muerte nos enferma y nos somete, nos impide ser libres y experimentar de forma plena.

El día muere para que nazca la noche, el invierno representa la muerte necesaria para que la primavera comience. La vida es eso, un constante ciclo en el que todos los finales son, a la vez, principios. Todo es y existe en constante transformación y cambio. Todo es un ciclo, una espiral ascendente. Es así como evolucionamos, con cada muerte se produce la alquimia de una nueva vida, de una nueva consciencia, por eso, lo que acaba es un inicio, por eso, la muerte, en realidad, no es nada.

No podremos ser libres, no podremos tener una vida plena, si antes no hemos sido capaces de dejar ir el miedo que le tenemos a la muerte, a lo desconocido y a la impermanencia. Detrás de ese miedo, nos está esperando todo lo que buscamos, todo lo que, de verdad, necesitamos. Detrás del miedo a la muerte, está escondida, agazapada, pero con sus brazos abiertos, la vida.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Jeremy Bishop

Photo by Jeremy Bishop

NADA QUE DECIR

Hace unos días, le decía a mi amiga Inés que, otros años, cuando llegaba el momento de volver a escribir la inspiración semanal, después de dos meses sin hacerlo, sentía que mi mente iba a mil por hora, que tenía muchas cosas que decir y muchos pensamientos que compartir. Sin embargo este año, esta semana, al pensar en el Inspira de hoy, en mi mente sólo aparecía un pensamiento con claridad: “no tengo nada que decir”. 

“Habla de esa ausencia, del necesario silencio, a lo mejor, en estos tiempos tan revueltos, es lo que más necesitamos para encontrar a nuestro Maestro interno”- Ésta fue la respuesta de mi amiga. Así que de eso va este Inspira, de lo que ocurre cuando te das cuenta de que tu mente no es capaz de ofrecerte ninguna certeza, cuando no tienes explicaciones, ni palabras, ni respuestas. 

Esa ha sido la tónica de mis últimos dos meses. Un verano lleno de ausencia. De ausencia de mente, de muchos “no sé” y de algunos “tal vez”. Mi constante diálogo interior por fin se ha rendido, se ha callado, ha decidido dejarme descansar y ha sido, quizá, una de las etapas más transformadoras de mi vida.

La ausencia de mente es capaz de hacernos despertar. Nos permite descubrir quiénes somos y de qué estamos hechos. Nos regala espacio para observar y no reaccionar, para saludar a nuestro maestro interno, para dejar que nuestras emociones sean tal y como son, para vernos y ver sin ningún tipo de creencia ni de juicio, sin velos y sin limitación. La ausencia de mente nos permite habitar en la certeza del presente, enraizados, conscientes de la grandiosidad del ahora. El vacío mental nos concede lucidez, y una gran plenitud interna, nos abre las puertas de la gratitud, de la compasión, del amor, de la claridad y de las certezas.

La mente es nuestro gran mecanismo de defensa. La utilizamos para protegernos del miedo que nos da lo desconocido, del fluir y de la entrega. Las explicaciones, las palabras, los razonamientos, y los debates internos nos invitan a la resistencia. A negarnos a aceptar el poder que se esconde detrás de un “no sé”.

Este tiempo me ha regalado la certeza de que todos tenemos la capacidad de sentirnos libres y plenos pese a las limitaciones, las pandemias, la incertidumbre y los miedos de fuera, pero para eso, necesitamos aquietar la mente, frenar nuestro ruido interno, cambiar palabras por silencios y comprometernos a dar autoridad al corazón y a nuestra serena y amorosa luz interna.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Jimmy Jaeh

