Inspira

SIN CONTROL

¿Cuántas cosas hacemos en la vida creyendo que tenemos el control? ¿Cuántas cosas alimentados por esa ilusión?

El miedo a soltar el control esconde una profunda falta de fe en lo desconocido y una gran resistencia a otorgarle los mandos de nuestra vida a la propia vida. El miedo a soltar el control responde a la negativa a dejar que todo fluya y sea tal y como es, y esa necesidad tan nuestra de querer controlar es la que nos lleva a ser esclavos de nuestra mente, aniquila nuestra libertad de elección, nos contrae y nos pone rígidos, activa la ansiedad y nos saca del momento presente y de la capacidad para vivir con plenitud lo que está ocurriendo ahora. Querer controlar desgasta, frustra y genera estrés. El miedo a soltar y a dejarnos ir representa una de las grandes trampas y defensas del ego y también una de las grandes oportunidades de aprender a vivir desde otro lugar, mucho más libre y consciente. Mucho más lúcido y poderoso.

La realidad es que, con independencia de lo que nos diga nuestro murmullo mental, ninguno de nosotros tiene el control sobre ningún aspecto de nuestra experiencia y eso, cuando tenemos la humildad de aceptarlo, se convierte en el mayor regalo que nos hace la vida.

Si somos capaces de no creer lo que nos dice nuestra mente, podremos asumir el desafío de vivir sin intentar controlar, de vivir sin expectativas. Si tenemos la humildad de decirle a nuestro Ser Superior: "eres tú quien dirige, no yo", entonces podremos disfrutar de una vida llena de milagros, en la que no hay prisa por el futuro ni necesidad de que las cosas sean diferentes de como son. Una vida en la que no habrá espacio para la ansiedad, pero sí para la plenitud y la paz.

Cuanto antes asumamos que no tenemos el control, antes podremos comenzar a vivir. Cuanto antes nos dejemos ir, antes nos podremos cumplir. Cuanto antes elijamos, pese al miedo, confiar en que la vida sabe lo que hace, antes veremos manifestados nuestros sueños, y quizá, muchos más.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez

Photo by Charlie Costello

Photo by Charlie Costello

DESPRENDERSE

Ser compasivo no es el resultado de nuestro esfuerzo mental por desear lo mejor a los demás. Amar no surge como consecuencia de nuestra intención de querer al otro. No estamos en paz por haber logrado entender todo lo que nos sucede. Malgastamos mucha energía intentando ser lo que ya somos, en vez de enfocarnos en dejar ir todas las resistencias, sentimientos y capas y capas de miedo que nos impiden ver que todo eso que andamos buscando, ya existe en nuestro interior, esperando a que nos atrevamos a soltar para poder salir y brillar.

Nada de lo que en realidad somos se puede conseguir. Somos lo que permitimos y todo lo que define a nuestro Ser Superior, el amor, la compasión, la plenitud, la dicha, la paz, la serenidad, la certeza o la voluntad no surgen como resultado de nuestro esfuerzo mental y consciente, sino de nuestra capacidad para dejar ir.

Cuando nos desprendemos de la rabia y del rencor, naturalmente aparece en nosotros una sensación profunda de paz y de serenidad. Cuando dejamos ir el apego, surge, como si renaciera después de un intenso letargo, la dicha. Cuando nos desprendemos de las expectativas, dejamos espacio para que la plenitud que habita en nuestro interior despierte. Cuando dejamos ir el deseo de querer comprender al otro, empezamos a ser compasivos. Cuando soltamos y dejamos ir la culpa, nacemos a la inocencia más pura que representa lo que siempre hemos sido. Cuando dejamos ir la mente, aparece el silencio y con él, la sabiduría y la verdad. Cuando dejamos ir la duda, brota la certeza. Cuando nos desprendemos del miedo, surge el amor.

Dejar ir es entregarse por completo, sin resistencia alguna, a lo que estamos sintiendo, sea lo que sea. Es hacernos conscientes de nuestra rabia, de nuestra tristeza, de nuestra vergüenza, de nuestra frustración, de nuestra nostalgia y de nuestro vacío, de nuestro miedo o de lo que sea que estemos sintiendo, es observar y permanecer en el sentimiento sin querer que sea algo diferente de lo que es, honrándolo y respetándolo, dándole un lugar, hasta que él mismo pueda ser su otra polaridad. Hasta que se libere toda la energía que estaba contraída y prohibida, hasta que hayamos eliminado cualquier resistencia a ser en toda su expresión.

