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PERDONARNOS

La vida cambia radicalmente cuando descubres, y después integras, que no estamos aquí para pasar pruebas, ni para aprender nada, ni para redimir culpas, ni para sacrificarnos, ni para padecer en ninguna medida. Estamos aquí para cumplirnos y para ser lo que siempre hemos sido. Estamos aquí para desarrollar toda nuestra potencialidad y para atrevernos a manifestarla. Nuestro propósito es recordar quiénes somos y perdonarnos por lo que, erróneamente, nos hemos creído que somos. Estamos aquí para expandirnos y para brillar, para ser lo máximo que podemos ser. En última estancia, estamos aquí para desaprender y para desvincularnos de los millones de creencias limitantes, basadas en el miedo y en la separación, que, a lo largo de nuestras experiencias, hemos construido consciente e inconscientemente.

En nuestras vidas, vemos escasez, enfermedad, dificultad y mucha ausencia de, y eso que vemos es el resultado de haber creído a ciegas en el miedo, de haber vivido y asumido experiencias de miedo, de habernos autoengañado creyéndonos limitados, culpables y no merecedores. Pero la enfermedad o la escasez en cualquiera de sus formas, no nos están pidiendo que aprendamos nada nuevo ni que nos superemos, no. No enfermamos para aprender, ni manifestamos escasez para aprender, ni el sufrimiento nos llevará al paraíso, no. Enfermamos como consecuencia de arraigas creencias de miedo, manifestamos escasez como resultado de sostener creencias de escasez. Lo que vemos allá fuera se nos muestra para que podamos ver lo alejados que estamos de la Verdad, de nuestra Esencia, nos suplica que utilicemos nuestro libre albedrío para dejar de creer en lo que solo es un invento de la mente del ego, nos invita a recordar, nos empuja a que volvamos al amor, a que nos pidamos perdón por hacernos tanto daño, y a que recordemos y regresemos a nuestro estado natural, a nuestro punto de partida, a nuestra conexión con todo lo que hay Arriba.

Con firmeza hemos creído que la” vida es difícil”, que si recibimos algo tenemos que justificarlo, que “lo bueno se acaba”, que “todos tenemos una cruz”, que “lo que no mata engorda”, que “no se puede tener todo en la vida”, que el Universo Dios nos da pero también nos quita. Para eso es dios (por supuesto con minúscula), ¿no? Hemos creído en la suerte, también en la posibilidad de la injusticia. Hemos creído que “la enfermedad forma parte de la vida”. Y lo más grave, hemos creído en el pecado y en que somos pecadores.

Sí, somos pecadores, pero nuestro único pecado es el de habernos creído lo que es absolutamente falso. Nuestro gran pecado es el de habernos alejado del amor, del merecimiento, de la libertad, de la paz y de la plenitud que siempre hemos sido y que nos corresponde como hijos de “Papá Universo” o Dios, como queramos llamarlo. Ese es el único pero el gran pecado que hemos cometido, y por el que deberíamos perdonarnos: por haber creído en el miedo y en lo que es falso.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by The Bialons

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EL PODER DEL VÍNCULO

El poder innegable de la unión, de los lazos que creamos a través del corazón y que son, sin duda, un reflejo de nuestra energía femenina, muchas veces prohibida y demasiadas veces cuestionada, no solo por las viejas y temerosas estructuras, sino por nosotros mismos. En algún momento dijimos sí al miedo a entregarnos. Acordamos protegernos de la incertidumbre propia de la vida, rechazamos nuestra vulnerabilidad como elemento clave para el desarrollo de nuestra creatividad. Aprendimos a llevar siempre traje, nos olvidamos del placer de vivir desnudos, del contacto de nuestra piel con otra piel. Comenzó a asustarnos el tiempo vacío de deberes y de quehaceres. Nos alejamos del poder que existe en el sentir, en el vínculo y la conexión. Bloqueamos el recibir y la intuición. Aprendimos a ser súbditos del control.

