Inspira

MÁS FUERTE QUE LA MUERTE

He sentido envidia. También admiración. Una sensación de estar delante de una autentica lección de vida. Esta semana, se produjo una explosión en un edificio de Madrid que se llevó consigo a un chico de 35 años, padre de 4 hijos pequeños y a otras tres personas más. La noticia de la explosión no fue una sorpresa para mí, días antes, comenté con varias personas que, debido a la energía disponible, no sería extraño que se produjera alguna explosión o terremoto. En quien pensé al enterarme del accidente fue en la mujer e hijos de ese chico. No dejaba de darle vueltas a la pregunta de cómo iban a poder afrontar ese dolor tan profundo. Pensé que si me ocurriera a mí, yo me moriría. Pensé en lo inevitable de la muerte y en cómo poder encontrar sentido cuando nada de lo que veo parece tenerlo. Pensé en que morir nos da la oportunidad de aprender a vivir. Y en estos días, en los que esta historia me ha hecho reflexionar sobre los cimientos en los que se sostiene mi fe, me contaron que la familia estaba muy serena y en paz, que sentían agradecimiento por haber compartido vida y experiencias con esa persona que ya no volverían a ver. Me contaron que los niños decían que su papá les iba a cuidar desde el Cielo y que su madre estaba siendo todo un ejemplo de fe.

A veces, el dolor es tan punzante y tan profundo, la sensación de desolación y de abatimiento tan extrema que creemos imposible encontrar ni tan siquiera un atisbo de luz que pueda ayudar a sostenernos. A veces, cuando nuestros sentimientos se desbordan y todo deja de tener sentido, creemos que nunca podremos salir de ese pozo profundo y oscuro en el que nos encontramos. En esos momentos de dolor, muchos nos olvidamos de nuestra capacidad para ver luz entre tanta oscuridad. Por eso, esto que hoy comparto contigo ha movido tanto mi corazón. Porque yo quiero poder dar gracias pese al dolor, sentirme viva pese a la muerte, crecer en la certeza de que, pase lo que pase, todo está bien. Y para eso, no creo que exista otro camino que no sea el de la fe.

Me parece que es imposible aceptar la muerte como un tránsito, vivir esta vida de forma plena o encontrarle verdadero sentido si no somos capaces de sostenemos en la confianza de que formamos parte de algo mayor, si no podemos cerrar los ojos y atrevernos a abrazar la fuerza de lo desconocido, de eso que hace que todo respire y funcione, de esa energía intangible y misteriosa que, sin querer, nos hace mirar hacia arriba. No creo que en estos momentos de tanto miedo y confusión, exista otra herramienta más poderosa y capaz de sacarnos de las tinieblas, que no sea la fe.

La fe hace algo mucho más grande que mover montañas, la fe te permite encontrar paz donde tu mente solo puede ver muerte y desolación. La fe te ayuda a construir certeza, te sirve para vivir en una fortaleza interna. La fe te lleva a poder ver mucho más allá de lo que tus ojos cansados jamás serían capaces de ver. La fe te permite descubrir que el amor siempre va a ser más fuerte que el miedo, que la desolación o la muerte.

El camino de la fe nunca será ciego porque la fe te otorga la capacidad de ver. Te da la posibilidad de encontrar luz en cualquier momento de oscuridad. La fe no es algo por alcanzar porque todos tenemos de eso, todos tenemos fe. Solo necesitamos dirigirla al lugar donde, pase lo que pase, podemos sentir paz, sosiego y amor.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Joshua Earle

Photo by Joshua Earle

HABITARTE

Necesitas dedicarte tiempo, aprender a estar contigo, aprender a disfrutarte. Necesitas escucharte y ser capaz de hacerlo sin juzgarte. Abrazarte, cuidarte y mimarte no pueden ser esas cosas que, al final, terminas dejando para otro momento, para otro día. Sin ti no puedes, y de eso, nunca deberías olvidarte.