Aunque suene paradójico, desprenderse y dejar ir pasa por sostener y permitir.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Blake Wheeler

Photo by Blake Wheeler

VALIENTE

Valiente. Eres muy valiente por atreverte a sentir lo que sientes sin ponerle etiquetas, ni juicios. Por pedir ayuda cuando la necesitas y por vivir desde el corazón y no desde la mente. Eres muy valiente.

Cada vez que veo que no huyes, que sabes sostenerte en la incomodidad de tus emociones sin regodearte en ellas, pienso que eres valiente. Cuando eliges arriesgarte y hacer eso que tanto quieres y que tanto temes, cuando habitas en tu oscuridad y en tus debilidades, cuando te levantas pese a que una parte de ti no quiere, te miro y pienso: eso solo lo hacen los valientes.

Eres valiente por perdonar, por no juzgarte y por no juzgar. Eres valiente por reconocerte en el miedo y no escapar de él. Eres valiente porque te permites llorar, porque abrazas tu flaqueza y tu debilidad. Eres valiente porque no te importa equivocarte y porque aceptas que puedes fallar, porque no escoges lo fácil, ni lo seguro, ni lo cómodo. Porque, pese al miedo, confías en el poder de lo desconocido, porque quieres vivir con mayúsculas y arriesgar. Porque estás comprometido, porque has decidido jugar y no quedarte atrapado en la telaraña del miedo o de la inseguridad. Porque ves todos los desafíos como oportunidad, porque vislumbras luz entre la oscuridad. Porque tienes una enorme voluntad.

Eres muy valiente por entregarte a otra persona y permitirte la inseguridad de no controlar. Por apostar y quererlo intentar. Eres muy valiente por atreverte a amar. Por no haber cerrado tu corazón bajo llave pese a las pérdidas o las heridas que aún están por cicatrizar, por asumir el desafío que implica vivir desde la vulnerabilidad.

Valiente eres tú que has cometido la osadía de querer Vivir con mayúsculas y de verdad.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Cesar Couto

Photo by Cesar Couto

GRANDEZA

¿Por qué nos asusta tanto mostrarnos tal y como somos?

No queremos que el otro nos vea, y de esa forma, estamos impidiendo que nos quiera.

El miedo al rechazo, a ser vulnerables, el miedo al abandono, el miedo a que el otro se entere en algún momento de cómo somos en realidad y que eso no le guste, nos impide crear relaciones de verdad. No nos podemos vincular si nos escondemos, si fingimos ser salgo que no somos, si todavía tenemos miedo a no gustar. No podemos amar cuando no nos atrevemos a compartirnos enteros, con nuestras flaquezas, con nuestras sombras y con nuestras debilidades, con nuestras heridas y nuestras necesidades.

Cuando creamos relaciones en las que intentamos que el otro se quede, en las que queremos solucionar nuestros asuntos por nuestra cuenta, en las que estamos bien si el otro está bien, y mal cuando se cae, en las que nos resistimos a que el otro pueda vernos de forma completa, no estamos pudiendo conectar con el verdadero sentido del amor en pareja. Lo que generamos entonces son relaciones en las que no hay intimidad real porque hay miedo e inseguridad. No hay espacio para la entrega ni para el compromiso firme con la otra persona porque el apego y las expectativas nos han arrebatado la libertad.

Para poder amar y tener espacio para ser amados necesitamos estar en paz con todo lo que somos a nivel individual. Aceptarnos nos regala la posibilidad de poder aceptar al otro y así abrirnos a la experiencia de amar. Hace tiempo leí que cuando buscamos una pareja, buscamos a alguien que apele a nuestra grandeza y no solo alguien en quien percibirla. Y nuestra grandeza no tiene que ver con nuestras perfecciones, éstas no son las que nos hacen dignos de recibir amor. Nuestra grandeza surge de nuestras debilidades y carencias, por eso solo desde el poder y la seguridad que nos otorga la vulnerabilidad y la indefensión, podremos acceder al amor.

