Enfermedad

LA ENFERMEDAD

LA ENFERMEDAD

Poder entender la enfermedad como un medio para sanar, poder tratarla como la resolución de un conflicto interno y poder aprovechar la oportunidad de comprender de qué manera y cómo participamos en su creación parece verdaderamente difícil, casi imposible dentro de la estructura social, arquetípica, inconsciente y de miedo en la que vivimos.

Cuando enfermas, especialmente cuando has desarrollado un cáncer, se despiertan todas las alarmas, sirenas de muerte, miedo, sufrimiento, injusticia, depresión y lástima, mucha lástima porque pobrecito el que sea que ya siempre andará marcado por la enfermedad si es que consigue sobrevivir a ella. Pues no señores, ninguno de nosotros, hayamos tenido o tengamos una enfermedad y sobrevivamos o no a ella somos enfermos, nosotros somos salud, nunca deberíamos olvidarnos de eso, como tampoco de que hemos enfermado por algo y para algo. Lo que todavía no hemos logrado entender es que no necesitamos la enfermedad para aprender, pero este es otro tema.

Cuando enfermas, te dicen que hay que eliminar, quitar, matar, disolver, anular. Nos olvidamos del origen, únicamente vamos a la manifestación. Solo trabajar con lo que ya está en el cuerpo físico no puede proporcionarnos una verdadera sanación, curar no es lo mismo que sanar. Claro que es necesario curar el cuerpo físico, por supuesto que sí y ahí cada persona elige la forma de hacerlo, pero qué ocurre con el cuerpo mental, el emocional y el espiritual? Somos seres de naturaleza holística, somos una Unidad y la enfermedad no cae del cielo, ni es sólo un regalito genético, no señores, todo está interelacionado y todo se alimenta de todo. La enfermedad es ego.

Cuando enfermas, te dicen que hay que luchar contra la enfermedad, tenemos que salvar la vida y alargarla cueste lo que cueste, y yo, sinceramente creo que no hay que salvar la vida y no hay que salvarse de la enfermedad y mucho menos luchar contra ella porque la vida no se salva como si pudiera morir, la vida se vive porque en ella nunca morimos, la vida es inmortal en si misma y luchar contra la enfermedad es luchar contra nosotros mismos.

Si me dejo arrastrar por el miedo a morir, entonces solo voy a luchar para que esa enfermedad desaparezca. Si me permito trabajar con ese miedo a morir y suelto, me desapego de la muerte, entonces soy libre para poder entender qué me está queriendo decir la enfermedad, que por otro lado es mía, no es del médico, ni de Dios, ni consecuencia de la injusticia divina. Cuando ese gran miedo desaparece, puedo vivir presente, consciente y atenta a mis propias señales.

Cuando me permito ver la enfermedad como algo propio y potencialmente transformador y dejo de tenerle miedo es cuando puedo empezar a sanar, es cuando comenzamos a, como dicen los budistas, integrarnos con la enfermedad para poder entenderla. Es cuando puedo trabajar junto con los medios y herramientas de que dispongo, empoderada, sin dejarme arrastrar por lo que me dicen que es, en contacto con mi cuerpo, profundamente sabio y lleno de información y sin que me lleve la corriente del miedo de los otros, ya sean médicos, familiares o quien sea.

Cuando enfermas, consecuencia de alguna forma de miedo, curiosamente te sumerges en una estructura que se alimenta de ese mismo miedo, parece imposible salir de ahí. Miedo a decidir por ti misma, miedo a sufrir, miedo a que te hagan daño, miedo a que te quiten algo que no quieres que te quiten, miedo a decir NO, miedo a equivocarte porque todavía no has aprendido a confiar en tu voz interior que no es otra que la voz de tu alma, miedo a vivir enferma toda la vida, miedo a volver a enfermar, miedo a ser un protocolo. Justo ahí es cuando yo me pregunto cómo vamos a poder liberarnos de la enfermedad si no nos liberamos del miedo, si no dejamos de vivir encerrados, asustados por la muerte, por el dolor, por ser quienes somos, por experimentar desde el merecimiento y el amor incondicional hacia nosotros y hacia los otros.

El médico Lama tibetano Lobsang Rimponché dice que la enfermedad es consecuencia de la ignorancia y que el miedo es el asesino del corazón humano y yo, que en lo único en lo que me asemejo a un Lama es en la escasez temporal de pelo, solo puedo meditar para que despertemos y salgamos del pánico tan profundo en el que vivimos.

Feliz presente.
Almudena Migueláñez