compasión

TRATADO DE ACTITUD

CUIDA TUS PALABRAS. No existen pensamientos ni palabras neutras. Todo lo que pensamos y todo lo que decimos genera resultados. Creamos a través del verbo, y aquello en lo que creemos es la verdad que, antes o después, se manifestará. Esta es la primera Ley Universal.

CULTIVA LA COMPASIÓN. Abandona la pena y la lástima. El otro, ese que crees que no podrá, que no será capaz, al que juzgas y criticas es igual que tú. Compartís la misma Esencia, venís del mismo lugar. Quizá, él no lo sepa y por eso se comporta así, pero es capaz y puede cambiar. Sustituye la lástima por compasión. Hazlo contigo y con los demás. Desea actívamente que todos los seres sintientes, incluido tú, recuperen su plenitud y vivan alejados del sufrimiento. La compasión no es otra cosa que dar y darte amor de verdad.

PON TODA TU INTENCIÓN EN ACEPTAR. Acepta todo, lo que más rechazas, aquello por lo que no dejas de luchar. Aceptar duele, pero sin ese reconocimiento nunca podremos avanzar. Tu ego te avisa de que aceptar es una rendición, pero esa no es la verdad. Solo al aceptar total y completamente la realidad se pueden abrir las puertas de la paz, del cambio y de la transformación. La lucha y la negación son actitudes que no sirven porque se basan en el miedo y en la desconfianza y nos conducen a la frustración.

ASUME LA RESPONSABILIDAD DE SER TÚ. Aprende a decir “no”, reconoce dónde está tu limite. Acepta que solo tú eres el responsable de tu vida. No te escondas, no te olvides de que te corresponde cuidar de ti. Responsabilízate de lo que necesitas y de lo que sientes. Eres importante, pero si no lo sabes tú…

DIRIGE TU FE a lo que te hace bien. Pon toda tu energía en lo que es bueno para ti, no en lo que te hace daño o en lo que no quieres manifestar. Si no quieres enfermar, pon tu energía en la salud, no repitas constantemente que no quieres la enfermedad. Enfócate y pon tu atención en lo que te hace bien. Cuando observes que has vuelto a depositar tu fe en lo que no quieres, perdónate.

DATE PERMISO PARA CONFIAR. Permítete confiar en ti y en lo que no puedes ver. Si el sol sigue saliendo, y tú continúas respirando, a lo mejor, podrías relajarte y confiar en que todo va a salir bien. Una actitud confiada nos conduce a la tranquilidad y a la paz interior. La desconfianza y el miedo provocan lucha, sobrecarga, ansiedad, estrés y sufrimiento.

APRENDE A POLARIZAR. Eso supone un gran cambio de actitud. Polarizar significa asumir que todo, también lo que juzgamos como horrible y negativo, tiene su parte de luz. El Yin contiene al Yang, y el Yang contiene al Yin, el uno sin el otro no pueden existir. Si aprendemos a ver que todo guarda una oportunidad, otra polaridad, otra alternativa, y colocamos nuestra energía en ese polo, no solo cambiamos nuestra actitud sino que elevamos tanto nuestra vibración que lograremos transformar lo que manifestamos.

CONVIÉRTETE. Vuelve a ser un niño. Para ello, piensa en su actitud. ¿Cómo es? confiada, presente, inocente, curiosa, llena de ilusión y de alegría. Un niño no se cree imperfecto, no se prohibe lo que siente, no se juzga -y si lo hace, ya sabemos de quien lo ha aprendido-, no se preocupa, no cree que tenga que ser algo distinto de lo que es. Cuando juega, deposita toda su atención en el juego, puede hacerlo porque no cree que tenga que controlar el futuro, porque confía. Volvamos a ser niños.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Frank Mckenna

Photo by Frank Mckenna



COMPASIÓN MEJOR QUE EMPATÍA

Ya lo sabes, empatizar es ponerse en el lugar del otro para así poder comprenderle y por tanto poder ayudarle. Empatizar está de moda, empatizar mola, ¿no?

Pues no. Desde mi punto de vista desde luego que no. Cuando empatizamos, intentamos ponernos en la piel del otro, y al hacerlo nos salimos de nuestra piel y perdemos la conexión con nosotros mismos, de esta manera va a resultar casi imposible poder ser un soporte para que el otro se sienta mejor o simplemente para que el otro tenga el suficiente apoyo para hacer el proceso que tenga que hacer. Al empatizar nos exponemos a que la otra persona, por sus necesidades y sus dificultades, nos intente absorber una energía de la que, evidentemente, nunca deberíamos desprendernos. 

Al empatizar y salirme de mi para entrar en ti, me quedo en una especie de limbo desde donde si tu lloras, yo empatizo y lloro.,, donde si tu estás sufriendo, yo empatizo y sufro, donde si tú estás enfadado, yo empatizo y siento ese enfado...Fantástico, y una vez que he llorado, me he enfadado, me he solidarizado y me he agotado por intentar llegar a ti, ¿qué? ¿sucede algo? ¿se produce algún tipo de transformación? en la mayoría de las ocasiones, como mucho, la otra persona siente una ligera y breve sensación de acompañamiento.

Cuando empatizo es porque necesito y deseo acercarme al otro, estoy intentando responder a una necesidad mía de comprender las razones por las que se siente como se siente, o por las que ha llegado a una situación concreta. Cuando empatizo, aunque duela, estoy hablando desde el ego. 

En realidad, que yo entienda o no al otro no es relevante, ¿qué importa que yo te entienda? Lo que importa es que yo sea capaz de, aunque no te entienda, darte la nutrición, el amor, el cobijo que tu necesitas para poder transformarte. Si suelto mi necesidad de comprenderte y ayudarte entonces es cuando puedo darte todo lo que yo soy, es cuando puedo desplegar toda mi compasión hacia ti. En un tú a tú empático, el diálogo se produce desde el segundo y tercer chakra. En un tú a tu compasivo, el diálogo se produce desde el chakra corazón.

Para que yo pueda emanar amor, tengo que mantenerme en eje, dentro de mi piel, no puedo irme a ese limbo del que antes te hablé. Para que yo pueda aportarte eso que todos los seres humanos necesitamos para cualquier proceso de nuestra vida, esa sensación de amor, abastecimiento, seguridad y poder, tengo que proyectarme mucho más allá de la empatía.

Cuando decidí dejar de ser empática para poder trabajar la compasión en mi fue cuando me di cuenta del miedo tan grande que tenía a lo que el otro pensara, a que creyera que no soy una buena amiga o que no soy una buena terapeuta o que soy fría porque no empatizo. Cuando superamos la empatía y nos liberamos de querer comprender a todo el mundo es cuando el mecanismo natural de la compasión comienza a ponerse en marcha. 

"El verdadero amor compasivo del budismo no tiene nada que ver con la lástima o el sentimentalismo ya que no alcanzan para apoyar a otro a lograr la victoria en la vida. No sirven para aliviar realmente el sufrimiento...". Daisaku Ikeda, filósofo japonés.

Feliz presente.

Almudena Migueláñez