Nuestro ego le tiene miedo a la muerte, la niega y la rechaza, no puede aceptarla porque hacerlo supondría reconocer que no tiene el control sobre nada. Nuestra mente prefiere no asumir lo inevitable, y al hacerlo, nos incapacita para poder vivir plenamente la vida. El miedo a morir es el miedo a lo desconocido, representa nuestra resistencia a soltar el control y a confiar. Nos asusta la muerte, pero no solo la física, también la muerte de una relación, de un trabajo, de una amistad o de cualquier experiencia, nos da miedo la impermanencia de las cosas, nos da pánico el cambio, nos aterra no saber lo que vendrá después. El miedo a la muerte nos encarcela, deteriora nuestra forma de vivir la vida porque la limita y la restringe. El miedo a la muerte nos enferma y nos somete, nos impide ser libres y experimentar de forma plena.
El día muere para que nazca la noche, el invierno representa la muerte necesaria para que la primavera comience. La vida es eso, un constante ciclo en el que todos los finales son, a la vez, principios. Todo es y existe en constante transformación y cambio. Todo es un ciclo, una espiral ascendente. Es así como evolucionamos, con cada muerte se produce la alquimia de una nueva vida, de una nueva consciencia, por eso, lo que acaba es un inicio, por eso, la muerte, en realidad, no es nada.
No podremos ser libres, no podremos tener una vida plena, si antes no hemos sido capaces de dejar ir el miedo que le tenemos a la muerte, a lo desconocido y a la impermanencia. Detrás de ese miedo, nos está esperando todo lo que buscamos, todo lo que, de verdad, necesitamos. Detrás del miedo a la muerte, está escondida, agazapada, pero con sus brazos abiertos, la vida.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.