Mereces tener una vida plena y poder manifestar toda tu potencialidad. Mereces sentirte bien, disfrutar y estar paz. Mereces tener un trabajo que te guste y en el que puedas utilizar tus talentos y tus dones. Mereces ser amado y cuidado, escuchado y atendido. Mereces recibir consuelo y apoyo. Mereces tener intimidad. Mereces ser reconocido. Mereces todo el respeto del mundo. Mereces vivir una vida con sentido.
Mereces ser libre y que el miedo no te atenace. Mereces brillar y dejar de vivir sometido. Mereces poder manifestar todo lo que sueñas y convertirte en creador de tu propia experiencia. Mereces amar y vincularte. Mereces descansar, jugar y disfrutar. Mereces dejar de sacrificarte y de luchar. Mereces todo lo que el Universo desea darte. Mereces los milagros y el bienestar. Mereces la salud plena, la abundancia y toda la prosperidad que puedas imaginar. Mereces una vida llena de oportunidades y vacía de sufrimientos. Mereces sentirte digno e inocente. Mereces, no por lo que haces, sino por lo que eres.
Mereces expandirte y crear. Mereces que tus deseos se hagan realidad. Mereces tener una vida fácil, sentirte seguro y siempre abastecido. Mereces ser escuchado y tratado con cariño. Mereces romance, abrazos, caricias y besos. Mereces vivir consciente y conectado a tu Divinidad. Mereces todo lo bueno y mucho más. Mereces querer y que te quieran. Mereces una vida repleta de experiencias, una vida intensa. Mereces alguien a tu lado capaz de reconocer tu grandeza. Mereces buenos amigos con los que contar. Mereces vivir sin preocupación y sin que tu ego te culpe y te amenace. Mereces toda la felicidad.
Mereces, no por tus sacrificios, tus logros o tus esfuerzos. Mereces por ser parte del Universo, pero si la Fuente desea darte todo lo mejor y tú no estás disponible para recibirlo, entonces el merecimiento pierde todo su sentido. Merecer es sentirte inocente y digno, abierto y receptivo. Es amarte tanto que te permitas vivir como un niño ©
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.