Atacarte, ningunearte o reprocharte no te están dando resultado. Exigirte de la forma que lo haces solo va a servir para que cada vez te tengas más miedo, para que cada vez te sientas más culpable. Todo pasa por darte a ti lo que todavía esperas que los demás te den. El otro no es capaz de entregarte nada que tú no sepas lo que es. Impedirte sentir lo que sientes, negarlo en vez de aceptarlo no sirve, no va a hacer que tus sentimientos cambien. Es necesario que los afrontes, que seas valiente y que saques fuera lo que te está matando dentro. Te lo debes desde hace ya tiempo. Por favor, sé un poco más compasivo con tu niño, más vulnerable, más receptivo con todo lo que la vida tiene para darte. ¿Eres capaz de ser mamá y papá contigo?

Decir sí a todo y a todos no es el medio para ser aceptado ni para sentir que perteneces. En el fondo, le estás gritando al mundo que no te quieres. Regularte y conocer tus fronteras implica aceptar que un no también puede ser la respuesta. Es magnético encontrarse con personas que están en paz con sus necesidades, que saben dónde está esa barrera infranqueable, que son firmes y capaces de respetar sus límites.

Amarse a uno mismo no es un camino de rosas, exige que te enfrentes a tus fantasmas y a tus sombras, que aceptes que eres imperfecto y que, pese a eso, puedas mirarte sintiendo devoción y respeto. Amarse a uno mismo no es una opción, es la única posibilidad para que, realmente, puedas exprimir esta experiencia, para que todo comience a fluir y a tener verdadero sentido para ti. Necesitas estar en paz con la persona que eres, darte un lugar, ponerte en valor. Necesitas tener ego y pensar en ti, porque sino ¿qué tienes para dar?, ¿qué es lo que vas a compartir? Ese “primero yo” al que tanto miedo tienes es necesario para que te extiendas más allá de ti, para que te puedas expandir.

No tengas deudas contigo, por favor, nunca te dejes para mañana. Nunca te abandones, ni te critiques, ni te compares, pero sobre todo nunca renuncies a tus necesidades. Tu responsabilidad en esta vida es la de amarte, la de permitirte la libertad y el coraje de ser quien realmente eres. Tu deber es el de habitarte, el de crear un hogar dentro de ti en el que te sientas seguro, en el que no haya guerra ni conflicto. Se trata de construir una fortaleza interna, se trata de ser como el bambú, fuerte por dentro y flexible por fuera. ©

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Angkor Feel

Photo by Angkor Feel

BAILA

No te tomes la vida tan en serio, no tiene mucho sentido hacerlo. Al final, tarde o temprano, dejaremos esta experiencia. Es lo único que sabemos, es la única certeza. Nos iremos como vinimos. No necesitas ser tan disciplinado, tan coherente, tan serio, tan ordenado. No necesitas pensar tanto, ni ser tan responsable, ni tan rígido ni tan estructurado. Baila, sonríe, suéltate el pelo, permítete ser incoherente. Deja que la vida se encargue, que todo siga su curso, no te defiendas, confía hasta que puedas volver a ser un niño, un poco más inocente, un poco más relajado, un poco más presente. No te preguntes más el porqué de lo que te ocurre, no te esfuerces tanto, a veces, los grandes cambios se dan cuando, en vez de hacer, permites y creas espacio. Abandona la necesidad de entenderlo todo, vivir desde el “no sé”, aunque no lo creas, te dará mucho poder.

Hazlo porque sí, por placer, hazlo sin motivos, sin querer lograr o conseguir. Ríete de ti. Regálate tiempo, no tomes decisiones cuando no te sientes preparado. No pasa nada por no saber, por haberte equivocado, por volver al mismo lugar al que juraste que nunca volverías a ir. No pasa nada por repetir, no tengas prisa, nadie te está presionando, nadie te juzga, no tienes que llegar a ningún lugar, no tienes que alcanzar. Se trata de vivir, de hacerlo con pasión, con determinación. Se trata de exprimir cada experiencia y de vivirla como la quieras vivir. Se trata de que tus pasos tengan sentido para ti. Baila, no pares de reír.