Transitamos por un largo periodo de sequía. Hombres y mujeres hemos creído y crecido en el desierto del hacer, del tener que, del buscar, de la individualidad. La productividad ha desvalorizado, hasta aniquilar, el poder que se esconde en el no hacer. Hemos demonizado, básicamente por miedo, el gran valor que tiene la vulnerabilidad, los vínculos y los afectos.

Nuestra conexión con la vida y con los otros se lleva a cabo desde el sentir. La capacidad para vincularnos es la esencia de nuestro Yin. Debemos nutrir, valorar y ensalzar los vínculos porque solo a través de ellos podemos acceder al verdadero sentido de la vida. El reconocimiento de nuestra individualidad es el paso previo y necesario para, después, podernos vincular. Lo que ha ocurrido es que en vez de utilizar el descubrimiento del “yo” para reconocernos como seres completos y así poder abrirnos al descubrimiento del “nos”, lo hemos usado para construir un armazón de excesiva autonomía y de no necesidad. Por supuesto que no deberíamos depender de los otros para ser y sentirnos completos; por supuesto que no somos mitades a las que les faltan partes, por supuesto que no. Pero sí debemos reconocer que, el siguiente paso, después de vernos como individuos completos, es el de vincularnos para trascender.

Si no hemos hecho nuestro proceso de individuación, creeremos que necesitamos a los otros para ser felices, y entonces, no podremos generar verdaderos vínculos que nos permitan descubrir lo que está más allá de nuestra individualidad, tampoco les daremos el valor que merecen, ni podrán ser el vehículo para nuestro crecimiento y transformación. Sin embargo, si hemos aprendido a no necesitar y a reconocernos autónomos y capaces, es cuando el poder del vínculo podrá cobrar sentido. Porque desde la puesta en valor de lo que soy, puedo descubrir el gran valor de lo que somos. Porque no necesitamos a los otros para ser y sentirnos completos, pero sí para darnos cuenta de que, además de lo que somos, podemos, debemos y necesitamos ser mucho más. Los vínculos nos permiten trascender la individualidad previamente alcanzada. Nos llevan a descubrir el poder escondido que habita en el “nosotros”. Nos conectan a un sentido más elevado de la vida.

Son los lazos y los vínculos los que nos hacen sentir que estamos vivos.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Annie Spratt

Photo by Annie Spratt

TRATADO DE ACTITUD

CUIDA TUS PALABRAS. No existen pensamientos ni palabras neutras. Todo lo que pensamos y todo lo que decimos genera resultados. Creamos a través del verbo, y aquello en lo que creemos es la verdad que, antes o después, se manifestará. Esta es la primera Ley Universal.

CULTIVA LA COMPASIÓN. Abandona la pena y la lástima. El otro, ese que crees que no podrá, que no será capaz, al que juzgas y criticas es igual que tú. Compartís la misma Esencia, venís del mismo lugar. Quizá, él no lo sepa y por eso se comporta así, pero es capaz y puede cambiar. Sustituye la lástima por compasión. Hazlo contigo y con los demás. Desea actívamente que todos los seres sintientes, incluido tú, recuperen su plenitud y vivan alejados del sufrimiento. La compasión no es otra cosa que dar y darte amor de verdad.

PON TODA TU INTENCIÓN EN ACEPTAR. Acepta todo, lo que más rechazas, aquello por lo que no dejas de luchar. Aceptar duele, pero sin ese reconocimiento nunca podremos avanzar. Tu ego te avisa de que aceptar es una rendición, pero esa no es la verdad. Solo al aceptar total y completamente la realidad se pueden abrir las puertas de la paz, del cambio y de la transformación. La lucha y la negación son actitudes que no sirven porque se basan en el miedo y en la desconfianza y nos conducen a la frustración.

