CREE EN TI

La religión de todos los hombres debe ser la de creer en sí mismos
— Krishnamurti

No importa lo que quieras alcanzar, da igual lo que estés buscando. Creer en ti será siempre el primer paso. El único camino posible. Creer en ti es la opción que te conducirá a la felicidad que andas buscando.

Nos enseñaron a depositar nuestra fe en lo externo. Aprendimos a creer en el gurú, en el libro, en el sabio, en la técnica. Aprendimos a creer, sí, ¿pero en qué? ¿en quién? Creer es entregar nuestra fe, es dar una parte de nosotros. Y entregar nuestra fe fuera sin haber construido fe en nosotros no nos llevará más que a la desconexión, al miedo, a la separación y a la frustración. Mucha frustración. 

Creer en ti es apostar por ti. Es tener fe absoluta en lo de dentro. Es darte valor por encima de todo. Es escucharte y priorizarte. Creer en ti es deshacerte de las dudas sobre tu capacidad, tu merecimiento y tu dignidad.

Creer en ti es dejar espacio a lo que tu corazón te dice. Escuchar tu voz interna y tener fe en ella, aunque no la veas, aunque desde fuera te digan que es falsa, incluso que es fea. 

Creer en ti es tenerte respeto. Es serte fiel por encima de lo externo. Creer en ti es mirarte y entregarte toda la fe que habías depositado fuera. Es devolverte lo que, sin duda, te corresponde.

Creer en ti es saber que puedes. Es animarte. Es, pese a la fatiga, el cansancio y las dudas, motivarte, darte palabras de cariño, abrazarte y recordarte siempre que eres importante. Muy importante. 

Creer en ti es verte con admiración, es ponerte en valor, es amarte y por supuesto, aceptarte. 

Creer en ti es ir de la mano contigo. Es hacerte caso y no dudarte. Sobre todo no dudarte.

Creer en ti es lo que te permitirá descubrir que desde el inicio, el Universo creyó en ti. 

Sin creer en ti, tu Padre no puede ayudarte porque sin tener fe dentro, no podrás tener fe fuera, porque "como es dentro, es fuera".

Cree en ti siempre y pase lo que pase.

Feliz presente, 

Almudena Migueláñez.

Photo by Ray Rui

Un NO

Decir “no” significa, ante todo, decirse “sí” a uno mismo y proteger aquello que valora
— William Ury

A veces, el mayor acto de amor hacia nosotros mismos es aprender a decir "no". Es ser capaces de vivir asumiendo la responsabilidad de ser fieles a lo que somos, a todo lo que somos. Una fidelidad que transforma ese "no" en un "sí". Un "sí" al respeto que nos debemos. Un "sí" al cariño que deberíamos tenernos. Ese "no" que esconde una defensa amorosa de lo que sentimos y que representa aquello que honramos.

Aprender a decir "no", nos permite integrar nuestra autoridad interna, nos lleva a cuidarnos de lo que sentimos injusto y nos coloca en el lugar que nos corresponde. Ese "no" nos equilibra y da espacio a nuestra energía masculina.

La autoridad nos libera y nos sirve de guía para ver hasta donde hemos aprendido a querernos. Hasta donde estamos dispuestos a cuidarnos y a valorar nuestras necesidades. El "no", el límite, la responsabilidad, la autoridad son formas de darnos amor, de respetarnos y de ponernos en valor. Sin embargo, nuestra tendencia, a veces casi inevitable, es la de sujetarnos al miedo, es la de dejarlo para otro momento, es la de pensar: "total, qué más da". Es creer que no pasa nada por ceder. Pero sí, sí pasa. Lo que sucede cuando nos hacemos laxos con los límites es que aprendemos a violarnos, es que aceptamos que renunciar a nosotros forma parte del juego de la vida y que "total, qué más da". Y así, en esa falta de autoridad vamos permitiendo el abuso, y mucho peor que eso, nos vamos abandonando, nos vamos dejando de querer. Y dejarnos de querer es una forma muy fea de vivir. Dejarnos de querer, no saber decir "no" solo nos va a servir para abrir las puertas a la rabia y a la frustración. 

La renuncia del yo a favor del otro no es sino la representación de un profundo miedo a nuestra autoridad. De un pánico camuflado al "no". A alzar la voz y decir: "aquí está mi límite y lo respeto". Esa renuncia del yo a favor del otro, ese "no" a mí, aunque interiormente sienta que es injusto, que me hace daño, que me aprisiona el pecho, es un "sí" a una autoridad que viene de fuera y que no soy yo. Gran error. 

