UN REGALO

Todo lo que has logrado, todo lo que has conseguido, todo lo que, aún, te queda por conquistar, todos tus desafíos, retos y dificultades, todo eso que sueñas y anhelas, todo aquello que deseas manifestar, todo, ha ocurrido y ocurrirá porque tu Yo Sagrado, tu Divinidad te lo permite, porque forma parte de su plan. Y esto que escribo y comparto contigo, es algo que yo me repito sin cesar.

Para mi mente lógica y racional, para mi ego, afirmar que la vida es un regalo resulta una obviedad, pero la realidad es que saberlo con la mente sirve para poco o para nada, si después, no logro dar un paso más y convertir mi vida en un reflejo de esa consciencia.

Si con la mente ya sabemos de lo grandioso de esta experiencia, después, necesitamos aprender a vivir una vida acorde a esa creencia, y hacerlo, implica abandonar la constante queja, soltar el victimismo, la ausencia de responsabilidad, la culpa y la preocupación. Supone deshacernos de nuestra soberbia, de esa voz que nos engaña diciéndonos que tenemos el control. Vivir la vida desde la certeza de que es un auténtico regalo implica despertar nuestra inocencia y también nuestra curiosidad. Nos pide que le digamos adiós al miedo y que sanemos nuestras mentes tan intoxicadas por falsas creencias. Vivir sabiendo que cada instante es un regalo nos reclama agradecimiento constante, humildad, optimismo, alegría y disponibilidad.

Sentir la vida como lo que en realidad es resulta tan poderoso como transformador, porque todo el peso del ego, todo su intento de control, todo el miedo, la dudas, las expectativas se desvanecen para dejar espacio al agradecimiento y al amor. Y cuando logramos vivir desde ahí, es cuando nuestras experiencias cambian por completo y comenzamos a ver milagros, es cuando fluir adquiere significado, es cuando vivimos el cielo en la tierra, es cuando la fuerza del amor toma las riendas y nuestra vida se convierte en algo mágico y sagrado.

Deseo poder sentir y vivir la vida como un eterno regalo, deseo verla siempre con los ojos de mi niña de tres años, deseo que todos lo consigamos, porque al hacerlo, habremos despertado.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Jeremy Mcknight

Photo by Jeremy Mcknight



NO SUFRAS

Es algo muy común en nosotros, los seres humanos, y también muy propio del mundo judeo cristiano creer en la utilidad del sufrimiento porque a través de él, obtendremos, en algún momento, algún tipo de recompensa. Hemos aprendido a justificar y a dar validez al padecimiento, como si lo sagrado, desde arriba, nos dijera: sufre ahora que, después, yo te daré algo bueno y magnífico que compense todo tu sacrificio. No te aseguro que sea ya, ni siquiera en esta vida, pero, créeme, llegará.

Y lo que sucede es que después de sufrir, de padecer, de sacrificarnos, de mortificarnos subiendo la pesada montaña de la vida, todo sigue igual, no cambia nada, y entonces sentimos que esta experiencia es dura, que hay que luchar, que hay que continuar esforzándose a ver si algún día logramos ser felices, y miramos al cielo, esperando que el dios misericordioso en el que creemos nos vea y nos saque de ese sufrimiento que nos mata por dentro, y pasa el tiempo, y nada cambia, y entonces, comenzamos a debilitarnos y a sentirnos indignos, pecadores y culpables, nos sentimos abandonados y defraudados por ese dios que creíamos amoroso y bondadoso. Y entonces, nuestra mente nos dice que la vida es injusta, que la enfermedad es real, que no se puede tener todo en la vida, que quién eres tú para ser plenamente feliz, que si las cosas van muy bien, algo, dentro de poco irá mal, que todavía te falta algo por aprender y que, cuando las aprendas, a lo mejor, es cuando te llega la recompensa, que no es tu momento, que posiblemente dios quiera algo distinto para ti.

Y así se nos pasa la vida, creyéndonos lo que no es cierto.

No existe un dios misericordioso que vive ahí arriba y que justifica, ama y valora el sufrimiento. No existe un dios que castiga, que da premios y recompensas. No existe un dios que juzga. No existe un dios que acepta el padecimiento y el sufrimiento de sus amados hijos. No existe un dios externo, personal y que habita fuera de nosotros. No existe un dios que envía pandemias y enfermedades a ver si aprendemos algo. No existe. Y solo con que dediques un poco de tiempo a mirar dentro de ti y a despertar al ser maravilloso que eres, te darás cuenta de que ese dios es falso, de que solo es una invención de tu mente.