ASUME LA RESPONSABILIDAD DE SER TÚ. Aprende a decir “no”, reconoce dónde está tu limite. Acepta que solo tú eres el responsable de tu vida. No te escondas, no te olvides de que te corresponde cuidar de ti. Responsabilízate de lo que necesitas y de lo que sientes. Eres importante, pero si no lo sabes tú…

DIRIGE TU FE a lo que te hace bien. Pon toda tu energía en lo que es bueno para ti, no en lo que te hace daño o en lo que no quieres manifestar. Si no quieres enfermar, pon tu energía en la salud, no repitas constantemente que no quieres la enfermedad. Enfócate y pon tu atención en lo que te hace bien. Cuando observes que has vuelto a depositar tu fe en lo que no quieres, perdónate.

DATE PERMISO PARA CONFIAR. Permítete confiar en ti y en lo que no puedes ver. Si el sol sigue saliendo, y tú continúas respirando, a lo mejor, podrías relajarte y confiar en que todo va a salir bien. Una actitud confiada nos conduce a la tranquilidad y a la paz interior. La desconfianza y el miedo provocan lucha, sobrecarga, ansiedad, estrés y sufrimiento.

APRENDE A POLARIZAR. Eso supone un gran cambio de actitud. Polarizar significa asumir que todo, también lo que juzgamos como horrible y negativo, tiene su parte de luz. El Yin contiene al Yang, y el Yang contiene al Yin, el uno sin el otro no pueden existir. Si aprendemos a ver que todo guarda una oportunidad, otra polaridad, otra alternativa, y colocamos nuestra energía en ese polo, no solo cambiamos nuestra actitud sino que elevamos tanto nuestra vibración que lograremos transformar lo que manifestamos.

CONVIÉRTETE. Vuelve a ser un niño. Para ello, piensa en su actitud. ¿Cómo es? confiada, presente, inocente, curiosa, llena de ilusión y de alegría. Un niño no se cree imperfecto, no se prohibe lo que siente, no se juzga -y si lo hace, ya sabemos de quien lo ha aprendido-, no se preocupa, no cree que tenga que ser algo distinto de lo que es. Cuando juega, deposita toda su atención en el juego, puede hacerlo porque no cree que tenga que controlar el futuro, porque confía. Volvamos a ser niños.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Frank Mckenna

Photo by Frank Mckenna



¿POR QUÉ BUSCAMOS?

¿Por qué necesitamos lograr paz interior, bienestar, prosperidad o amor? Porque en algún momento, comenzamos a pensar, a aceptar y a creer en el miedo y en la limitación. Necesitamos alcanzar algo que, en realidad, siempre ha estado dentro de nosotros, pero camuflado por miles de creencias limitantes que nos han llevado a ver una realidad basada en la escasez, la falta, y el miedo.

Un Curso de Milagros, los Mayas, los Toltecas, el Budismo, los Teósofos y otras muchas filosofías esotéricas y ocultistas, tradiciones, culturas y religiones nos dicen que lo que ven nuestros ojos, los pensamientos y creencias limitantes pertenecen al mundo de la ilusión, del sueño, al mundo de lo falso, de la fragmentación, y que se puede resumir en una sola palabra: miedo.

Y claro, cuando profundizamos en esta idea de que todo lo que andamos buscando fuera ya lo tenemos dentro, suelen ocurrir dos cosas: o bien le damos espacio a la soberbia para dejar claro que eso de tenerlo todo dentro es muy bonito pero que “la realidad” es la que es, ¿o me vas a decir tú a mí que el hambre y la guerra son un sueño?, o bien sentimos mucha frustración porque no tenemos ni idea de cómo activar esa potencialidad interior.