Yo solo me tengo a mí, lo de fuera es un espejo. Es un reflejo donde yo puedo ver la forma de mi casa interna. Si yo no me respeto, si yo no me proclamo una autoridad en mi vida, si yo no asumo la responsabilidad de ser, entonces me estoy corrompiendo. Estoy dando valor a lo que me es ajeno, estoy aprendiendo a amar la falta de amor. 

Por favor, pese al miedo, nunca te olvides de decir "no" cuando lo sientas en tu corazón.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Manuel Ferrara

 

 

INMORTALES

"El cielo no está arriba o abajo o a la derecha o a la izquierda. Está en el centro del pecho del hombre que tiene fe". Salvador Dalí.

Volvemos a nacer. Otra nueva oportunidad para un renacimiento que, sin embargo, parece servirnos de poco y por poco tiempo. Un renacimiento que en realidad debería de ser una revolución. Un asalto a nuestros corazones, una llamada a gritos para que renunciemos ya al ciclo de sufrimiento, limitación, muerte, culpa y padecimiento al que nos hemos mal acostumbrado.  ¿Cuántas veces debemos morir para darnos cuenta de que somos inmortales?

La inmortalidad tiene que ver con hacernos ajenos al miedo del ego. La inmortalidad tiene que ver con permitirnos ya, definitivamente, vivir desde y en el centro de nuestro pecho. La inmortalidad es conectar con el cariño y la compasión hacia nosotros mismos, con el perdón hacia mí y con la liberación del otro, con nuestra capacidad para deshacernos de todos los pensamientos que nos hieren, que a veces nos aniquilan, que abren heridas que no cicatrizan. 

Hoy renacemos, pero renacer a la vida sin un firme compromiso de no volver a morir, de no volver a dar autoridad a todo aquello que simboliza muerte en nuestras vidas, sería solo otro ciclo más. Un renacimiento sin la intención de no asumir más lo que nos limita, encarcela y aprisiona, sería tan solo un renacer anunciador de la próxima muerte. 

El sentido de la resurrección es hacernos inmunes a las trampas del miedo, a los juicios de la mente, a las necesidades y expectativas de nuestros egos. Es una nueva oportunidad para descubrir el Reino del amor dentro. 

Renacemos hoy para que nuestra Consciencia Crístico-Búdica, la energía de nuestro corazón, se haga ilimitada e inmortal en nuestras vidas. Para que la luz de nuestro corazón ilumine siempre nuestra oscuridad, convirtiéndola y elevándola. Elevándonos hasta lo inmortal que existe en cada uno de nosotros, el cielo de Dalí en el pecho de cada hombre.

Suelta la cruz, el sufrimiento, la culpa, el dolor que te produce creerte el miedo. Deja ir las expectativas y regresa a la inmortalidad e inocencia de tu corazón. Vuelve a jugar.  Eres libre, merecedor. Eres amor.

Feliz Pascua de Resurrección,

Almudena Migueláñez.

TRALARÁ

Vamos a contar mentiras, tralará.

Es mentira que no puedas, que tengas límite, que no seas capaz. Es mentira que todo esté decidido. También lo es la existencia del azar. Es mentira que exista la casualidad. No te lo creas. Es mentira, de verdad.

Es mentira que no puedas tener la vida que quieres tener. Mentira. También es mentira mentirosa que tengas que padecer limitaciones económicas porque hay escasez, por la crisis o porque tu trabajo no da para más. Es mentira que el dinero quite dignidad. Mentira, mentira. Es mentira que con tus años ya sea difícil encontrar pareja o que la muerte justa solo es a partir de una cierta edad.

Es mentira que la enfermedad sea fruto de la casualidad, que seas una media naranja y que te falte la otra mitad. También lo es que seas culpable, que no seas digno, que no pertenezcas. Es mentira que juzgar sea lo justo y que tú no seas espiritual. Es mentira que seas imperfecto, que tu vulnerabilidad no sirve y que necesites a otros para alcanzar la paz y la felicidad. Es mentira que guardar tus emociones sea beneficioso y que sentir sea peligroso.

Tus dudas son mentira. Que la lógica está por encima del corazón, mentira. Que tu intuición no sirve, mentira. Que tienes que ver para creer, mentira. Todo mentira. Tralará.

Es mentira que no puedas permitirte ser quien eres porque los demás no te dejan y te juzgan y también lo es que ante tu jefe no puedas mostrarte y ser tú mismo. Es mentira que la vida sea sacrificio. No te creas que para alcanzar lo que deseas debes hacer grandes esfuerzos y padecer largas esperas.  

Las verdades miedosas de tu ego son todas mentira. No las creas, por favor. 

