Inspira

QUIZÁ

Tu vida no es lo que esperabas. Quizá, no sea reflejo de tus expectativas. Quizá, aunque ahora no lo veas, es mucho mejor que así sea, porque vivir sin expectativas y sin esperar nada, seguro, es el puente hacia tu felicidad plena.

Quizá, puedes intentar otra estrategia. Tal vez, centrar tu atención en el presente, en el aquí y en el ahora pueda ser una manera de curarte de la enfermad de la espera.

Es posible que si cambias la rigidez de tu mente por la flexibilidad de tu Alma, el sufrimiento de tu ego por la aceptación, la reiterada queja por un gracias, te vayas, poco a poco, sintiendo mejor. Y tú ya sabes que si el sentimiento cambia, la vida cambia.

Quizá, es hora ya de comprometerte contigo mismo, de asumir que eres el responsable de tu vida. Quizá, es hora ya de poner límites, y de afirmarte diciendo “no” tantas veces como necesites.

Tal vez, podrías intentarlo y arriesgar. Se trata de jugar, de no tenerle tanto miedo a lo que pueda pasar. Haz, mójate aunque el agua te cale, pero sal y arriésgate. Tal vez, la sensación de haberlo intentando, de no haberte dejado arrastrar por el miedo, por el “no puedo” o el engañoso “mejor mañana”, te lleve a darte cuenta de que con solo intentarlo, ya has ganado, porque no se trata del resultado, sino de la sensación de estar vivo y jugando.

Tal vez, añadirle al “dar” su opuesto complementario: “recibir”, te haga percibirte completo y en sintonía con la corriente del Universo. Quizá, encontrar el motivo por el que te niegas a permitir, por el que no quieres abrirte a recibir, te lleve a descubrir que la culpa y el no sentirte digno son tus peores enemigos.

Quizá, confiar sea el verbo para ti, desde luego lo es para mí. Podrías conjúgarlo en presente indicativo: yo confío.

Quizá, pienso yo, dejar de hacer lo “correcto”, olvidarte de lo que los demás esperan de ti, y permitirte ser tú, pueda ser la solución a toda esa frustración. Tal vez, reconocer que no has venido aquí a satisfacer las necesidades y expectativas de nadie, y que tu obligación es cuidar de ti y, por encima de todo, ser siempre tú, pueden hacer que la vida alcance un nuevo y verdadero significado.

Es probable que si dejas de justificarte y te das cuenta de que no tienes que demostrar nada a nadie, puedas ser libre y, además, empoderarte.

Quizá, diciéndole adiós a la vergüenza, al juicio y al rechazo, encuentres el espacio que necesitas para reconocerte, aceptarte y comenzar a amarte.

Tal vez, curiosidad, optimismo, desapego y esperanza son palabras que podrías escribir en el espejo del baño. Quizá, practicarlas a diario, te conduzca a la paz y a la serenidad que andas buscando.

Quizá, todo sea mucho más fácil de lo que siempre has creído. Por eso, mi propuesta es que te permitas dudar de tus creencias.

Quizá, cuando decidas dejar de atosigarte, de reprenderte y de castigarte, puedas escuchar al Universo que, desde el silencio, inspira diciéndote: CUIDO DE TI, PUEDES RELAJARTE.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Fancycrave

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RÍNDETE

Por favor, ríndete. Deja ya de luchar. Abandona ese enfrentamiento que sostienes con la realidad y, de una vez por todas, acéptala. Solo desde ahí, desde la aceptación es posible que las cosas puedan cambiar. Hasta que no dejemos de luchar contra lo que está siendo, no podremos comenzar a andar. No podremos transformar nuestra vida ni nuestra realidad.

No hay ataque, de verdad. La guerra solo está dentro de ti. La vida no quiere dañarte, no quiere hacerte sufrir. Es justo al contrario. La vida quiere que salgas del pozo en el que estás y que seas feliz. Te da herramientas, sí, pero trabajar y creer en ellas depende solamente de ti.

No necesitas defenderte, nadie va a por ti, ni el otro, ni el Universo, ni ningún dios. Eres tú el que está en guerra consigo mismo al no aceptar. Eres tú contra ti, y ya va siendo hora de firmar la paz. Ríndete, por favor, cuanto antes, mejor. Si no hay un “alto el fuego”, si no cuelgas los guantes de boxeo, lo que te está ocurriendo nunca se podrá transformar.