No creo que existan fórmulas mágicas e instantáneas para lograrlo, o por lo menos yo no las he encontrado. Lo que sí sé es que es posible dejar de ver miedo, y comenzar a ver amor. Sé que es posible convertir la paz interior en un estado permanente; sé que podemos sentirnos plenos y llegar a ser todo lo que somos. Cuando conseguimos recordarnos y recuperamos la relación con nosotros mismos es cuando todo comienza a cambiar, no solo nuestra vida, sino la de los demás, pero para eso, antes debemos responsabilizarnos y trabajar. Debemos cambiar y accionar de una forma distinta, más creativa y consciente:

  • Es absurdo pensar que, teniendo ego, vayamos a dejar de mirar fuera, pero lo que sí podemos hacer es comprometernos a ver lo de fuera de una manera distinta a como solemos hacerlo, porque lo de fuera tendría que servirnos para ver todo lo que tenemos dentro. Debería ser nuestra guía para conocer nuestras partes no reconocidas y nuestras potencialidades no asumidas. Lo de fuera no es ajeno a lo de dentro. Las guerras reflejan todas nuestras guerras internas y la luz que vemos es un espejo de la capacidad para brillar que habita dentro.

  • Podemos y debemos prohibirnos los pensamientos de miedo, que nos limitan y nos encarcelan. ¿Cómo? no creyéndonoslos, perdonándonos por ellos, no dándoles atención ni reconocimiento. Necesitamos hacernos conscientes de que nuestros pensamientos son importantes, fundamentales diría yo, ya que con ellos creamos nuestras experiencias. Todos tenemos responsabilidad en esto. Todos podemos elegir qué pensar y en qué creer.

  • Pongámonos en huelga. Neguémonos a juzgar, a comparar, a retener y a especular. Dejemos de suponer, de dar por hecho, de pensar por el otro, de adelantarnos, de intentar controlar.

  • Prestemos cada día más atención a lo que no podemos ver. Cerremos los ojos. Podemos meditar, orar, respirar de forma consciente, da igual. Debemos reconocer que no todo es accionar, producir y hacer. Es necesario parar, ser y observar.

  • Lo que somos y tenemos dentro solo se nos revelará si construimos una base sólida de fe y confianza. Si sabemos depositar nuestra fe en lo que es Real, todo empezará a cambiar. Si dedicamos tan solo la mitad del tiempo que empleamos en escuchar nuestros diálogos de miedo, nuestras preocupaciones, dudas y juicios, en entregar, confiar y dar gracias, nuestra verdadera naturaleza despertará.

  • Dejemos de querer imponer nuestra voluntad y, con humildad, aprendamos a aceptar y a dejar espacio a una Voluntad superior.

  • Cambiemos nuestra actitud. Es frustrante y agotador buscar lo que existe ya, pero mi prosperidad, mi capacidad para amar, para materializar, mi paz, mi plenitud interior, mi salud me están diciendo: oye, ¿qué pasa con tu actitud? Tener la disposición, el talante y la intención de querer pensar y ver solo lo bueno, de abandonar la queja y la rigidez mental, nos predisponen a manifestar lo que siempre fuimos.

Recuerda, lo que buscas te ha encontrado ya.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Davide Ragusa

Photo by Davide Ragusa



ENTREGAR

Entregar es ser lo suficientemente responsable de ti mismo como para saber que solo no puedes, que todo en la vida necesita de tu voluntad y de tu capacidad para sostener, accionar y comprometerte, pero también de la ausencia de voluntad y de tu capacidad para soltar, confiar y dejar ir.

Entregar es hacer partícipe de tu vida a la Totalidad y permitir que sea ella la que se ocupe de ti, no porque en algún momento haya dejado de hacerlo o porque se rompiera la conexión, eso es imposible, sino porque nosotros, a través de nuestra mente reactiva y egoica, hemos creído en la separación y en la existencia de un dios que vigila, que quita y da, que se ocupa o no, que nos somete a pruebas, y cuya voluntad no tiene por qué ser la nuestra.

Si te das cuenta, entregar es aprender a vivir sin miedo, sin desconfianza y sin esa necesidad tan humana de controlar. Entregar es dar tu vida a quien mejor se puede encargar de ella, porque, aunque tu mente no lo crea, el Universo sabe cuidarte mucho mejor de lo que tú nunca podrás hacerlo.

