MORIR

Aprender a vivir aceptando que hoy podemos morir es el mayor de los desafíos y la mejor recompensa. Aceptar la muerte, me da como regalo poder disfrutar plenamente la vida.
— Es lo que Tú quieras y me encanta. Editorial Incipit

Nuestro ego le tiene miedo a la muerte, la niega y la rechaza, no puede aceptarla porque hacerlo supondría reconocer que no tiene el control sobre nada. Nuestra mente prefiere no asumir lo inevitable, y al hacerlo, nos incapacita para poder vivir plenamente la vida. El miedo a morir es el miedo a lo desconocido, representa nuestra resistencia a soltar el control y a confiar. Nos asusta la muerte, pero no solo la física, también la muerte de una relación, de un trabajo, de una amistad o de cualquier experiencia, nos da miedo la impermanencia de las cosas, nos da pánico el cambio, nos aterra no saber lo que vendrá después. El miedo a la muerte nos encarcela, deteriora nuestra forma de vivir la vida porque la limita y la restringe. El miedo a la muerte nos enferma y nos somete, nos impide ser libres y experimentar de forma plena.

El día muere para que nazca la noche, el invierno representa la muerte necesaria para que la primavera comience. La vida es eso, un constante ciclo en el que todos los finales son, a la vez, principios. Todo es y existe en constante transformación y cambio. Todo es un ciclo, una espiral ascendente. Es así como evolucionamos, con cada muerte se produce la alquimia de una nueva vida, de una nueva consciencia, por eso, lo que acaba es un inicio, por eso, la muerte, en realidad, no es nada.

No podremos ser libres, no podremos tener una vida plena, si antes no hemos sido capaces de dejar ir el miedo que le tenemos a la muerte, a lo desconocido y a la impermanencia. Detrás de ese miedo, nos está esperando todo lo que buscamos, todo lo que, de verdad, necesitamos. Detrás del miedo a la muerte, está escondida, agazapada, pero con sus brazos abiertos, la vida.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Jeremy Bishop

Photo by Jeremy Bishop

NADA QUE DECIR

Hace unos días, le decía a mi amiga Inés que, otros años, cuando llegaba el momento de volver a escribir la inspiración semanal, después de dos meses sin hacerlo, sentía que mi mente iba a mil por hora, que tenía muchas cosas que decir y muchos pensamientos que compartir. Sin embargo este año, esta semana, al pensar en el Inspira de hoy, en mi mente sólo aparecía un pensamiento con claridad: “no tengo nada que decir”. 

“Habla de esa ausencia, del necesario silencio, a lo mejor, en estos tiempos tan revueltos, es lo que más necesitamos para encontrar a nuestro Maestro interno”- Ésta fue la respuesta de mi amiga. Así que de eso va este Inspira, de lo que ocurre cuando te das cuenta de que tu mente no es capaz de ofrecerte ninguna certeza, cuando no tienes explicaciones, ni palabras, ni respuestas. 

Esa ha sido la tónica de mis últimos dos meses. Un verano lleno de ausencia. De ausencia de mente, de muchos “no sé” y de algunos “tal vez”. Mi constante diálogo interior por fin se ha rendido, se ha callado, ha decidido dejarme descansar y ha sido, quizá, una de las etapas más transformadoras de mi vida.

La ausencia de mente es capaz de hacernos despertar. Nos permite descubrir quiénes somos y de qué estamos hechos. Nos regala espacio para observar y no reaccionar, para saludar a nuestro maestro interno, para dejar que nuestras emociones sean tal y como son, para vernos y ver sin ningún tipo de creencia ni de juicio, sin velos y sin limitación. La ausencia de mente nos permite habitar en la certeza del presente, enraizados, conscientes de la grandiosidad del ahora. El vacío mental nos concede lucidez, y una gran plenitud interna, nos abre las puertas de la gratitud, de la compasión, del amor, de la claridad y de las certezas.

La mente es nuestro gran mecanismo de defensa. La utilizamos para protegernos del miedo que nos da lo desconocido, del fluir y de la entrega. Las explicaciones, las palabras, los razonamientos, y los debates internos nos invitan a la resistencia. A negarnos a aceptar el poder que se esconde detrás de un “no sé”.