La Fuente creadora es impersonal, y su única característica es la incondicionalidad de su amor. Tú eres una extensión perfecta de esa Fuente, de la Divinidad. Tú eres Amor. Eres un ser divino que participas de ese amor universal y que está transitando por esta experiencia para ser, compartir y hacer más grande a la Divinidad. Tú no estás aquí para sufrir ni para padecer, ni para pasar pruebas, ni para aprender cosas a través de la enfermedad en cualquiera de las formas que adopte. El Universo, Dios no quiere eso de ti, porque no puede querer algo que no es. Lo Sagrado solo puede extender lo que es de su misma condición. Ahora bien, lo sagrado respeta tu elección. Si tú eliges creer en una divinidad separada de ti, que te da y te quita, eso es lo que verás, porque la justicia del Universo se manifiesta a través de sus 7 leyes, y una de ellas dice que Dios es mente, y tú, como Dios que eres, creas tu realidad a través de tus creencias.

Perdónate por creer en el sufrimiento, por justificar el padecimiento y la enfermedad. Perdónate por creer que tienes que luchar, que necesitas pasar pruebas para estar listo. Perdónate por pensar que lo bueno está por llegar. Perdónate por verte pecador y por juzgarte, por no permitirte vivir todo lo mejor en este mismo momento. Perdónate por depositar tu fe en un dios separado de ti. Perdónate por creer de no tienes poder. Perdónate por someterte al miedo y por creértelo. Perdónate por no ser libre, por no dejar que tu Divinidad se manifieste y derrame toda su luz en ti.

El Universo Dios te da lo que le pides. Te hizo perfecto, completo y entero. Se trata de que tú, con firmeza e insistencia, lo creas. Se trata de que aprendas a verte con los mismos ojos con los que te ve tu Yo Sagrado. Se trata de que renuncies al sufrimiento y de que te declares inocente, merecedor y digno de todo lo bueno.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Aziz Acharki

Photo by Aziz Acharki


ENTENDER LA VIDA

La vida espiritual tiene que ver con la entrega, con la rendición, no con la comprensión. Siempre que aparezca esa parte de ti que quiere entender, saber el porqué, dale una patada y hazla desaparecer.
— Swami Chetanananda

Tenemos una inclinación natural, casi siempre inconsciente, a intelectualizar la vida y lo que sentimos. A todo le buscamos un por qué y un propósito. De todo, tenemos que aprender algo y de todo necesitamos entender su razón de ser y su origen. Nos relacionamos con la vida desde la premisa de que lo que somos no es suficiente, de que dentro de nosotros no podremos encontrar respuestas a ninguna de nuestras preguntas y de que necesitamos entendernos para así, después, encontrar la paz. En esa tendencia tan nuestra que nos lleva a la incesante búsqueda de información, a intentar comprender lo que nos sucede, a querer saber más y más, perdemos conexión con la verdadera fuente de sabiduría, con el maestro que vive en nuestro interior.

Vivimos esta experiencia encarnados en un cuerpo físico limitado y, generalmente, asustado. La mente del ego, de nuestra personalidad-cuerpo necesita comprender, entender, obtener información, saber por qué y para qué ocurre todo lo que ocurre. Esa mente utiliza la información como defensa ante la posibilidad de dejar que todo sea como es, de que todo fluya y de que, en nosotros, se despierte la entrega. La tendencia a la racionalización e intelectualización de la vida y la búsqueda constante de información que nos sirva para sanarnos, nos aleja del propio proceso de sanación. Creer que lo entendido y aprendido puede, por sí solo, transformar nuestra vida es un error que, además, genera mucha frustración: entiendo algo con la mente, tengo información, pero, dentro de mí, todo sigue igual.

Dicho esto, todos tenemos ego y, por tanto, todos, en mayor o menor medida, necesitamos información y comprender el cómo y el porqué. Eso, en sí mismo, no es ni bueno ni malo, pero, aislado, sirve de poco o nada si no lo convertimos en un canal de conexión con nuestro interior. Se trata de integrar, no solo de entender. Se trata de despertar, no solo de saber. Se trata de utilizar la información como un medio para que nuestro ego se sienta seguro y así nos podemos aislar del miedo de mirar en el interior.