Photo by Jimmy Jaeh



TENGO MIEDO

Este es el último Inspira hasta el mes de septiembre y ayer, cuando comencé a prepararlo, pensé en que me encantaría escribir algo que te pudiera ayudar en los momentos de oscuridad, de abatimiento o de falta de esperanza. Ayer, quería haber encontrado una frase capaz de hacer un “click” en tu cabeza y de permitirte ver con otros ojos y desde otro lugar. Sin embargo hoy, quizá por esta poderosa Luna Llena, al sentarme a escribir, me he dado cuenta de que, en los momentos de oscuridad, de abatimiento o de falta de esperanza, las frases mágicas no sirven de mucho, a veces, de casi nada. Quizá, en esos momentos, lo más importante es hacernos capaces de sostener lo que sentimos y de abrazar lo que más nos aterra. Quizá, en esos momentos, el contacto con nuestra vulnerabilidad y con lo que, en realidad somos, es lo que puede llevarnos a la paz y al sosiego interior. Y por eso yo, hoy, quiero utilizar este Inspira para compartir contigo mis miedos. Al hacerlo, los veo, creo espacio para poder abrazarlos y, poco a poco, amarlos. Y quizá, mi vulnerabilidad compartida, te pueda servir para que descubras el poder de permitir la tuya:

Tengo miedo a fracasar, a no saber escuchar mi corazón y a no poder tomar decisiones desde ahí. Tengo miedo a no ser capaz de cuidar de mí. Tengo miedo a morirme sola, y también tengo mucho miedo a sufrir por una enfermedad, tengo miedo a sentirme sometida y a no poder ser libre. Le tengo pánico a mi imperfección. Tengo miedo a relajarme y a soltar el control. Me asusta que cuiden de mí, ser valorada y apreciada y ,a la vez, tengo miedo a ser juzgada, rechazada, y abandonada. Tengo miedo a ser quien realmente soy. Tengo miedo a dudar de mis creencias, y a ver que existe otra posibilidad. Tengo miedo a aceptar que, en nada, ni siquiera en mí, hay error. Tengo miedo de no poder manifestar mis sueños. Tengo miedo a reconocer que me equivoqué y que no tengo razón. Tengo miedo a disfrutar, a ser irresponsable y a que me deje de importar lo que pueda ocurrir mañana. Tengo miedo de aceptarme tal y como soy porque si lo hago, habré conseguido amarme y en el fondo, siento que no soy digna de ese amor. Tengo miedo a no saber, a no poder responder a las expectativas de los demás, y tengo miedo a que los demás depositen sus expectativas sobre mí. Tengo miedo a no gustar y a que las personas que quiero vean mi oscuridad. Tengo miedo a ser incoherente y a no poder alinear mi corazón con mi mente. Tengo miedo a decir “sí”, por eso, casi siempre, digo “no”. Tengo miedo de que lo que enseño no sea una Verdad para mí, tengo miedo a no tener respuestas y a no saber qué decir. No le tengo miedo a la muerte, creo que le tengo mucho más miedo a vivir. Tengo miedo a las cosas que se hacen solo por placer, creo que no sé vivir sin la carga del “deber ser”, o el “tienes que”. Le tengo miedo a mi mente y terror a mi poder. Tengo miedo a lo que me susurran mis voces y a las sentencias de mi juez interior. Tengo miedo a no encontrarle sentido a esta experiencia, a no poder vincularme, a no ser capaz de abrir mi corazón. Tengo miedo a sentir miedo. Tengo miedo a la sensación de abandono que aparece en los momentos en los que no puedo ver que formo parte del Universo-Dios.

Sostener nuestro miedo nos permite crear hogar interno, nos abre las puertas del amor.

Feliz presente y muy feliz verano,

Almudena Migueláñez.

Photo by Asaf R.

Photo by Asaf R.











TIENES DERECHO

Tienes derecho a ser feliz.

También tienes derecho a estar triste, cansado y desanimado. Aunque te parezca que dadas tus circunstancias no tienes derecho a quejarte, en realidad sí lo tienes. Tienes derecho a tener un mal día, a equivocarte, a sentirte frustrado, a estar harto y a enfadarte. Tienes derecho a sentirte frágil, vulnerable y asustado. Tienes derecho a recibir ayuda y amor, a llorar y a experimentar todo lo que sientes, incluida la rabia, la ira o el rencor.