Tu mente genera pensamientos. Estos pensamientos se convierten en creencias. En verdades mentirosas. Esas creencias, polarizadas en miedo, son tu mayor fuente de limitación. Si das credibilidad a lo que tu ego te dice, en realidad estás dando credibilidad a lo que es falso, a lo que no es real, al miedo. Si en vez de creerte esos pensamientos, fueras capaz, primero de analizar y ser consciente de todas las creencias limitantes que tienes sobre ti, sobre la vida, sobre el trabajo, sobre el dinero, sobre la enfermedad, sobre tus deseos, de todas las mentiras que te has creído, y a continuación decidieras no darles credibilidad, si las dejaras ir, podrías abrirte a un campo ilimitado de posibilidades. Podrías abrirte a la posibilidad de los milagros. Descubrirías que LO QUE CREES, CREAS.

No te creas tus mentiras, por favor. Prueba a creer solo en el amor.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

UNA MENTE BLANCA

Le decía a un amigo que mi mente está en blanco, que los pensamientos no vienen, que hoy, tener que escribir me genera ansiedad. Palabras que se cortan, que borro, que vuelvo a escribir, ideas que van y que vienen, muy poca claridad y ninguna capacidad para enlazar.

- Escribe sobre eso, sobre el blanco. 

- ¿Qué blanco?

- Sobre la importancia del silencio y el camino del blanco cuando tenemos ansiedad. 

El camino del blanco, directo hacia el silencio, hacia la mente sin color, sin pensamientos, sin juicios, sin miedos. El blanco de mi mente me lleva a conectar con mi poder y sabiduría interior. Con la paz que habita en mi corazón y en mi mente superior.

La mente del ego, la que piensa sin cesar, nos puede conducir a la ansiedad. Nos desvía hacia los pros y los contras, y con facilidad, nos puede engañar. La mente inferior es una manifestación de nuestra energía masculina. Dirige pensamientos como dardos y muchas veces lo hace sin ningún control. La mente nos conduce a la saturación, a la sobrecarga, a las punzadas en las sienes y la mochila en nuestras espaldas.

¿Quieres tomar una decisión? ¿quieres escribir? ¿quieres saber lo que te gustaría hacer? ¿quieres liberarte del miedo? ¿quieres? Entonces crea una mente blanca. El blanco es tu color.

El blanco te invita a soltar la cárcel de tus pensamientos, te abre la puerta de tu energía femenina, te devuelve el control. Con tu mente en blanco no hay ansiedad, puedes saber, escribir y decidir. En el blanco hay silencio, no hay nada y precisamente ahí, en la nada es donde encontrarás todo. 

La mente blanca te conduce a la perfección, te libera de la angustia, de cualquier manifestación de miedo, de carga o de necesidad. Crea silencio en tu mente. Ve dejando ir los pensamientos, suéltalos y siéntete cómodo con el vacío, con la incertidumbre, con la nada de tu interior. Crea una mente blanca para que las respuestas se te muestren. 

Cuando tengas ansiedad y necesites tomar una decisión, recuerda soltar la mente y dejarla sin color. El camino del blanco no te ofrece pros ni contras, no es un camino de acción. Es la pasividad de tu femenino que te puede conducir a la manifestación. Crear una mente blanca consiste en permitirte dejar ir todo aquello que estés pensando, todas tus mentalizaciones, creencias, etiquetas y juicios. El camino del blanco es el camino para tu expansión. 

El blanco y el silencio se despiertan al conectar con tu respiración. Haz la prueba. 3, 7, 21 días, toda la vida. Inhala y observa tu inhalación, exhala y observa tu exhalación. Pon toda tu atención en cómo se produce tu contacto con la vida. Solo observa. Inhala y observa tu inhalación, exhala y observa tu exhalación. Tus pensamientos entran, obsérvalos y déjalos ir. Estas creando silencio en tu interior. El color de tu mente se convierte en blanco. La serenidad aparece, la ansiedad se evaporó. 

Crea una mente blanca, deja ir el miedo, el limite y el control. 

Feliz presente,

Almudena Migueláñez

IMAGINA

Sé que eres capaz. Vístete con el traje de tu niño interior. Imagina. 

Imagina que en este momento, aquí, ahora, tienes un Padre que te quiere como nadie jamás te ha querido nunca. Imagina que ese Padre es bondadoso, poderoso, incondicional y que no te juzga ni te juzgará. Esto es muy importante. Tu Padre no es capaz de juzgar, por tanto tampoco te tiene que perdonar. No es que vea tus defectos y se esfuerce en evitarlos, no. Es que no los ve, tiene ceguera de juicio, de miedo y de castigo. Recuerda que estás imaginando. 