Temporalmente somos ego, pero, intemporalmente, espíritu. Nuestro ego no sabe, tiene miedo, y quiere entender el porqué de las cosas. Nuestro espíritu lo sabe todo, es amor y no necesita aprender nada. Cuanta menos importancia le demos a las preguntas de nuestra mente, cuanto mejor utilicemos y canalicemos nuestra necesidad de saber, más espacio estaremos creando para que nuestro sabio interior despierte.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Colton Duke

Photo by Colton Duke












EL TIEMPO PERDIDO

No sabemos y no queremos perder el tiempo, como si hacerlo supusiese, de verdad, perderlo. Sentimos que si no producimos, si no estamos haciendo algo que nos lleve a un resultado tangible, medible y palpable, entonces, estamos tirando y desaprovechando eso que consideramos tan valioso y tan ilusorio como es el tiempo. Ese constante momento que parece escaparse de nuestras manos si no lo llenamos de haceres, quehaceres y deberes.

Mi mente me atormenta diciéndome que no hacer nada es una pérdida de tiempo, que dibujar un mandala o mirar por la ventana es una pérdida de tiempo. Mi mente me dice que no lea una revista, que dedique mi tiempo a algo más productivo como es leer un libro. Mi mente me dice que aburrirse es desperdiciar el tiempo. Así que, seducida y engañada por ella, hago cosas sin parar que justifiquen mi existencia, que me proporcionen la sensación de que valgo la pena. Así, me autoengaño, creyendo que por llenar mi tiempo de obligaciones, lo estaré utilizando de manera correcta y como se debe.

Se trata de no perder el tiempo, y en ese no querer perderte, me esfuerzo tanto, querido tiempo, que, al final, te pierdo. Parece que si no te utilizo para estar ocupada, te me vas de las manos, parece que no sé disfrutarte sin exprimirte y sin llenarte de actividades al máximo. Parece imposible verte como algo ilimitado.

El tiempo que nuestra mente considera perdido porque no ha sido productivo, nuestro corazón y nuestro femenino lo ha ganado. Ese tiempo perdido es la clave para el reencuentro con nosotros mismos. Cuando paramos, cuando no hacemos, cuando dedicamos tiempo a la nada, al no tiempo, a lo que existe ahora, a lo que cada uno necesitamos, sea hacer algo que en sí mismo pueda ser inútil o sea no hacer absolutamente nada, estamos convirtiendo el tiempo lineal en algo infinito. Se trata de aprender a desvincular el tiempo de la productividad y del futuro. Se trata de entender que el tiempo dedicado al no hacer, al ser, al sostener, al permitir, al placer es el tiempo que deja de ser limitado para convertirse, como si fuera un milagro, en un presente ilimitado.

Desvincularnos de la creencia que nos dice que todo tiene que tener un para qué, que todo tiene que servir para algo es fundamental para que podamos recuperar la sensación de plenitud y de presencia. Limpiar nuestro tiempo de expectativas, negarnos a la necesidad de llenarlo, desvincularnos de ese futuro que todavía no ha llegado, nos permite crear espacio para descubrir que si lo pensamos, el tiempo es ilimitado.

Feliz Pascua y Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo Kunj Parekh

Photo Kunj Parekh

PORQUE ME AMO

Porque me amo, cuido de mí, y porque me amo, me permito ser quien soy. Porque me amo, me acepto y me apruebo. Porque me amo, me sonrío y también me abrazo.

Porque me amo, escucho y atiendo mis necesidades. Porque me amo, he dejado de juzgarme y de culparme, y cuando, todavía me reconozco haciéndolo, con cariño y mucha calma, rectifico y me pido perdón. Así, puedo continuar caminando.

Porque me amo, me motivo, me doy aliento y me responsabilizo. Porque me amo, confío, me siento bien, y te sonrío. Porque me amo, puedo soltar el control y desprenderme. Porque me amo, me relajo, me doy placer y descanso.

Porque me amo, no me permito pensamientos que me hagan daño. Porque me amo, cada vez elijo mejor lo que creo y lo que hago. Porque me amo, permito y sostengo todo lo que siento. Porque me amo, me deseo una vida exenta de sufrimiento. Porque me amo, utilizo mi mente para sentirme bien. Porque me amo, acepto mi oscuridad y la veo como un poderoso recurso para mi transformación y para mi completa sanación. Porque me amo, sostengo mi vulnerabilidad y reconozco todas mis vergüenzas.