Tienes derecho a ser quien eres, a transformar tu sombra y a expandir tu luz. Tienes derecho a tener tu propio criterio y a buscar las maneras que te permitan cumplirte. Tienes derecho a decir “no”, a no tener respuestas y a no saber qué decir. Tienes derecho a cambiar de opinión.

Tienes derecho a caer y a caer otra vez. Y a levantarte y a volverte a caer. Tienes derecho al error, porque el error te permite recordar que eres un ser humano, imperfecto y perfecto a la vez.

Tienes derecho a ser libre, a no someterte y a expresarte a través de tus talentos y de tus dones. Tienes derecho a manifestar una vida saludable y próspera. Tienes derecho a recibir todo lo bueno que mereces. Tienes derecho al amor, no olvides que eso es lo único que eres.

Tienes derecho a afirmarte y a expresarte a través de tu creatividad. Tienes derecho a descansar y a relajarte. Tienes derecho a tener una buena vida, a crecer y a poder hacer realidad todos tus sueños. Tienes derecho a ejercer tu poder como co creador.

Todo aquello que es tu derecho también es tu responsabilidad. Es una invitación a que te conviertas en tu propia autoridad y a que aprendas a sostenerte, a darte lo que necesitas, a amarte y a confiar en ti.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Creedi Zhong

Photo by Creedi Zhong

RECUERDA

Recuerda que tu mente no está capacitada para darte las respuestas que andas buscando. Solo el silencio y la ausencia de pensamientos te proporcionarán el espacio que necesitas para escuchar a tu guía interna, sabia, eterna e infinita. Por eso, medita.

Recuerda que, temporalmente, estás aquí para experimentar, pero tú eres inmortal. Eres una extensión del Amor y, por eso, tu gran motivo, tu gran propósito en esta vida es el de creer con firmeza en tu verdadera naturaleza, para así, poder expandirte y servir. Recuerda que tú no estás aquí para padecer, para pasar pruebas ni para sufrir. Juega, sonríe y disfruta. Recuerda que cuanto más niño seas, más creatividad desarrollarás y más sentido encontrarás a esta experiencia.

Recuerda que cuidar de ti, atenderte, respetarte, sostenerte, responsabilizarte de tus necesidades y vivir conectado a tu vulnerabilidad representan las bases de tu hogar, y si dentro no hay una estructura, si no te habitas en paz, lo de fuera, los poderes y autoridades externas te someterán. 

Recuerda que tú eres la persona más importante de tu vida y que sin ti, no podrás. Cada vez que te criticas y te juzgas, cada vez que desconfías de ti, de tu poder y de tu valía, cada vez que te rechazas y no te escuchas estás alejándote de la posibilidad de sentirte pleno y feliz. La aceptación y el reconocimiento de ti mismo son dos requisitos imprescindibles para que tu vida, de verdad, tenga sentido. Recuerda que para que puedas dar de verdad, primero tienes que conocer lo que vas a entregar. Recuerda que no eres una media naranja, ni te faltan partes, ni necesitas de otra mitad. Eres un ser completo, has venido con todo dentro.

Recuerda que la razón de ser de tu miedo es que aprendas a dejar de creértelo y así poder transformarlo en amor. Recuerda que tu ego, tu mente y tu miedo son tu karma, por esa razón, cuánto menos te identifiques con ellos más rápidamente retornarás a la sensación de plenitud, de certeza, de sosiego y de paz interior.

Recuerda que no tienes el control sobre nada, que no puedes saber lo que ocurrirá mañana. Recuerda que solo tienes capacidad para decidir el tipo de actitud que adoptas ante cada experiencia de la vida. Recuerda que para abrirte a la posibilidad de una vida llena de milagros, primero tienes que aprender a fluir, tienes que creer sin ver. Tienes que tener fe. Una fe que mueva montañas.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Konstantin Kleine

Photo by Konstantin Kleine