2019

Me comprometo a ser más paciente conmigo, más compasiva. Quiero darme permiso para ser todo lo que siempre he sido. Para no juzgar lo que siento, ni bloquear lo que dice mi cuerpo, mi emoción o mi sentimiento.

Quiero crear espacio, que las puertas de mi corazón estén abiertas. Por eso, me comprometo a no dejarme engañar por el miedo, a no encerrarme y a no taparme. Abandono la sospecha, la duda y las malditas resistencias. Ya lo he aprendido, si dentro de mí no hay espacio, estoy muerta, aunque yo crea que estoy viva.

Me comprometo a respetar, y sé que nunca lo podré lograr si antes no me respeto. Mi propósito es aprender a darme todo lo que necesito, sabiendo que es mi responsabilidad y que depende de mí el hacerlo, que ser víctima no sirve y que juzgarme, todavía menos. Aceptaré dónde están mis límites, sin castigarme por ello ni pretender llegar a donde no puedo.

Empiezo de cero, me comprometo conmigo y también deseo. Debo recordar que lo que busco siempre ha estado dentro. Deseo atrapar el tiempo, disfrutarlo tanto que se convierta en algo eterno. Quiero llenarlo de risas y de besos, de interminables juegos. De momentos que se queden grabados en mi almacén de sentimientos. Ese tiempo compartido, de manta y de cariño, de susurros al oído. Ese tiempo que transforma y libera, que agita el corazón y que da sentido a esta experiencia.

Es mi intención estar presente. Cuidar y que me cuiden. Aceptar, fluir, soltar y sostener.

Me comprometo a preparar mi mente, a limpiarla de porquería, de pensamientos falsos e hirientes. Meditaré, querida mente, para que el silencio te de claridad y te haga valiente. Me comprometo a prepararte porque solo si eres libre de las trampas del miedo, podrás creer en milagros, y eso es justo lo que yo quiero.

Quiero darle a mis sueños la oportunidad de cumplirse. Así que hoy y en todos los “ahoras” que me alcancen, me comprometo a confiar en mí y en la guía que me habita. Al fin y al cabo es ella quien me muestra el camino, quien me enseña lo que sueño.

Este año me comprometo a buscar momentos porque sé que eso es lo único que realmente tengo. Momentos que sean reflejo de un corazón abierto. Quiero que mi vulnerabilidad hable, vivir la vida desde lo que siento y no desde lo que pienso.

Me despertaré recordando cuál es mi propósito, me diré al oido: “puedes relajarte”, y cuando me caiga sabré que nunca estaré sola, que puedo volver a levantarme.

Este año viene con una petición de esperanza y de optimismo. No seré yo quien te lo niegue, dos mil diecinueve.

Feliz Año y feliz presente.

Almudena Migueláñez.

Photo by Amy Shamblen

Photo by Amy Shamblen

QUIÉRETE

Quiérete, no lo hagas con cuidado ni por partes. No selecciones, no separes.

Quiérete tanto que te sientas la persona más importante de tu vida. Tanto que quererte te emocione.

Quiérete con prisa y con alegría. Con inocencia. Quiérete mirándote con los ojos de un niño, sin cuestión, sin condición.

Regálate una de esas sonrisas. Quiérete diciéndote que puedes, que lo mereces y que eres grande. Quiérete besándote y abrazándote. Dándote comprensión, apoyo y cariño. Quiérete con pasión. Atiende tus necesidades.

Quiérete, pero no por lo que vales. Ama tus talentos sí, pero que ellos no sean la excusa para quererte por partes. Quiérete por todo lo que eres. Hazlo sin razones. Que ese amor incluya tu oscuridad, tus flaquezas, tu miedo y tus debilidades.

Quiérete por respeto a los que te quieren. Quererte es quererles.

Quiérete y descubre el ser ilimitado y amoroso que eres. Quiérete para expandirte, para poder compartir, para poder entregarte y para poder descubrir lo que significa ser feliz.

Quiérete porque el Universo te quiere. Se lo debes.

Quiérete. Es la forma más brutal de vivir esta experiencia. Le da un color diferente.

Quiérete y aprende a respetarte. Colócate en el lugar que te pertenece.

Quiérete sin disimulo ni vergüenzas. Date un abrazo, un “te quiero” ausente de motivos. Es ahora el momento para hacerlo, no es mañana, tampoco luego. Quiérete sin pausas ni descansos.

Quiérete libre. Que no existan “peros” ni “a veces”.

Quiérete porque sin quererte no puedes. Date la bienvenida. Quiérete y te convertirás en un lugar de paz y de dicha.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Greysen Johnson

Photo by Greysen Johnson


INCERTIDUMBRE

Se mide la inteligencia de una persona por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar
— Immanuel Kant

Nos angustia la incertidumbre de no saber y de no tener control. Nos asusta la “ausencia de” y por eso nos afanamos en encontrar algo en nuestra vida exterior que sea imperecedero, seguro y permanente. Buscamos formas y maneras de lograr certezas creyendo que así sentiremos confianza y fe. Pensamos que certidumbre es sinónimo de tranquilidad, de seguridad y de paz interior. Cometemos un grave error al no darnos cuenta de que es en la capacidad que tenemos para abandonarnos a la incertidumbre de la vida donde reside toda nuestra plenitud, seguridad, libertad y creatividad.