Verás, todo es Karma, es decir, todo y cualquier cosa es consecuencia o resultado de algo previo, todo tiene un origen, una causa. Aquello que nos sucede y que no nos gusta, que nos asusta, que juzgamos como negativo o que nos produce dolor es una realidad causal que nos está mostrando solo una cara, pero que consigo guarda una grandísima oportunidad. El Karma nos puede conducir al Dharma. Ahora bien, esa oportunidad escondida no se nos puede revelar si antes no hemos sido capaces de entregarnos -sin máscaras- a la realidad.

Cuando nos negamos a rendirnos y nos aferramos a luchar, cuando no decimos un sí, aunque sea bajito, a confiar en que lo que nos está sucediendo tiene una utilidad, un aprendizaje y otra polaridad, generamos fuertes resistencias que nos llevan a atraer más de lo que menos queremos. Así es como funciona nuestra energía.

Rendirnos, abandonar cualquier resistencia mental, dejar de juzgar y aceptar nos abre una puerta enorme que tiene el nombre de oportunidad. Nos da espacio para recuperar nuestro poder, para accionar, para transformar y para poder descubrir que todo, hasta lo que creemos peor, tiene otra cara, otra polaridad.

Nuestras resistencias y desconfianzas, nuestras evasivas paro no rendirnos ante la cruda realidad no son más que limitaciones de la mente, que no nos deja descansar, que tiene miedo, que busca razones, que quiere culpables a los que juzgar, que pregunta “por qué” cuando la realidad es que las respuestas siempre le han dado igual. ¡Ay! si en vez de “por qué”, un día la mente se preguntara “para qué esta realidad”.

Entregarse o rendirse por completo a algo es un acto valiente, transformador, que nos saca del sufrimiento, que nos lleva a ver que tenemos otra oportunidad. Rendirse a la realidad es aceptar, es confiar, es dejar de luchar. Rendirse a la realidad es caminar “en sintonía con”, en vez de hacerlo “en contra de”.

Toda transformación pasa por una previa rendición ante lo que la realidad me está mostrando.

Y yo, para terminar la Inspiración de hoy, quiero invitarte a una reflexión:

¿Qué ocurriría si dejaras de juzgar la realidad que, en este momento, tienes delante?

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Joshua Jordan

Photo by Joshua Jordan



DATE

Abrazos que te reconforten. Abrazos cálidos. Utiliza toda la extensión de tus brazos. Recógete y siente la protección y el cariño que te proporciona tu propio abrazo.

Date ratos. Momentos largos. Date tiempo para ti, para lo que sea que estés necesitando.

Date fe. Llénate de confianza. Que tus días reflejen la fidelidad que, poco a poco, vas despertando.

Date mimo y ternura. Hazlo igual que con un niño. Eso implica regalarte palabras que sumen y dejar atrás el juicio. Apoyarte a ti mismo es importante. Sé optimista contigo.

Date espacio. Descubre tus lugares internos, las necesidades que brotan de dentro. Recuerda que para poder compartir con otro, primero ha de haber hogar dentro.

Date compasión o lo que es lo mismo, envíate deseos infinitos de felicidad. Deseos absolutos de vivir exento de sufrimiento. Deseos de vivir esta experiencia en paz.

Date flexibilidad, la del cuerpo es importante sí, pero yo me refiero a la flexibilidad mental. Date un “sí” en vez de un “no”. Incluir en tu vida un “tal vez” puede ser una muy buena opción.

Date placer y todos sus sinónimos: gusto, deleite, contento, dicha, júbilo y gozo. Al hacerlo, tu capacidad para crear se despertará y comenzará a crecer. Creatividad y placer se llevan bien, muy bien.

Date risas, o mejor carcajadas. Que tus ojos se llenen de lágrimas y tu cara se ilumine. Que tu estómago te avise de que le está haciendo mucha gracia.

Date miradas en el espejo, de esas que dicen con ilusión “te quiero”. De esas que guiñan un ojo, que al reflejo susurran: “soy valioso”, “yo puedo” y “me lo merezco”.

Date responsabilidad. Al hacerlo, sabrás cuando debes decir “no”. Además, te estarás regalando tesón, poder y capacidad para lograr.

Date silencio. Dile hola al encuentro contigo mismo, a tu sabiduría innata, a la plenitud y a la paz interna. Date silencio y dile adiós al miedo, al conflicto mental, a las dudas y a todo aquello que te está intentando engañar.

Date cuidados. Préstate atención. Date lo que precises para satisfacer tus necesidades. Encuentra el alimento que te quita el hambre. Cuídate siendo tu propia madre y tu propio padre.

