Abrazos que te reconforten. Abrazos cálidos. Utiliza toda la extensión de tus brazos. Recógete y siente la protección y el cariño que te proporciona tu propio abrazo.
Date ratos. Momentos largos. Date tiempo para ti, para lo que sea que estés necesitando.
Date fe. Llénate de confianza. Que tus días reflejen la fidelidad que, poco a poco, vas despertando.
Date mimo y ternura. Hazlo igual que con un niño. Eso implica regalarte palabras que sumen y dejar atrás el juicio. Apoyarte a ti mismo es importante. Sé optimista contigo.
Date espacio. Descubre tus lugares internos, las necesidades que brotan de dentro. Recuerda que para poder compartir con otro, primero ha de haber hogar dentro.
Date compasión o lo que es lo mismo, envíate deseos infinitos de felicidad. Deseos absolutos de vivir exento de sufrimiento. Deseos de vivir esta experiencia en paz.
Date flexibilidad, la del cuerpo es importante sí, pero yo me refiero a la flexibilidad mental. Date un “sí” en vez de un “no”. Incluir en tu vida un “tal vez” puede ser una muy buena opción.
Date placer y todos sus sinónimos: gusto, deleite, contento, dicha, júbilo y gozo. Al hacerlo, tu capacidad para crear se despertará y comenzará a crecer. Creatividad y placer se llevan bien, muy bien.
Date risas, o mejor carcajadas. Que tus ojos se llenen de lágrimas y tu cara se ilumine. Que tu estómago te avise de que le está haciendo mucha gracia.
Date miradas en el espejo, de esas que dicen con ilusión “te quiero”. De esas que guiñan un ojo, que al reflejo susurran: “soy valioso”, “yo puedo” y “me lo merezco”.
Date responsabilidad. Al hacerlo, sabrás cuando debes decir “no”. Además, te estarás regalando tesón, poder y capacidad para lograr.
Date silencio. Dile hola al encuentro contigo mismo, a tu sabiduría innata, a la plenitud y a la paz interna. Date silencio y dile adiós al miedo, al conflicto mental, a las dudas y a todo aquello que te está intentando engañar.
Date cuidados. Préstate atención. Date lo que precises para satisfacer tus necesidades. Encuentra el alimento que te quita el hambre. Cuídate siendo tu propia madre y tu propio padre.
Date sueños, ilusiones y proyectos. Date esperanza y actúa siempre con el convencimiento de que lo que sueñas te está esperando. Tú eliges cuando estás preparado, cuando es el momento.
Date conocimiento. Descubre tu potencial, tus retos, tus desafíos, tus dones y todos tus talentos. Date trabajo interno.
Date mil perdones. Recuérdate mil veces que tu intención es la de no volver a hacerte daño y que, si lo haces, perdonarte te dará la posibilidad de rectificar y empezar de cero.
Date las gracias por lo que eres y por lo que no eres. Date las gracias por todo y por nada. Por tus dos mil defectos y tus cientos de virtudes. Date las gracias por ser valiente, por tus dudas y por tu cobardía. Por la ira que grita desde tu garganta y por tu capacidad para recomponerte y resurgir de la noche más oscura. Date las gracias por lo que te de la gana. Al final, te mirarás de frente y serás capaz de decirte GRACIAS, sin preposiciones, sin motivos y sin causas.
Date amor. Esa es la mayor dádiva.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.