Este tiempo me ha regalado la certeza de que todos tenemos la capacidad de sentirnos libres y plenos pese a las limitaciones, las pandemias, la incertidumbre y los miedos de fuera, pero para eso, necesitamos aquietar la mente, frenar nuestro ruido interno, cambiar palabras por silencios y comprometernos a dar autoridad al corazón y a nuestra serena y amorosa luz interna.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Jimmy Jaeh

Photo by Jimmy Jaeh



TENGO MIEDO

Este es el último Inspira hasta el mes de septiembre y ayer, cuando comencé a prepararlo, pensé en que me encantaría escribir algo que te pudiera ayudar en los momentos de oscuridad, de abatimiento o de falta de esperanza. Ayer, quería haber encontrado una frase capaz de hacer un “click” en tu cabeza y de permitirte ver con otros ojos y desde otro lugar. Sin embargo hoy, quizá por esta poderosa Luna Llena, al sentarme a escribir, me he dado cuenta de que, en los momentos de oscuridad, de abatimiento o de falta de esperanza, las frases mágicas no sirven de mucho, a veces, de casi nada. Quizá, en esos momentos, lo más importante es hacernos capaces de sostener lo que sentimos y de abrazar lo que más nos aterra. Quizá, en esos momentos, el contacto con nuestra vulnerabilidad y con lo que, en realidad somos, es lo que puede llevarnos a la paz y al sosiego interior. Y por eso yo, hoy, quiero utilizar este Inspira para compartir contigo mis miedos. Al hacerlo, los veo, creo espacio para poder abrazarlos y, poco a poco, amarlos. Y quizá, mi vulnerabilidad compartida, te pueda servir para que descubras el poder de permitir la tuya:

Tengo miedo a fracasar, a no saber escuchar mi corazón y a no poder tomar decisiones desde ahí. Tengo miedo a no ser capaz de cuidar de mí. Tengo miedo a morirme sola, y también tengo mucho miedo a sufrir por una enfermedad, tengo miedo a sentirme sometida y a no poder ser libre. Le tengo pánico a mi imperfección. Tengo miedo a relajarme y a soltar el control. Me asusta que cuiden de mí, ser valorada y apreciada y ,a la vez, tengo miedo a ser juzgada, rechazada, y abandonada. Tengo miedo a ser quien realmente soy. Tengo miedo a dudar de mis creencias, y a ver que existe otra posibilidad. Tengo miedo a aceptar que, en nada, ni siquiera en mí, hay error. Tengo miedo de no poder manifestar mis sueños. Tengo miedo a reconocer que me equivoqué y que no tengo razón. Tengo miedo a disfrutar, a ser irresponsable y a que me deje de importar lo que pueda ocurrir mañana. Tengo miedo de aceptarme tal y como soy porque si lo hago, habré conseguido amarme y en el fondo, siento que no soy digna de ese amor. Tengo miedo a no saber, a no poder responder a las expectativas de los demás, y tengo miedo a que los demás depositen sus expectativas sobre mí. Tengo miedo a no gustar y a que las personas que quiero vean mi oscuridad. Tengo miedo a ser incoherente y a no poder alinear mi corazón con mi mente. Tengo miedo a decir “sí”, por eso, casi siempre, digo “no”. Tengo miedo de que lo que enseño no sea una Verdad para mí, tengo miedo a no tener respuestas y a no saber qué decir. No le tengo miedo a la muerte, creo que le tengo mucho más miedo a vivir. Tengo miedo a las cosas que se hacen solo por placer, creo que no sé vivir sin la carga del “deber ser”, o el “tienes que”. Le tengo miedo a mi mente y terror a mi poder. Tengo miedo a lo que me susurran mis voces y a las sentencias de mi juez interior. Tengo miedo a no encontrarle sentido a esta experiencia, a no poder vincularme, a no ser capaz de abrir mi corazón. Tengo miedo a sentir miedo. Tengo miedo a la sensación de abandono que aparece en los momentos en los que no puedo ver que formo parte del Universo-Dios.

Sostener nuestro miedo nos permite crear hogar interno, nos abre las puertas del amor.

Feliz presente y muy feliz verano,

Almudena Migueláñez.

Photo by Asaf R.

Photo by Asaf R.











TIENES DERECHO

Tienes derecho a ser feliz.