Date sueños, ilusiones y proyectos. Date esperanza y actúa siempre con el convencimiento de que lo que sueñas te está esperando. Tú eliges cuando estás preparado, cuando es el momento.

Date conocimiento. Descubre tu potencial, tus retos, tus desafíos, tus dones y todos tus talentos. Date trabajo interno.

Date mil perdones. Recuérdate mil veces que tu intención es la de no volver a hacerte daño y que, si lo haces, perdonarte te dará la posibilidad de rectificar y empezar de cero.

Date las gracias por lo que eres y por lo que no eres. Date las gracias por todo y por nada. Por tus dos mil defectos y tus cientos de virtudes. Date las gracias por ser valiente, por tus dudas y por tu cobardía. Por la ira que grita desde tu garganta y por tu capacidad para recomponerte y resurgir de la noche más oscura. Date las gracias por lo que te de la gana. Al final, te mirarás de frente y serás capaz de decirte GRACIAS, sin preposiciones, sin motivos y sin causas.

Date amor. Esa es la mayor dádiva.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Diego Sulivan

Photo by Diego Sulivan

ERES

Voy a hablarte de ti, de quien eres en realidad.

- Tú, sí, sí, tú, eres un punto de luz, capaz de iluminar tu propia oscuridad. Eres poderoso. Cada vez que te sumerges en las tinieblas que habitan en tu parte de atrás, te transformas, te haces más grande, disminuyes la carga y le muestras al mundo la importancia de dar luz, amor y consuelo al niño que habita dentro.

- Eres generoso, das. Y lo mejor, según yo, es que has aprendido que dar sin darse es andar descolgado, sabes que te faltaría una mitad, el Yin del Yang. Eres generoso contigo y con los demás.

- Capaz. Eres muy capaz. Con esto lo que quiero decirte es que dispones de todas las condiciones para lograr. Es posible que hayas creído lo contrario, pero la verdad es que eres muy capaz, y lo sé porque en ti hay responsabilidad, disposición, constancia, ganas y mucha habilidad.

- Eres un don, un talento o un millón, no sé, la cantidad da igual. Eres un regalo que puedes y deberías explotar, expandir y compartir.

- Eres sabio, pero no por lo que sabes ni por lo que piensas, no. Eres sabio porque te permites escuchar tu Verdad. Y eres sabio porque aceptas que no tienes el control, porque te fías de tu intuición y de lo que dice tu corazón. Eres la Verdad que existe dentro y que despierta cuando estás en silencio.

- Eres corazón. Eres amor, y más allá del componente naif y romántico de la palabra, lo que significa en realidad es que tu verdadera naturaleza no es el miedo, sino la libertad, la abundancia, la felicidad, la salud y la plenitud. El amor que te hace pertenecer y te conecta con la vida habita en tu interior.

- Eres un niño, me da igual tu edad. Un niño que sabe reír y jugar. Que maneja a la perfección el “pide y se te dará”. Eres un niño inocente, presente, y alegre. Es hora ya de darle espacio y de creerle.

- Eres una oportunidad, una grandísima posibilidad. Eres la mejor opción para ser todo aquello que necesitar ser.

- Eres vulnerabilidad. Por favor, no lo confundas con debilidad. Eres capaz de permitir lo que sientes, de no prohibirte, de pedir ayuda, de aceptar que a veces duele, que no sabes, que no puedes o que necesitas. Eso es la vulnerabilidad, el poder de ser tú, cuidando y nutriendo aquello que necesitas ser.

- Eres valioso, no por tus logros ni tus capacidades. No eres valioso por algo. Eres valioso y a continuación, punto final.

- Eres digno. Te corresponde todo. Siempre será así. Recordarlo te servirá para dejar espacio y permitirte recibir.

- Eres perdón. No creas que pretendo santificarte, no. Eres perdón porque siempre puedes mirarte y mirar con los ojos del amor y de la compasión. Porque tienes la intención de no retener, de soltar lo que pasó. Porque para ti es más importante ir hacia delante que quedarte en lo que fue.

- Eres todo aquello que puedas imaginar. Se te ha dado todo como potencialidad. Ten fe plena en ti y esa totalidad se manifestará.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Amaryllis Liampoti

Photo by Amaryllis Liampoti

2019

Me comprometo a ser más paciente conmigo, más compasiva. Quiero darme permiso para ser todo lo que siempre he sido. Para no juzgar lo que siento, ni bloquear lo que dice mi cuerpo, mi emoción o mi sentimiento.