Para ser parte de algo más grande que el "yo", para acceder a eso tan transformador y poderoso que todos buscamos y que se esconde en el “nos”, no podemos engañar al otro haciéndole creer que somos lo que no somos, no podemos cargarle con la responsabilidad de amar lo que nosotros no nos hemos atrevido a amar. No podemos esperar que nos regale su corazón cuando el nuestro está bloqueado y tiene miedo a la indefensión que implica amar y sentir.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Alejandra Quiroz

Photo by Alejandra Quiroz

EL CUERPO DEL DOLOR

Sentir duele. Da mucho miedo.Ignoramos lo que sentimos, lo mentalizamos, lo juzgamos, lo rechazamos, lo intentamos comprender, y así, poco a poco, año tras año, vida tras vida, vamos construyendo nuestro cuerpo de dolor. Un enorme depósito de emociones bloqueadas, sentimientos prohibidos, vergüenzas reprimidas, heridas abiertas, miedos, culpas, frustraciones y rencores que nunca nos permitimos y que, sin duda, necesitamos atrevernos a sentir para poder ser libres, porque nuestro cuerpo de dolor, toda esa memoria de sentimientos no sentidos se proyecta en nuestras vidas recordándonos que solo cuando nos arriesgamos a transitar por nuestras sombras, podremos encontrar de nuevo nuestra luz.

No hemos sido educados para sentir, para hacer real el dolor o el miedo sino para cambiar lo que sentimos, para esforzarnos en construir una personalidad adecuada y compatible con lo que "debemos de ser" y eso, indudablemente, nos ha ido alejando de nuestro poder y de nuestra capacidad para responsabilizarnos de nosotros mismos, de lo que sentimos y de lo que somos. No sentirnos nos ha impedido amarnos.

Y yo estos días, en los que he transitado por mi herida -bendita Luna Llena- y he hecho reales en mi cuerpo sentimientos enormes de dolor, de tristeza, de muerte, de soledad y de pérdida, me he dado cuenta de que sentir duele, duele mucho, pero también transforma y libera. Me ha hecho volver a sentir que estoy viva, que estoy llena. Mi miedo inconsciente a sentir dolor había bloqueado mi corazón. Mi miedo guardado e inconsciente a la muerte, a la pérdida, de alguna manera, me había sacado de la vida. Con la mente, siempre he sabido que la luz espera a que abracemos la oscuridad para poder verla. Soltar la mente y transitar por esa oscuridad, por esas emociones que estaban tan guardadas, que son tan intensas y dolorosas, y hacerlo solo sintiendo con el cuerpo, con los sentidos, con la piel, con la respiración ha sido una de las experiencias más poderosas y reveladoras de mi vida.

Hacernos el regalo de sentir sin límites, de honrar y abrazar nuestra herida, de convertirla en sagrada, de amar todo lo que somos, de permitirnos ser desde la vulnerabilidad es quizá uno de los mayores desafíos de nuestra vida. También es, seguro, lo que nos conducirá a liberar nuestros demonios y lo que nos permitirá volver a sentir que somos Luz.

Kafka decía que al amar es probable que perdamos, pero al final, el amor volverá.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Volkan Olmez

Photo by Volkan Olmez

QUIERO

Quiero que te atrevas a sentir lo que sientes, que no te tengas miedo, que no niegues tus emociones y que no te dejes para otro momento. Quiero que te quieras, que te reconozcas tal y como eres. Quiero que te permitas ser esa persona maravillosa que yo veo en ti y que tú, muchas veces, no aprecias y no valoras. Quiero que te honres, que te coloques en el lugar que te corresponde, que no tengas miedo a decir lo que piensas, lo que sientes, lo que eres. Quiero que nunca digas sí por miedo a decir no. Quiero que no renuncies a ti, que no te ataques, que nunca te menosprecies, que te pongas en valor.

Quiero que seas agua, que fluyas, que no te resistas, que estés cómodo habitándote en tu vulnerabilidad, que conviertas tu herida en sagrada, que integres tu dolor y respetes tu tristeza, tu rabia o tu ira igual que abrazas tu alegría, tu plenitud o tu paz. Quiero que te escuches y que no vuelvas a decirte que no puedes, que es difícil o que no te lo mereces. Quiero verte libre, quiero que arriesgues y que lo intentes. El no siempre lo tienes. Quiero que confíes en ti, que no te permitas ser víctima y que no te creas los juicios ni la culpa.