También tienes derecho a estar triste, cansado y desanimado. Aunque te parezca que dadas tus circunstancias no tienes derecho a quejarte, en realidad sí lo tienes. Tienes derecho a tener un mal día, a equivocarte, a sentirte frustrado, a estar harto y a enfadarte. Tienes derecho a sentirte frágil, vulnerable y asustado. Tienes derecho a recibir ayuda y amor, a llorar y a experimentar todo lo que sientes, incluida la rabia, la ira o el rencor.

Tienes derecho a ser quien eres, a transformar tu sombra y a expandir tu luz. Tienes derecho a tener tu propio criterio y a buscar las maneras que te permitan cumplirte. Tienes derecho a decir “no”, a no tener respuestas y a no saber qué decir. Tienes derecho a cambiar de opinión.

Tienes derecho a caer y a caer otra vez. Y a levantarte y a volverte a caer. Tienes derecho al error, porque el error te permite recordar que eres un ser humano, imperfecto y perfecto a la vez.

Tienes derecho a ser libre, a no someterte y a expresarte a través de tus talentos y de tus dones. Tienes derecho a manifestar una vida saludable y próspera. Tienes derecho a recibir todo lo bueno que mereces. Tienes derecho al amor, no olvides que eso es lo único que eres.

Tienes derecho a afirmarte y a expresarte a través de tu creatividad. Tienes derecho a descansar y a relajarte. Tienes derecho a tener una buena vida, a crecer y a poder hacer realidad todos tus sueños. Tienes derecho a ejercer tu poder como co creador.

Todo aquello que es tu derecho también es tu responsabilidad. Es una invitación a que te conviertas en tu propia autoridad y a que aprendas a sostenerte, a darte lo que necesitas, a amarte y a confiar en ti.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Creedi Zhong

Photo by Creedi Zhong

RECUERDA

Recuerda que tu mente no está capacitada para darte las respuestas que andas buscando. Solo el silencio y la ausencia de pensamientos te proporcionarán el espacio que necesitas para escuchar a tu guía interna, sabia, eterna e infinita. Por eso, medita.

Recuerda que, temporalmente, estás aquí para experimentar, pero tú eres inmortal. Eres una extensión del Amor y, por eso, tu gran motivo, tu gran propósito en esta vida es el de creer con firmeza en tu verdadera naturaleza, para así, poder expandirte y servir. Recuerda que tú no estás aquí para padecer, para pasar pruebas ni para sufrir. Juega, sonríe y disfruta. Recuerda que cuanto más niño seas, más creatividad desarrollarás y más sentido encontrarás a esta experiencia.

Recuerda que cuidar de ti, atenderte, respetarte, sostenerte, responsabilizarte de tus necesidades y vivir conectado a tu vulnerabilidad representan las bases de tu hogar, y si dentro no hay una estructura, si no te habitas en paz, lo de fuera, los poderes y autoridades externas te someterán. 

Recuerda que tú eres la persona más importante de tu vida y que sin ti, no podrás. Cada vez que te criticas y te juzgas, cada vez que desconfías de ti, de tu poder y de tu valía, cada vez que te rechazas y no te escuchas estás alejándote de la posibilidad de sentirte pleno y feliz. La aceptación y el reconocimiento de ti mismo son dos requisitos imprescindibles para que tu vida, de verdad, tenga sentido. Recuerda que para que puedas dar de verdad, primero tienes que conocer lo que vas a entregar. Recuerda que no eres una media naranja, ni te faltan partes, ni necesitas de otra mitad. Eres un ser completo, has venido con todo dentro.

Recuerda que la razón de ser de tu miedo es que aprendas a dejar de creértelo y así poder transformarlo en amor. Recuerda que tu ego, tu mente y tu miedo son tu karma, por esa razón, cuánto menos te identifiques con ellos más rápidamente retornarás a la sensación de plenitud, de certeza, de sosiego y de paz interior.

Recuerda que no tienes el control sobre nada, que no puedes saber lo que ocurrirá mañana. Recuerda que solo tienes capacidad para decidir el tipo de actitud que adoptas ante cada experiencia de la vida. Recuerda que para abrirte a la posibilidad de una vida llena de milagros, primero tienes que aprender a fluir, tienes que creer sin ver. Tienes que tener fe. Una fe que mueva montañas.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Konstantin Kleine

Photo by Konstantin Kleine

MI QUERIDO SUEÑO

Mi querido sueño,

A veces, te llamo anhelo, otras deseo. A veces, te siento muy cerca y otras, sin embargo, muy lejos. Yo sé que tú, por tu naturaleza, estás deseando manifestarte en mi vida y dejar, así, de ser solo un sueño, pero parece que yo no te dejo. Sé que si te considero un sueño, si te deseo tanto es porque, en algún momento, sentí que no te merecía. He aprendido que lo que más deseamos también es lo que más nos asusta, y solo cuando dejamos de tenerle miedo a nuestro sueño, es cuando puede tomar forma y convertirse en algo real.