Abraza tu imperfección. Busca lo que te haga feliz, aunque no tenga nada que ver con lo que esperabas de ti. Date apoyo, no te permitas estar preocupado por un mañana que no ha llegado, no desperdicies ese tiempo tan valioso y tan sagrado. Que no te importe lo que los demás digan de ti, sus opiniones pueden ser juicios y muchas veces, sus propias proyecciones. Sabes que todo pasa y que, aunque ahora no lo creas, volverás a sonreír. Regálate un “me quiero”. Hazte un guiño en el espejo. Yo sé que hay algo por ahí que te emociona y que todavía no te has atrevido a hacer. Arriésgate. Si no funciona, siempre puedes rectificar y cambiar el paso. Siempre puedes volver.

Quítate la mochila, deja que el pasado se vaya. Ya fue, ¿por qué quieres seguir allí? Dices que quieres ser feliz, pero para eso, necesitas modificar tu actitud, cambiar queja por gratitud, vaciarte de pensamientos y llenarte de corazón y de sentimientos. Acepta que todo cambia solo cuando cambias tú. Elige qué quieres ver y con qué ojos quieres mirar. Todo es lo que tú desees creer. Que el optimismo, la inocencia, la curiosidad y la ilusión sean tu guía, que puedas quitarle peso a esta experiencia, que puedas bailar al ritmo de la vida ©

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Frederik Trovatten

Photo by Frederik Trovatten

2021

Deseo que tengas fe en los Milagros y que nunca dejes de creer en los Reyes Magos. Que cada día te quieras más y permitas a tu niño interno jugar. Deseo que consigas mirarte con cariño y que puedas ver la luz que hay en ti. Que aceptes tus imperfecciones, tus defectos y toda tu oscuridad. Deseo que tomes la decisión de cambiar, de hacerlo diferente, de cumplirte, de dirigir tu vida, de ser tu propio Maestro, de no someterte, de nunca renunciar a tu necesidad. Deseo que confíes en ti y que no esperes más, que vivas presente y en paz, con ilusión, optimismo e inocencia. Deseo que seas firme con aquello que quieres manifestar. 2021, si estás enfocado, te puede ayudar.

Deseo que tu vida sea fácil, que todo lo bueno llegue sin sacrificios ni esfuerzos. Deseo que no te hayas vuelto a juzgar. Deseo que te olvides de la culpa y de la falta de dignidad. Deseo que te sientas merecedor, que te puedas afirmar y que te atrevas a mostrar todo el amor que vive en tu interior. Deseo que estés abierto a recibir y que te permitas ser feliz. Deseo que asumas tu poder, que te responsabilices de él y que lo puedas ejercer. Deseo que tengas intimidad, que recibas abrazos y mucho amor, que puedas compartir, que te rías porque sí, sin ninguna razón, que dejes bailar a tu Alma y a tu cuerpo, que te digan “te quiero” y que lo puedas decir. Deseo que disfrutes de la magia de un atardecer, del espectáculo de ver amanecer y del silencio de una ola cuando acaba de romper. Deseo que la meditación sea tu bendita adicción, que alimentes tu curiosidad y que tu vida esté llene de sentido.

Con todo mi corazón, deseo que seas libre. Que tengas libertad para ser quien realmente eres, para probar, para errar, para caerte y volverte a levantar, para vivir la vida que necesitas y quieres. Deseo que la libertad sea tu soporte y que te lleve a convertir tus sueños en realidad. Deseo que vueles, que siempre utilices tu imaginación y que no dudes de tu intuición. Deseo que te des cuenta del ser maravilloso que eres y que no te presiones con tantas metas y propósitos.

Deseo que hayas logrado habitarte, que estés cómodo con tu vulnerabilidad, que atiendas tus necesidades y que el desafío de 2020 lo hayas convertido en oportunidad. Deseo que veas todo lo que, hasta ahora, has logrado, que te ames, que te mimes, que te abraces, que te escuches, y que no te olvides de confiar. Deseo que siempre te inspire la fe, que puedas soltar la mente y el control y que nunca reprimas lo que sientes.

Deseo que seas todo lo que puedes ser, que tu vida esté exenta de sufrimiento y que tu corazón, mensajero de tu Alma, te guíe y te dé luz.