Ese Padre que ahora está contigo, te quiere así, tal y como tú eres. Te quiere con tus miserias, tus miedos, tus errores y tus carencias. Te diré más. No solo te quiere sino que además te desea todo lo mejor. No un poquito, no una parte, no esto sí y aquello no. No. Te desea todo lo mejor. Te desea lo que tú te deseas desde el corazón. Continúa imaginando, por favor. Total, solo se trata de imaginar. Es domingo, permítetelo. 

Imagina qué sentimiento tan inmenso saber que tienes un Padre que te quiere siempre, pase lo que pase, seas quien seas, hagas lo que hagas. Un padre que te puede querer a ti y a todos los demás. Que te da sin límites y que te cuida sin límites. Un Padre que tiene todo lo que le pides siempre, que no tiene que ir a comprarlo, ni esperar para dártelo. No tiene dificultades en el reparto, ni problemas de abastecimiento. Siempre tiene. Es infinitamente abundante. Te lo imaginas, ¿no? Sí, te lo imaginas porque sigues vestido con el traje de tu niño interior. 

¿Cómo te sientes? Puedo ver tu cara. Esa sonrisa ilusionada.

Si ahora fueras un niño, no tendrías ninguna dificultad en creer lo que te estoy diciendo, no tendrías que cerrar los ojos ni esforzarte en imaginar. Si ahora fueras un niño, sabrías que no tienes límites, que eres poderoso, sabio y abundante, sabrías que pides y se te da. Pero ha pasado el tiempo. Has ganado en edad, en miedo, en juicio, en duda y desconfianza. Mochilas en tu espalda, dolores en tu corazón.

Por eso insisto en que no dejes de imaginar. Imagina que eres un niño, por favor.

Ya sé que la mente adulta no entiende y que tus creencias niegan tu imaginación, pero no permitamos que el adulto tome el control. Imaginemos, juguemos, bailemos. Pongámonos el traje del niño interior. Recuperemos la esencia de quienes somos, nuestra inocencia y verdadera naturaleza. Nuestra ilimitada capacidad para crear. Nuestro contacto con el Universo, con el Padre que también es la madre que nos parió. Recuperémonos de la fatiga de años de miedo, de escasez, de juicios y desvalorización. Cicatricemos nuestras heridas adultas aplicando la energía que sale de nuestro corazón. Devolvámonos la fe inmensa que teníamos cuando éramos niños y que perdimos cuando dimos autoridad a la lógica y a la razón.

No dejes de imaginar. Imagina que ahora eres un niño, por favor. 

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

AMARME

Amarme quiere decir que me deseo lo mejor, que siento tanto respeto hacia mí mismo que no soy capaz de prohibirme ni de limitarme. Amarme es permitirme ser quien soy, siempre y en todo momento. Es no rechazar mi luz ni mis dones. Amarme es ser humilde, es decir, reconocerme como un ser capaz, digno y poderoso. 

Amarme es tratarme con compasión. Es mirarme con los mismos ojos con los que me mira el Universo, y aquí, creo yo, es donde está el problema, en mi falta de fe en que soy amado incondicionalmente. Si dudo del amor de mi Padre, ¿cómo voy a amarme?

Amarme es nunca juzgarme. Ser incondicional, estar conmigo pase lo que pase. Es ver mi oscuridad con cariño. Es saber bien-tratarme.

Amarme es aprender a poner límites, a decir "no" sin arrugarme.

Amarme es confiar en mí y saberme suficiente. Es dejar ya de sentirme egoísta por amarme. Es liberarme de la carga de los trajes, asumir mis responsabilidades y soltar las que no me corresponden.

Amarme es alentarme, es no castigarme con pensamientos incesantes. Es regalarme tiempos de placer y de descanso. Es emocionarme, así, sin más, emocionarme. Es proponerme metas alcanzables. Es hablarme y escucharme.

Amarme es abrazarme. Es cuidarme, es ser paciente conmigo y darme tiempo, no atosigarme. Es dejar a mi vulnerabilidad que se muestre. Es saber que sé, que puedo y que merezco. 

Amarme es darme espacio en la vida, escucharme y apoyarme. Amarme es no tenerme miedo. Es verme entero y no en mitades. Amarme es siempre, no a veces o depende.

Amarme es ser valiente y, pese a todo, creer en mí.

Es ser agradecida conmigo. Es verme como un niño inocente. 

Amarme es saber que puedo amar y que estoy abierto a amarte. Es recibirte y darte. Es darme.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.