A veces, el mayor acto de amor hacia nosotros mismos es aprender a decir "no". Es ser capaces de vivir asumiendo la responsabilidad de ser fieles a lo que somos, a todo lo que somos. Una fidelidad que transforma ese "no" en un "sí". Un "sí" al respeto que nos debemos. Un "sí" al cariño que deberíamos tenernos. Ese "no" que esconde una defensa amorosa de lo que sentimos y que representa aquello que honramos.
Aprender a decir "no", nos permite integrar nuestra autoridad interna, nos lleva a cuidarnos de lo que sentimos injusto y nos coloca en el lugar que nos corresponde. Ese "no" nos equilibra y da espacio a nuestra energía masculina.
La autoridad nos libera y nos sirve de guía para ver hasta donde hemos aprendido a querernos. Hasta donde estamos dispuestos a cuidarnos y a valorar nuestras necesidades. El "no", el límite, la responsabilidad, la autoridad son formas de darnos amor, de respetarnos y de ponernos en valor. Sin embargo, nuestra tendencia, a veces casi inevitable, es la de sujetarnos al miedo, es la de dejarlo para otro momento, es la de pensar: "total, qué más da". Es creer que no pasa nada por ceder. Pero sí, sí pasa. Lo que sucede cuando nos hacemos laxos con los límites es que aprendemos a violarnos, es que aceptamos que renunciar a nosotros forma parte del juego de la vida y que "total, qué más da". Y así, en esa falta de autoridad vamos permitiendo el abuso, y mucho peor que eso, nos vamos abandonando, nos vamos dejando de querer. Y dejarnos de querer es una forma muy fea de vivir. Dejarnos de querer, no saber decir "no" solo nos va a servir para abrir las puertas a la rabia y a la frustración.
La renuncia del yo a favor del otro no es sino la representación de un profundo miedo a nuestra autoridad. De un pánico camuflado al "no". A alzar la voz y decir: "aquí está mi límite y lo respeto". Esa renuncia del yo a favor del otro, ese "no" a mí, aunque interiormente sienta que es injusto, que me hace daño, que me aprisiona el pecho, es un "sí" a una autoridad que viene de fuera y que no soy yo. Gran error.
Yo solo me tengo a mí, lo de fuera es un espejo. Es un reflejo donde yo puedo ver la forma de mi casa interna. Si yo no me respeto, si yo no me proclamo una autoridad en mi vida, si yo no asumo la responsabilidad de ser, entonces me estoy corrompiendo. Estoy dando valor a lo que me es ajeno, estoy aprendiendo a amar la falta de amor.
Por favor, pese al miedo, nunca te olvides de decir "no" cuando lo sientas en tu corazón.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.