Feliz Año Nuevo y felices Reyes.

Almudena Migueláñez.

Photo by Johannes Plenio

Photo by Johannes Plenio

ADIÓS 2020

Querido 2020,

Es evidente que no viniste a hacer amigos, no viniste a brillar. Viniste a hacer el trabajo sucio. En el fútbol serías el mediocentro defensivo, el que no es reconocido, el que con su trabajo y esfuerzo ayuda a que, al final, el equipo pueda ganar. Seguro que sabes que casi nadie habla bien de ti, mucha gente está sufriendo debido a tu dureza, has traído muerte, y aunque sabemos que es inevitable, vivirla de esa manera tan cruda, genera una profunda herida en el corazón. Todos quieren que te vayas, que dejes de ser 0 para convertirte en 1. Queremos borrarte de la mente, queremos volver a lo de antes, retroceder y regresar a lo que para nuestra mente limitada representa la normalidad. Imagino cómo nos estás mirando, quieres recordarnos que has sido importante y necesario. Has venido a mostrarnos lo que hasta ahora nos negábamos a ver. Tu labor ha sido la de guiarnos y la de enseñarnos todo lo que, en nuestro interior, debía de morir.

Has sido un padre severo, serio, limitante, destructor y castrador, has traído devastación, pero tu destrucción tenía como objetivo que pudiéramos levantar una estructura interna mucho más solida, coherente, y con dirección.

Ahora que ya puedo verte con distancia y perspectiva, reconozco tu misión y tu maestría. Quizá, si no lleváramos tantos años creyendo en la separación, tantos años desconectados de nuestro poder personal, tantos años sometidos al miedo y a lo externo, quizá, hubiésemos podido construir otra realidad.

Yo te doy gracias por tu tirón de orejas, porque para mí, has sido un enorme Maestro. Con tu seriedad y limitación, me has forzado a afrontar el vacío que todavía existía en mi interior. Me has puesto delante un patrón que me iba a matar si yo no conseguía dejarlo morir. Me has ayudado a lidiar con mi fragilidad y a crear una estructura interna que jamás pensé que podría levantar. Por tu dureza, yo he aprendido compasión y solidaridad con el dolor de los demás. He aprendido a amar mi oscuridad y a confiar en mí. Me has enseñado a transformar mi miedo en poder personal. Me has recordado que no tengo el control, que no puedo vivir sin estar en paz con el hecho de que voy a morir. Me has hablado de responsabilidad, de humildad y de aceptación. Me has mostrado lo que tiene importancia y lo que no. Me has obligado a derrumbar creencias y a aprender a vivir “solo por hoy”. Has venido a decirme que la cima de la montaña no se alcanza creyendo en el miedo, que soy yo la responsable de atender mis necesidades y de crear mi destino, que pensar no es el camino y que la fe y la confianza no son ciegas, no. Son las únicas que me proporcionan visión.

Cuando llegaste, tú ya conocías el porqué de tu misión. Sabías que el Año que está por relevarte es una revolución. Sabías que a partir de 2021 iban a producirse grandes cambios y se nos iba a proponer una nueva forma de vivir. Tu obligación, por tanto, era la de mostrarnos todo lo que no nos podíamos llevar al siguiente Año. Para renacer, hay que morir.

Gracias por la oportunidad que me has brindado, y por todo lo que me has enseñado. Gracias porque tu oscuridad y tu constante limitación y desafío, me ha hecho un poco más consciente y un poco más humana. Adiós 2020.

Deseo profundamente que los corazones donde ahora solo hay sufrimiento, puedan, poco a poco, llenarse de paz, de luz, y de sosiego.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Kyle Johnson

Photo by Kyle Johnson

SOMOS ALMA

Mi Alma y mi ego deben de caminar juntos para que así esta experiencia adquiera verdadero sentido. Mi Alma y mi ego forman una Unidad en la que el ego debería de estar al servicio del Alma. El problema es que, habitualmente, a quien damos autoridad, con quien nos identificamos es con nuestra personalidad. Nos creemos el miedo y todo lo que pensamos. Juzgamos, buscamos, queremos ser diferentes de lo que somos, dudamos, damos valor a lo que no vale nada, atención a la preocupación y al qué pasará mañana. Y al hacerlo, sentimos separación y desasosiego. Es normal, nos hemos identificado con la parte de nosotros que necesita sanar y que no nos puede salvar.

