7 Leyes Universales

NO SUFRAS

Es algo muy común en nosotros, los seres humanos, y también muy propio del mundo judeo cristiano creer en la utilidad del sufrimiento porque a través de él, obtendremos, en algún momento, algún tipo de recompensa. Hemos aprendido a justificar y a dar validez al padecimiento, como si lo sagrado, desde arriba, nos dijera: sufre ahora que, después, yo te daré algo bueno y magnífico que compense todo tu sacrificio. No te aseguro que sea ya, ni siquiera en esta vida, pero, créeme, llegará.

Y lo que sucede es que después de sufrir, de padecer, de sacrificarnos, de mortificarnos subiendo la pesada montaña de la vida, todo sigue igual, no cambia nada, y entonces sentimos que esta experiencia es dura, que hay que luchar, que hay que continuar esforzándose a ver si algún día logramos ser felices, y miramos al cielo, esperando que el dios misericordioso en el que creemos nos vea y nos saque de ese sufrimiento que nos mata por dentro, y pasa el tiempo, y nada cambia, y entonces, comenzamos a debilitarnos y a sentirnos indignos, pecadores y culpables, nos sentimos abandonados y defraudados por ese dios que creíamos amoroso y bondadoso. Y entonces, nuestra mente nos dice que la vida es injusta, que la enfermedad es real, que no se puede tener todo en la vida, que quién eres tú para ser plenamente feliz, que si las cosas van muy bien, algo, dentro de poco irá mal, que todavía te falta algo por aprender y que, cuando las aprendas, a lo mejor, es cuando te llega la recompensa, que no es tu momento, que posiblemente dios quiera algo distinto para ti.

Y así se nos pasa la vida, creyéndonos lo que no es cierto.

No existe un dios misericordioso que vive ahí arriba y que justifica, ama y valora el sufrimiento. No existe un dios que castiga, que da premios y recompensas. No existe un dios que juzga. No existe un dios que acepta el padecimiento y el sufrimiento de sus amados hijos. No existe un dios externo, personal y que habita fuera de nosotros. No existe un dios que envía pandemias y enfermedades a ver si aprendemos algo. No existe. Y solo con que dediques un poco de tiempo a mirar dentro de ti y a despertar al ser maravilloso que eres, te darás cuenta de que ese dios es falso, de que solo es una invención de tu mente.

La Fuente creadora es impersonal, y su única característica es la incondicionalidad de su amor. Tú eres una extensión perfecta de esa Fuente, de la Divinidad. Tú eres Amor. Eres un ser divino que participas de ese amor universal y que está transitando por esta experiencia para ser, compartir y hacer más grande a la Divinidad. Tú no estás aquí para sufrir ni para padecer, ni para pasar pruebas, ni para aprender cosas a través de la enfermedad en cualquiera de las formas que adopte. El Universo, Dios no quiere eso de ti, porque no puede querer algo que no es. Lo Sagrado solo puede extender lo que es de su misma condición. Ahora bien, lo sagrado respeta tu elección. Si tú eliges creer en una divinidad separada de ti, que te da y te quita, eso es lo que verás, porque la justicia del Universo se manifiesta a través de sus 7 leyes, y una de ellas dice que Dios es mente, y tú, como Dios que eres, creas tu realidad a través de tus creencias.

Perdónate por creer en el sufrimiento, por justificar el padecimiento y la enfermedad. Perdónate por creer que tienes que luchar, que necesitas pasar pruebas para estar listo. Perdónate por pensar que lo bueno está por llegar. Perdónate por verte pecador y por juzgarte, por no permitirte vivir todo lo mejor en este mismo momento. Perdónate por depositar tu fe en un dios separado de ti. Perdónate por creer de no tienes poder. Perdónate por someterte al miedo y por creértelo. Perdónate por no ser libre, por no dejar que tu Divinidad se manifieste y derrame toda su luz en ti.

El Universo Dios te da lo que le pides. Te hizo perfecto, completo y entero. Se trata de que tú, con firmeza e insistencia, lo creas. Se trata de que aprendas a verte con los mismos ojos con los que te ve tu Yo Sagrado. Se trata de que renuncies al sufrimiento y de que te declares inocente, merecedor y digno de todo lo bueno.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Aziz Acharki

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