Entregar implica una apertura absoluta. Es la renuncia a la voluntad de tu ego, para unirte a una Voluntad mayor, infinitamente sabia y amorosa. La entrega, más que un acto o un proceso, es un resultado. Es la consecuencia inevitable de la humildad y del reconocimiento y la aceptación de nuestros límites. La entrega es un desprendimiento que nos permite trascender la dualidad y reconocer nuestra verdadera naturaleza. No hablaríamos de ella sino fuera porque en algún momento de nuestra vida nos autoengañamos y creímos que somos capaces de controlar algo.

He escuchado a muchas personas decir que entregar cuesta. Yo no creo que sea difícil entregar. Creo que es algo natural que se manifiesta según vamos haciéndonos conscientes de quiénes somos y de dónde estamos. Quizá, la verdadera dificultad se encuentre en desvincularnos de la mente y del ego, en afrontar nuestra soberbia, la falta de dignidad y el miedo que tenemos a confiar. ¿Nos sentimos lo suficientemente dignos como para permitir que el Universo se encargue? ¿Podemos sentirnos cómodos con la idea de soltar el control? ¿Podemos aceptar, con humildad, que no sabemos? ¿Podemos aceptar que quien sabe es el Universo? ¿Somos capaces de confiar en lo que no podemos ver, en aquello que está oculto a los ojos de nuestra personalidad?

Y para terminar, ¿cómo entregar? Prueba a poner intención, a enfocar tu mente en la entrega. Hazlo poco a poco para que puedas ir ganando confianza. Primero, suelta y entrega aquello a lo que no estás muy apegado. Después, podrás entregar lo que más te asusta o aquello en lo que más expectativas has puesto, eso que tu ego tanto necesita controlar. Imagina como le das a quien para ti representa el amor incondicional -da igual que sea la Madre Tierra, Dios, el Universo, tu guía, quien tú quieras-, todo aquello que te preocupa, que te asusta, tus deseos o tus proyectos. Mentalmente construye tu mantra. Por ejemplo: ”entrego mi voluntad a la Voluntad Divina” o “te entrego todo lo que me preocupa para que te encargues de ello”. Construye una frase con la que tú vibres, que sea sencilla y corta. Practica llevar tu atención a esa Fuente de amor siempre que puedas, y entrega. Con la práctica y con el paso del tiempo, vas a darte cuenta de que ya no necesitas entregar porque tendrás la certeza de que el Universo siempre ha estado y siempre estará detrás de todo. Sabrás que tu Voluntad siempre fue su Voluntad.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Junior Moran

Photo by Junior Moran


SUEÑOS

Los sueños tienen algo de mágico, de infantil. Nuestros sueños representan nuestros más profundos anhelos, eso que nos puede devolver la plenitud que, en algún momento, perdimos.

Nuestros sueños son el impulso que nos empuja a seguir. Cuando soñamos nuestros sueños, estamos imaginando una realidad que está por venir. Imaginar es crear a través de nuestra visión profunda y de nuestro corazón.

Cuando soñamos, regresamos a ese momento en el que no dudábamos de nuestra inocencia, y en el que no cuestionábamos que merecemos por lo que somos y no por lo que hacemos. Cuando soñamos, volvemos a ser niños y nos damos la oportunidad de reencontrarnos con nuestra auténtica naturaleza.

Soñar no es importante, es fundamental. Y lo es porque nuestro anhelo es lo que define nuestra acción, o así es como debería de ser. Porque soñar solo no sirve. Porque hay que trabajar. Porque debemos hacernos responsables de lo que deseamos manifestar.

La materialización de nuestros sueños depende, en gran medida, de nosotros. Pensemos en la Ley de Causa y Efecto. Según este principio universal, todo es el resultado de algo previo, y cada cosa que hacemos, pensamos o sentimos nos conduce a un efecto concreto. Según esta Ley, mi sueño es mi resultado, por tanto, la pregunta sería: ¿Cuáles son las causas que me pueden llevar a alcanzarlo?

