Tienes derecho a ser feliz.
También tienes derecho a estar triste, cansado y desanimado. Aunque te parezca que dadas tus circunstancias no tienes derecho a quejarte, en realidad sí lo tienes. Tienes derecho a tener un mal día, a equivocarte, a sentirte frustrado, a estar harto y a enfadarte. Tienes derecho a sentirte frágil, vulnerable y asustado. Tienes derecho a recibir ayuda y amor, a llorar y a experimentar todo lo que sientes, incluida la rabia, la ira o el rencor.
Tienes derecho a ser quien eres, a transformar tu sombra y a expandir tu luz. Tienes derecho a tener tu propio criterio y a buscar las maneras que te permitan cumplirte. Tienes derecho a decir “no”, a no tener respuestas y a no saber qué decir. Tienes derecho a cambiar de opinión.
Tienes derecho a caer y a caer otra vez. Y a levantarte y a volverte a caer. Tienes derecho al error, porque el error te permite recordar que eres un ser humano, imperfecto y perfecto a la vez.
Tienes derecho a ser libre, a no someterte y a expresarte a través de tus talentos y de tus dones. Tienes derecho a manifestar una vida saludable y próspera. Tienes derecho a recibir todo lo bueno que mereces. Tienes derecho al amor, no olvides que eso es lo único que eres.
Tienes derecho a afirmarte y a expresarte a través de tu creatividad. Tienes derecho a descansar y a relajarte. Tienes derecho a tener una buena vida, a crecer y a poder hacer realidad todos tus sueños. Tienes derecho a ejercer tu poder como co creador.
Todo aquello que es tu derecho también es tu responsabilidad. Es una invitación a que te conviertas en tu propia autoridad y a que aprendas a sostenerte, a darte lo que necesitas, a amarte y a confiar en ti.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.