Quiero crear espacio, que las puertas de mi corazón estén abiertas. Por eso, me comprometo a no dejarme engañar por el miedo, a no encerrarme y a no taparme. Abandono la sospecha, la duda y las malditas resistencias. Ya lo he aprendido, si dentro de mí no hay espacio, estoy muerta, aunque yo crea que estoy viva.

Me comprometo a respetar, y sé que nunca lo podré lograr si antes no me respeto. Mi propósito es aprender a darme todo lo que necesito, sabiendo que es mi responsabilidad y que depende de mí el hacerlo, que ser víctima no sirve y que juzgarme, todavía menos. Aceptaré dónde están mis límites, sin castigarme por ello ni pretender llegar a donde no puedo.

Empiezo de cero, me comprometo conmigo y también deseo. Debo recordar que lo que busco siempre ha estado dentro. Deseo atrapar el tiempo, disfrutarlo tanto que se convierta en algo eterno. Quiero llenarlo de risas y de besos, de interminables juegos. De momentos que se queden grabados en mi almacén de sentimientos. Ese tiempo compartido, de manta y de cariño, de susurros al oído. Ese tiempo que transforma y libera, que agita el corazón y que da sentido a esta experiencia.

Es mi intención estar presente. Cuidar y que me cuiden. Aceptar, fluir, soltar y sostener.

Me comprometo a preparar mi mente, a limpiarla de porquería, de pensamientos falsos e hirientes. Meditaré, querida mente, para que el silencio te de claridad y te haga valiente. Me comprometo a prepararte porque solo si eres libre de las trampas del miedo, podrás creer en milagros, y eso es justo lo que yo quiero.

Quiero darle a mis sueños la oportunidad de cumplirse. Así que hoy y en todos los “ahoras” que me alcancen, me comprometo a confiar en mí y en la guía que me habita. Al fin y al cabo es ella quien me muestra el camino, quien me enseña lo que sueño.

Este año me comprometo a buscar momentos porque sé que eso es lo único que realmente tengo. Momentos que sean reflejo de un corazón abierto. Quiero que mi vulnerabilidad hable, vivir la vida desde lo que siento y no desde lo que pienso.

Me despertaré recordando cuál es mi propósito, me diré al oido: “puedes relajarte”, y cuando me caiga sabré que nunca estaré sola, que puedo volver a levantarme.

Este año viene con una petición de esperanza y de optimismo. No seré yo quien te lo niegue, dos mil diecinueve.

Feliz Año y feliz presente.

Almudena Migueláñez.

Photo by Amy Shamblen

Photo by Amy Shamblen

QUIÉRETE

Quiérete, no lo hagas con cuidado ni por partes. No selecciones, no separes.

Quiérete tanto que te sientas la persona más importante de tu vida. Tanto que quererte te emocione.

Quiérete con prisa y con alegría. Con inocencia. Quiérete mirándote con los ojos de un niño, sin cuestión, sin condición.

Regálate una de esas sonrisas. Quiérete diciéndote que puedes, que lo mereces y que eres grande. Quiérete besándote y abrazándote. Dándote comprensión, apoyo y cariño. Quiérete con pasión. Atiende tus necesidades.

Quiérete, pero no por lo que vales. Ama tus talentos sí, pero que ellos no sean la excusa para quererte por partes. Quiérete por todo lo que eres. Hazlo sin razones. Que ese amor incluya tu oscuridad, tus flaquezas, tu miedo y tus debilidades.

Quiérete por respeto a los que te quieren. Quererte es quererles.

Quiérete y descubre el ser ilimitado y amoroso que eres. Quiérete para expandirte, para poder compartir, para poder entregarte y para poder descubrir lo que significa ser feliz.

Quiérete porque el Universo te quiere. Se lo debes.

Quiérete. Es la forma más brutal de vivir esta experiencia. Le da un color diferente.

Quiérete y aprende a respetarte. Colócate en el lugar que te pertenece.

Quiérete sin disimulo ni vergüenzas. Date un abrazo, un “te quiero” ausente de motivos. Es ahora el momento para hacerlo, no es mañana, tampoco luego. Quiérete sin pausas ni descansos.

Quiérete libre. Que no existan “peros” ni “a veces”.

Quiérete porque sin quererte no puedes. Date la bienvenida. Quiérete y te convertirás en un lugar de paz y de dicha.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Greysen Johnson

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