Seguro que conoces todas las excusas que te he ido poniendo. Que si todavía no es el momento, que si tengo algo que cambiar, que si el Universo a lo mejor quiere otra cosa para mí, que si no me lo merezco, que si tendré algo que sacrificar. Tú eres mi deseo y estás listo para hacerte real, por eso, imagino tu cara de sorpresa al ver cómo te rechazo y, a la vez, te digo que te quiero. Creerás que soy una loca cuando doy vueltas y vueltas en mi mente preguntándome cuándo llegarás. Sé que si pudieras hablar me dirías: estoy aquí desde hace tiempo, haz el favor de abrirme la puerta para poder entrar.

Te pido perdón. Discúlpame por haberte negado, por haber creído que no te merezco, que no soy digna de ti, por haberte dejado durante tanto tiempo en la indefinición, por haberte tenido miedo, por no haberte permitido dejar de ser un sueño y así poder mostrarme todo lo que tienes para mí. Te pido perdón por haberte mantenido separado de mí. Ya no te siento como un sueño, no. Ahora, te llamaría derecho, te diría que representas lo que merezco. Ahora sé que soy digna de ti, y que manifestándote en mi vida, yo soy más libre, más poderosa y más feliz. Ahora te siento, te imagino y te veo, pero no solo eso. Ahora sé que estás aquí, que ya existes y que estoy lista para permitirte y, después, vivirte.

Gracias por recordarme que lo que sueño y deseo puedo manifestarlo. Gracias por tu infinita paciencia, por mantenerte en mi mente, por tu capacidad para darle sentido a la vida, por ser el medio para crecer e ilusionarme. Gracias por dejar de ser un sueño, y convertirte en algo real y tangible.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Joshua Earle

Photo by Joshua Earle


MERECES

Mereces tener una vida plena y poder manifestar toda tu potencialidad. Mereces sentirte bien, disfrutar y estar paz. Mereces tener un trabajo que te guste y en el que puedas utilizar tus talentos y tus dones. Mereces ser amado y cuidado, escuchado y atendido. Mereces recibir consuelo y apoyo. Mereces tener intimidad. Mereces ser reconocido. Mereces todo el respeto del mundo. Mereces vivir una vida con sentido. 

Mereces ser libre y que el miedo no te atenace. Mereces brillar y dejar de vivir sometido. Mereces poder manifestar todo lo que sueñas y convertirte en creador de tu propia experiencia. Mereces amar y vincularte. Mereces descansar, jugar y disfrutar. Mereces dejar de sacrificarte y de luchar. Mereces todo lo que el Universo desea darte. Mereces los milagros y el bienestar. Mereces la salud plena, la abundancia y toda la prosperidad que puedas imaginar. Mereces una vida llena de oportunidades y vacía de sufrimientos. Mereces sentirte digno e inocente. Mereces, no por lo que haces, sino por lo que eres.

Mereces expandirte y crear. Mereces que tus deseos se hagan realidad. Mereces tener una vida fácil, sentirte seguro y siempre abastecido. Mereces ser escuchado y tratado con cariño. Mereces romance, abrazos, caricias y besos. Mereces vivir consciente y conectado a tu Divinidad. Mereces todo lo bueno y mucho más. Mereces querer y que te quieran. Mereces una vida repleta de experiencias, una vida intensa. Mereces alguien a tu lado capaz de reconocer tu grandeza. Mereces buenos amigos con los que contar. Mereces vivir sin preocupación y sin que tu ego te culpe y te amenace. Mereces toda la felicidad.

Mereces, no por tus sacrificios, tus logros o tus esfuerzos. Mereces por ser parte del Universo, pero si la Fuente desea darte todo lo mejor y tú no estás disponible para recibirlo, entonces el merecimiento pierde todo su sentido. Merecer es sentirte inocente y digno, abierto y receptivo. Es amarte tanto que te permitas vivir como un niño ©

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Alexandros Giannakakis

Photo by Alexandros Giannakakis