Es el Alma la que se debe de encargar. La que tiene que tomar las riendas de nuestra vida y expandirse y crecer a través de nuestro ego o personalidad. El Alma es la parte de nosotros que no piensa, que es inmortal, que sabe y siente, que es capaz de guiar. Que está disponible siempre. Es la parte de nosotros que refleja las cualidades de la Divinidad. El Alma es la Verdad, es pureza, intuición y presencia. El Alma no busca nada. El Alma ama. El Alma es sabiduría y consciencia.

El ego es ausencia de amor, es falta, vacío, escasez y preocupación. Es miedo de diferentes formas. Es emoción, somatización, cuerpo y mente. El ego es la parte de nosotros que tiene nombre, edad, y pasado. El ego reacciona y es resultado de la dualidad. Nuestro ego no es malo, es necesario, pero hay que saber colocarlo en su lugar. Y esa es la clave de nuestra transformación: poder desvincularnos del ego y, progresivamente, ir identificándonos con el Alma, con el Amor. Al hacerlo, el ego sana y nosotros volvemos a casa, dejamos de buscar, sentimos plenitud, sosiego y mucha paz. Todo empieza a marchar y a llenarse de sentido. Se desvanece la sombra y comenzamos a brillar, por eso, sabernos Alma, nos salva.

La pregunta es: si hasta ahora creímos en el miedo, ¿por qué no comenzar a creer que somos Amor?

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Cristina Gottardi

Photo by Cristina Gottardi

ME HE DADO CUENTA

Me he dado cuenta de que no hay nada ahí fuera capaz de hacerme sentir completamente plena. Me he dado cuenta de que la felicidad es una elección interna que no tiene que ver con lo que me ocurre ni con las circunstancias externas. Me he dado cuenta de que solo se puede ser paciente cuando existe confianza y presencia y de que el miedo es la oportunidad para descubrir cuál es mi verdadera Esencia.

Me he dado cuenta de que si prohibo mi vulnerabilidad, dejo de ser auténtica, y de que aceptar mis sentimientos es la clave para alcanzar paz interna. Me he dado cuenta de que no soy lo que pienso y de que mi mente no es capaz de darme las respuestas. Me he dado cuenta de que mi verdadera transformación comenzó cuando dejé de resistirme y de luchar. Cuando acepté que no sé y que no tengo el control de las experiencias. Me he dado cuenta de que con los ojos cerrados encuentro muchas más respuestas. Me he dado cuenta de que dejar de sentir rencor es una elección y de que la culpa me hace muy pequeña.

Me he dado cuenta de que estar presente se consigue cuando el cuerpo y la mente están conectados, y de que poner límites y decir “no” me ayuda a quererme. Me he dado cuenta de que si juzgo, me estoy juzgando y de que todo lo que doy se me devuelve. Me he dado cuenta de que puedo relajarme, de que no tengo que demostrar nada a nadie, de que no necesito ser alguien diferente para que me amen. Me he dado cuenta de que lo que soy es suficiente, de que cuando busco, no puedo encontrar y de que cuando suelto y dejo ir, todo, a su debido tiempo, se da.

Me he dado cuenta de que mi mente no puede entender el Universo y de que los milagros están ocurriendo todo el tiempo. Me he dado cuenta de cómo cambia mi energía cuando agradezco, cuando medito y cuando estoy en silencio. Me he dado cuenta de que la dualidad es perfecta, de que mi ego y mi sombra son mis grandes maestros. Me he dado cuenta de cómo han ido cambiando mis prioridades, ahora doy valor a lo que antes consideraba insignificante. Me he dado cuenta del poder de una conversación, de un abrazo, de algo tan sencillo como un paseo por el campo. Me he dado cuenta de que no tener expectativas me ha salvado la vida.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Jonathan Pendleton

Photo by Jonathan Pendleton