Porque me amo, regulo mi energía y pongo límites. Porque me amo, sé que decir “no”, a veces, es muy necesario. Porque me amo, no lucho. Porque me amo, acepto. Porque me amo, sé que me merezco todo lo bueno. Porque me amo, estoy cada vez más disponible para recibirlo. Porque me amo, me declaro inocente. Porque me amo, sé que el Universo siempre me cuida y me quiere.

Porque me amo, soy paciente y amable conmigo. Porque me amo, me trato con afecto y respeto. Porque me amo, no quiero darme lo que nunca daría. Porque me amo, disfruto de mi compañía. Porque me amo, no creo lo que me dice mi ego. Porque me amo, no sé qué significa sentirme sola. Porque me amo, no me deleito con pensamientos de miedo. Porque me amo, cada vez que aparecen, los entrego. Porque me amo, no me dejo para luego. Porque me amo, me siento libre. Porque me amo, no me reprimo, ni me escondo ni me tapo.

Porque me amo, intento no autoengañarme y no ponerme excusas. Porque me amo, estoy abierta al cambio, a lo nuevo, a soltar el pasado y a liberarme de mis resistencias. Porque me amo, me siento segura, y eso me da espacio para desprenderme de mi rigidez, para flexibilizar mi mente y para aceptar ayuda. Porque me amo, lo que sea que esté pasando dentro, no me lo guardo. Porque me amo, sé que abrirme a compartir es muy necesario. Porque me amo, doy gracias a diario.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Karl Magnuson

Photo by Karl Magnuson

EL PODER ESTÁ DENTRO

Cuando se domina lo exterior mediante lo interior, todo se arregla
— El TAO de la larga vida

En un abrir y cerrar de ojos, las estructuras externas se han derrumbado, los grandes sistemas que creíamos firmes y en los que, desde hace siglos, venimos depositando nuestro poder se han caído. No deberíamos olvidar, y más en este momento, que lo externo, no es más que un reflejo de lo interno, porque "como es dentro es fuera”, y porque todos, de alguna manera, y en mayor o menor medida, le vamos dando forma a lo que, después, manifestamos como sociedad.

Si lo de fuera está sufriendo una transformación tan extrema, quizá, todos nosotros tengamos también la oportunidad de implicarnos y comprometernos en una transformación interna. La realidad es que no estamos acostumbrados a estar con nosotros mismos. Tenemos una tendencia natural a escapar de lo que nos asusta y de lo que sentimos. Tendemos a poner parches y un “mejor mañana” a lo que tenga que ver con nuestra vulnerabilidad y con lo que sucede en nuestra casa interna. Nos engañamos con un “ahora no puedo”, no nos escuchamos o, por lo menos, no lo suficiente como para reconocernos y, así, poder amarnos.

No sabemos cuáles son nuestros recursos internos, hemos crecido creyendo que todo está allí afuera, y por eso, ahora que lo externo es incierto y se tambalea, es momento de preguntarnos qué está pasando dentro. Si tengo tres títulos universitarios y una nefasta relación interna, si creo que no soy válido y que no puedo, mis títulos, lo de fuera, no sirven porque no son reflejo de una estructura sólida y amorosa de mi casa interna, porque el punto de partida siempre está en mí, porque la prosperidad, el amor, el poder, la plenitud o lo que sea, nunca vinieron de fuera, porque lo de fuera solo puede reflejar lo que, previamente, yo he despertado, aceptado y permitido dentro. Porque si yo no reconozco mis recursos, nunca los voy a poder ver en su forma física. Porque la conexión entre lo que somos y lo que manifestamos es la clave para levantar macro estructuras firmes y duraderas.

Se nos ha enseñado que lo importante es producir, hacer, fabricar, ser válido, luchar, esforzarse y trabajar. Y esa enseñanza, así, aislada, se queda coja, muy coja. Le falta una parte, su otra polaridad. Y quizá, en estos momentos, lo que más necesitemos sea recordar que el hacer no puede existir sin el ser, que lo de fuera necesita espacio para lo de dentro y que las grandes estructuras precisan de un buen suelo interno. No pasa nada por parar, por dedicarnos un poco de tiempo. No pasa nada por tener miedo, por sentirnos vulnerables, por estar cansados, por escuchar lo que necesitamos, por decir "no puedo”, por no hacer, por no producir, por descansar, por ser imperfectos. No pasa nada, de verdad.