Mi sueño me pide, no solo que lo imagine y lo piense, no solo que lo sienta antes de dormir. Mi sueño me pide que actúe, que dirija y enfoque mi energía, que mis acciones lleven su nombre. Mi sueño me pide compromiso, implicación. Me pide foco y dirección.

Debemos trazar un camino, diseñar una hoja de ruta que tenga como objetivo materializar lo que nuestro ser, con facilidad, ya imagina. ¿Qué estamos haciendo para alcanzar nuestro sueño? Esa es la pregunta.

Lo que anhelas, te anda buscando. Te necesita. Quiere dejar de ser un sueño para poder transformar tu vida.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Eidy Bambang Sunaryo

Photo by Eidy Bambang Sunaryo

CAMBIA

Y rápido. Todo eso que anhelas y que andas buscando, sin duda te está esperando, pero no puede manifestarse si tú no haces ningún cambio.

No ves la realidad tal y como es, tú ves la realidad tal y como eres. Si continuas siendo igual, si repites los mismos pensamientos, las mismas creencias, si tus hábitos internos son invariables, si buscas mantenerte en una constante por el apego al pasado o por el miedo al futuro, si no te das la oportunidad de hacerlo distinto, entonces, nada podrá cambiar ahí afuera. Tendrás doble ración de lo mismo. Y después, una tercera.

Pasará el tiempo, sí, y continuarás anhelando que el otro cambie, que tu vida mejore, que tu sueño tome forma y que la felicidad aflore, pero solo será un anhelo, un deseo, por cierto, muy frustrante, porque al no haberte comprometido con un cambio interno, aniquilas la posibilidad de su reflejo externo.

El intento de permanencia, repetir los mismos patrones, las mismas conductas, nos lleva a sostener una realidad rígida, invariable y extrema, cada vez más polarizada y más resistente. Si quiero que mi vida cambie pero no estoy dispuesto a modificar nada de mi vida interna, entonces, le estoy diciendo adiós a la posibilidad que tengo de manifestar lo que deseo. Me convierto en víctima, me desconecto de mi poder, y me olvido de mi responsabilidad, que no es otra que la de cambiar para colocarme en sintonía con lo que quiero crear.

Hay muchas cosas que no dependen de nosotros, en realidad, la mayoría. La vida es un flujo que no podemos ni deberíamos intentar controlar. La vida nos invita a que vayamos de su mano, sin resistencias.

Desconoces cuál puede ser su reacción, no sabes si te va a querer o no. Tampoco está en tus manos controlar si finalmente te despedirán. No sabes si algún día dejarás de tener tanto miedo, y tampoco si tendrás otra crisis de ansiedad. Lo que sí puedes hacer es cambiar tu forma de pensar, puedes dejar de mirar atrás y comprometerte con un cambio radical, puedes modificar tus creencias, puedes crear hábitos nuevos, puedes cambiar tu forma de hablar, puedes modificar tu actitud, puedes transformar la queja por un gracias, puedes, y debes, cambiar la manera que tienes de tratarte, puedes modificar la forma que tienes de relacionarte. Puedes cambiar.

Si cambias, todo va a cambiar. ¿Por qué lo sé? porque nos gobierna el karma y eso, traducido, significa que todo lo que hacemos tiene consecuencias, da resultados. Si no cambias, no puedes ver ningún cambio. La vida te pide un compromiso, quiere que estés alineado con lo que buscas.

Comprométete con el cambio que necesitas dar para que tu vida comience a cambiar. No esperes a que el otro cambie. No va a hacerlo hasta que tú no cambies. No esperes a que llegue el momento adecuado. El momento perfecto lo tienes aquí delante, en el presente, en el ahora. No esperes. Cambia. Muévete, haz algo distinto. No te quedes de brazos cruzados.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Manthan Gupta

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