Acompañar lo que sentimos

REIVINDICARSE

Me doy cuenta de que a veces soy incómoda, especialmente cuando me reivindico. Cada vez me molesta más que, ante mi necesidad de mostrar lo que siento, -y eso a veces incluye decir que estoy harta, o que no quiero tal cosa, o que me parece que tal otra es injusta, o simplemente sienta que todo es demasiado difícil -, el otro responda con un: “Ya bueno, pero no pienses eso”, “Ya bueno, pero fíjate en lo que sí tienes, en lo que sí funciona”, “Lo que deberías hacer es aceptar”, “Bueno Almu, no eres la única”, “ Ten en cuenta que hay mucha gente que está peor que tú”, “No debería decirte esto, pero tú has creado ese dolor en el cuerpo y solo tú puedes quitártelo.“ Supongo que eres capaz de imaginar el nivel de culpabilidad que pude llegar a sentir al escuchar esta última frase, que, por cierto, no venía de ningún desconocido, sino de alguien que me quería mucho.

Esto crece, o por lo menos así lo siento yo, cuando se trata de la soledad, cuando reivindico mi deseo de tener pareja, o cuando simplemente comparto que me siento muy sola. Aquí parece que la reacción es todavía más fría y también más dañina, supongo que debido al pánico que le tenemos a la vulnerabilidad: “Pero nunca estás sola, te tienes a ti”, “A tu edad ya es muy difícil, los hombres que merecen la pena están casados”, “ Tienes el Sol en 12, ya sabes que la relación más importante de tu vida es la que tienes con el Universo” (esta frase es apoteósica), “Tú olvídate de eso, vive tu vida y sé feliz!”,  “¿Para qué? Para qué quieres una relación? Con lo bien que se está sin aguantar a nadie!”, “No necesitas nada, lo importante es que te quieras a ti misma, y además ya sabes que si tú no te amas, no puedes amar”, “La soledad es una ilusión”, “Tienes tus dibujos”… y con cada frase de este tipo una se va encogiendo y se va sintiendo cada vez más pequeña. Con cada “consejo”, tienes la sensación de que lo que sientes está mal, de que no deberías de estar sintiéndolo, de que estás equivocada. Deberías estar de otra forma, pensar de otra forma, sentir de otra forma.

El hecho de que me enfade, de que esté triste y llore, de que grite “¡No puedo más!!”, de que conecte con lo que no está bien en mi vida, no significa que no dé las gracias a diario, que no sonría, que no sienta que todo va a estar bien, que no entienda que la soledad es una ilusión. NO. De verdad que no.

Podemos estar en uno de los polos y eso no significa que no veamos el otro. Por eso, cuando alguien a quien queremos, lo está pasando mal, está atreviéndose a ser vulnerable y a conectar con sus zonas oscuras, deberíamos aprender a escuchar, a acompañar, pero sobre todo, deberíamos de ser capaces de darle el amor suficiente para que pueda sentir todo lo que siente, en vez de intentar que deje de sentirlo. Si no nos permitimos estar en uno de los polos, como la tristeza, no podremos llegar a sentir su opuesto, la alegría.

Durante 10 años, he atendido a muchas personas, y probablemente en algún momento habré dicho (también escrito) alguna de la frases que he mencionado en este Inspira, u otras similares. Si es así, pido mil disculpas. He aprendido que para salir de la oscuridad en la que a veces habitamos, necesitamos amor y compasión, no frases hechas que ningunean lo que estamos sintiendo y experimentando.

Todo lo que sientes está bien, tus reivindicaciones también.

Sé todo lo feliz que puedas.

Almudena.

Photo by Dawid Zawila


CELEBRAR LA VIDA

Ayer escuché a un astrólogo decir que todos los días tendríamos que celebrar la vida y que deberían de ser una fiesta, y pensé: “qué mal lo debo de estar haciendo, porque hay muchos días que no siento ganas de celebrar nada y que podrían calificarse de todo menos de fiesta”.

Estoy segura de que el objetivo final de nuestro paso por aquí es el de ser capaces de vivir esta experiencia desde el gozo, la alegría, la celebración y el agradecimiento con independencia de lo que esté ocurriendo. Lo que sucede es que para llegar a ese estado, para irradiar esa plenitud, antes hemos tenido que aprender a manejar el remolino de sentimientos y emociones que muchas veces nos arrastran y nos hacen sentir tan pequeños y desdichados que todo se convierte en oscuridad.

Queremos estar bien, todos queremos ser felices y tener una vida plena. Estamos buscando lo mismo, y encontrarlo, dar con ese estado de celebración nos obliga a desarrollar una actitud amorosa con todo lo que sentimos. Con nuestra rabia, nuestro miedo, nuestra soledad, nuestra frustración. Con todo lo que nos resulta incómodo.

Acompañarnos, sostenernos, darnos cobijo y no juzgarnos, sobre todo no juzgarnos, cuando no nos sentimos bien, cuando no hay fiesta, cuando estamos tristes o abatidos nos proporciona un estado de plenitud interna, de libertad que nos lleva a sentir alegría y gozo, porque cuando somos capaces de abrazar todo lo que ocurre, cuando no luchamos y no nos resistimos, entonces sí, entonces estamos listos para celebrar la vida, porque convertirla en una fiesta pasa por festejar todo lo que somos, por darle la bienvenida a todo lo que nos está sucediendo, incluido lo que no nos gusta.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Guille Álvarez