Necesitamos recuperar la fe y la confianza en nosotros, en nuestros recursos. Necesitamos mirarnos y ver si sabemos nutrirnos, si somos capaces de atendernos y de respetar nuestras necesidades. Si estamos cómodos con nuestra vulnerabilidad y también con nuestras debilidades. Necesitamos parar un momento, es una gran oportunidad. Necesitamos reconocernos y reencontrarnos y, sobre todo, necesitamos recuperar todo el poder que, hasta ahora, habíamos entregado a lo de fuera. Y necesitamos hacerlo porque vivir desde la conexión interna permite que lo externo funcione y permanezca.

El equilibrio entre intervenir y dar un paso atrás, entre parar y accionar, entre esforzarse y relajarse es fundamental para que todo fluya en perfecta armonía y orden. Solo tenemos que observar lo que está ocurriendo en la naturaleza, y así, podremos darnos cuenta de que el no hacer permite que todo fluya y se coloque.

Y ese es mi deseo, dar un paso atrás, dejar de intervenir para que todo fluya y se coloque.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Muhamad Rizal Firmansyah

Photo by Muhamad Rizal Firmansyah

HUMILDAD

SÉ HUMILDE, ponte a un lado, deja ir tus pensamientos atemorizantes, y permite que lo Divino tome el mando y se encargue. La humildad te convierte en invulnerable y te permite descubrir todo lo que tu Padre Divino tiene para darte. Ser humilde es aceptar que tú no sabes. Es entregarte por completo, diciéndole a la vida, a Dios o al Universo: Tú te encargas. Tú sabes.

NO HAGAS NADA, no insistas, no intentes. Es momento de regresar a casa, a tu casa interna. Es momento de atenderte y de cuidarte, de escuchar tus necesidades, de mirarte y de mimarte. De ser mamá contigo, de nutrirte y de abrazarte. Si cuidas de ti, también lo estás haciendo conmigo.

MIRA EL PRESENTE, lo que existe ahora. El futuro no ha llegado, es un invento. Debemos darnos cuenta. La experiencia que estamos viviendo nos pide consciencia. Solo un presente, así, consciente, vivido con gratitud y serenidad puede crear un futuro lleno de amor y de prosperidad. Quizá, lo que estamos viviendo nos está regalando la oportunidad de hacer un gran cambio como sociedad.

REVISA TUS PRIORIDADES. Demos valor a lo que perdura, a lo que siempre permanece, a los vínculos, a lo que el corazón dicta. A la salud y a la familia. A la solidaridad y a la amabilidad hacia el otro. A la unidad, a la consciencia de que somos una sola humanidad entrelazada a través del corazón, hasta ahora separada por la razón.

PERMITE que el UNIVERSO TE CUIDE. Dejemos que nos abrace, que se manifieste en nosotros a través de su poder y de su perfección. Es posible que con tanto foco en la producción, en lo material, en lo efímero, en tener razón, en la separación, nos hayamos olvidado de que es ese Universo en el que casi nunca pensamos, el que hace que el Sol salga, el que nos da aire para respirar, el que obra milagros. Quizá, es hora ya de devolver el poder a quien lo tiene que tener.

TEN PACIENCIA, es decir, paz interna. Dirijamos nuestra mente, mantengámosla pura, sosegada, y presente. Meditemos para que los pensamientos enfermos se transformen. Para que dejen de ser miedo y se conviertan, nos conviertan en un: "Yo soy la salud perfecta".

DA LAS GRACIAS, por esto y por todo. El agradecimiento nos da la posibilidad de encontrarnos con la oportunidad que se esconde detrás de cualquier circunstancia o proceso. El agradecimiento eleva nuestra vibración y nos libera del miedo. El agradecimiento nos impulsa y atrae hacia nosotros más motivos para ser agradecidos.

CAMBIA. Hagámoslo radicalmente, abandonemos las resistencias y comencemos a hacerlo distinto. Decidamos construir una nueva versión de nosotros mismos, inspirada, consciente, amable y solidaria. Cambiemos para que lo de fuera cambie.

BAILA, o pinta, o canta, o ríete a carcajadas. Haz lo que te despierte por dentro, mantén activo a tu niño interno. Es muy importante que no perdamos la inocencia, la sorpresa y el juego.

ORA, por todos aquellos que se están dejando la piel por servirnos y por cuidarnos. Por todos aquellos que han dicho adiós a esta experiencia. Por sus familiares, para que no sean arrastrados por la desolación y mantengan la serenidad y la esperanza.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by David Marcu

Photo by David Marcu