Quiero que no renuncies a lo que sueñas, y que te permitas recibir tus deseos con inocencia. Quiero que elijas lo que es bueno para ti y lo que necesitas. Quiero que des solo cuando lo sientes, que no esperes nada y que no tengas expectativas. Quiero que seas muy feliz y que elijas pensar y creer aquello que te hace bien. Quiero que conectes con tu luz interna y que puedas ver tu enorme poder. Quiero que recuperes tu creatividad, tu curiosidad, tu inocencia y tu capacidad para sorprenderte. Quiero que reconozcas tus talentos y tus dones. Quiero que te cumplas y que puedas desarrollar toda tu potencialidad.

Quiero que ames sin necesidad. Que ames libre y de verdad. Quiero que te amen, que te cuiden, que te abracen, que te toquen, que sientas placer y gozo. Quiero que encuentres sentido, que aceptes y que te aceptes. Que estés en paz con tus errores y con tus equivocaciones. Quiero que te hables bonito, que te des cariño y mimos. Quiero que encuentres descanso en ti mismo y que te responsabilices de la capacidad que tienes para crear tu realidad.

Quiero que no te sometas, que puedas elegir amor en vez de miedo, que pienses con libertad. Quiero que no te conviertas en lo que los demás esperan de ti. Quiero que vivas esta vida siendo quien realmente eres, porque cuanto más seas tú, más luz tendrás para compartir.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Ifan Bima

Photo by Ifan Bima

ACEPTA TU LUZ

Hoy escribí a un amigo para felicitarle la Pascua de Resurrección. Me respondió sorprendido que "no sabía que yo fuese creyente”. Su respuesta me hizo pensar sobre lo apegados que muchas veces estamos a nuestras creencias y cuánto nos identificamos con los juicios de nuestra mente. Yo creo en todo aquello que me da la oportunidad de reencontrarme conmigo misma y con la luz que habita en mi interior. Creo en cualquier herramienta que la Vida pone a mi disposición para empoderarme y ser capaz de desprenderme del miedo. Creo en todo lo que despierta un sentimiento elevado dentro de mi corazón.

Me fascina el lenguaje simbólico de la Astrología, la energía disponible que tenemos con cada Solsticio y Equinoccio y el mensaje de Un Curso de Milagros o de la Kabbalah. La invitación del Budismo a practicar la compasión me ha ayudado a descubrir que soy capaz de sentir amor por personas que con mi ego siempre he juzgado. Las celebraciones como la Navidad, el Día de Muertos, la Luna Wesak o la Semana Santa las veo y me gusta vivirlas como portales que tengo a mi disposición para, más allá de mis creencias, adentrarme en el mundo de lo espiritual, que no es otro que el de la conexión con mi Luz interna.

Para mí, la Semana Santa siempre ha sido una oportunidad para la introspección, el silencio y la revisión. Y estos días, en los que he estado muy desconectada de lo de fuera, me he dado cuenta de muchas cosas, pero hay una, para mí muy importante, que me gustaría compartir contigo:

Siempre que tengo oportunidad y a cualquiera que me quiera escuchar le digo, con independencia del proceso en el que se encuentre, que la aceptación es el punto de partida para cualquier cosa. Repito y repito que solo aceptando todo lo que nos ocurre, nuestras emociones, nuestros miedos, nuestras heridas, solo aceptándolo todo, podremos transformarnos. Y estos días, concretamente ayer, después de un tiempo de meditación y de oración, me di cuenta de que tengo una gran capacidad para aceptar mi miedo, mi sufrimiento, mi dolor y mi oscuridad, pero que nunca me he atrevido a aceptar mi luz, a reconocer con humildad que soy Amor. Nunca, hasta ayer, me había parado a pensar en la importancia de aceptar y de darle permiso a nuestra Luz para que nos guíe y gobierne nuestra vida.

Si solo acepto mi oscuridad, únicamente estoy reconociendo una parte de mí. Si aprendo a aceptar que soy Amor, podré permitirlo y dejar espacio para que transforme mi vida. Y para mí ese es el mensaje de esta Semana Santa: aceptar la Luz que habita en mi interior, y la capacidad que tengo para amar, para ser compasiva, para no juzgar, para cumplirme y para vivir una vida plena.

Aceptar que soy Luz me permite elegirla y así renacer a ella.

¿Aceptas que eres Amor?

Feliz presente y feliz Pascua.

Almudena Migueláñez.

Photo by Zachary Young

Photo by Zachary Young