Los seres humanos aprendemos por oposición y, en la mayoría de ocasiones, necesitamos darnos contra un muro una y otra vez, una y otra vez para, después de unos cuantos bandazos, mucho agotamiento y de una dosis importante de dolor, decidir, por fin, soltar y entregarnos por completo a lo que en sí es la vida: incertidumbre y ausencia de control.

Nuestro primer gran error es el de haber creído cierto que el siguiente segundo posterior a este que estamos viviendo, existe. No existe. Mañana no existe. Después no existe, no. Tus expectativas y tus pensamientos futuros te dicen que el mañana es real, te lo crees y es en ese momento cuando comienzas a luchar contra la incertidumbre propia del después, de lo que está aún por llegar. Te abres al desasosiego, al intento de control y a la búsqueda incesante de alguna seguridad y de alguna certidumbre sobre ese futuro imaginario. Tu ego, tú no.

La incertidumbre nos dice: “ven, abrázame que si confías en mí yo tengo para ti todo lo mejor”. Confiar en la incertidumbre de la vida es abrirnos al verdadero sentido de la fe y de la entrega, y es también reconocer que la única posibilidad de certeza reside en el ahora, arriba y dentro.

Te lo explicaré:

En el momento presente, si lo respiramos completamente, si hay atención plena, ¿existe incertidumbre? no, ninguna. Por tanto, el primer paso para conectar con la sensación de seguridad y de certeza es vivir aquí y ahora. Siempre hoy. La incertidumbre del mañana me permite ver la certidumbre del hoy.

¿Qué es permanente, inmortal y absoluto en ti? Tu Alma, tu Ser Superior. Ese punto de luz que habita dentro, que no está fuera, que es paz, certeza y seguridad. Por tanto, si aprendemos a vivir desde ahí adentro, siendo lo que somos, conectados a esa fuente de amor interior, ¿sentiremos incertidumbre, dudas y miedo? no, claro que no. Solo certeza, seguridad y cantidades ingentes de amor. La incertidumbre propia de lo externo me permite ver la certidumbre de lo que hay dentro.

Por último, ahora sin preguntas, te lo cuento yo. La mayor seguridad y certeza que jamás experimentarás te la proporciona tu fe en lo de arriba, en papá Universo, en lo que no ves, en esa Gran Máquina que se escapa a los ojos del ego. La incertidumbre propia de la mente inferior me permite descubrir la certeza absoluta de que hay un Dios.

Un niño solo vive en el presente, entregado por completo a ser quien es y con una confianza ciega en su papá. Sé un niño y la angustia que te genera la incertidumbre desaparecerá.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez

Photo by John Simitopoulos

Photo by John Simitopoulos

SIETE VERDADES

- Es verdad que no puedes controlar nada y que lo único que realmente depende de ti es el lugar desde dónde quieres asomarte a sentir la vida. Esa es tu pequeña libertad: elegir sótano o habitación con vistas. A tu ego le da vértigo saber que no es poseedor de nada, lo niega, se resiste y se revela, pero te diré algo, siempre permanecerá en ti la capacidad para elegir, para escoger milagros, para, con los pies en el suelo, tener tu mirada puesta en lo alto.

- Es verdad que eres completo, que no te falta y que todo lo tienes dentro. Pero también es cierto que, si continuas intentando ser perfecto, si te va lo de tapar y ocultarte, lo de disfrazarte y ponerte trajes, tu vida estará llena de sufrimiento, de sombras, proyecciones y mucho, mucho descontento.

- Es verdad que permitir tu vulnerabilidad demuestra que sabes quererte mucho, que crees en el poder de lo femenino y que has descubierto lo grande que eres solo con ser todo lo que eres. Es verdad que ser vulnerable es dejar espacio a la perfección de lo imperfecto.

- Es verdad que si tú no quieres, si has creído que no puedes, da igual lo que hagas, lo que estudies y lo que te esfuerces. Aquello a lo que otorgas la categoría de verdad se convierte en tu credo y en tu realidad.

- Es verdad que, al final, lo único que te llevarás serán las cantidades de amor que hayas compartido, entregado y recibido. No olvides que tu corazón dice la verdad, que no sabe engañar, que no puede ocultar, que cuando habla hay que escucharle ¿Es verdad o no?

- Es verdad que te han hecho grande, con talentos y con dones. Y esta verdad guarda otra importante: es tu responsabilidad cómo los explotas y cómo los compartes.

- Es verdad que hoy creía imposible escribir una sola línea, volverme resiliente y optimista, y entonces pedí ayuda, miré hacia arriba, pasé del sótano a la habitación con vistas, y así fue como me di cuenta de que la Verdad nunca la encontraré en la tierra, ni en la mente ni en la lógica, porque la Verdad lleva nombre de silencio, de fe y de entrega.

¿Cuál es tu Verdad?

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Swapnil Dwivedi

Photo by Swapnil Dwivedi

SIN RESIGNACIÓN

Distingamos, por favor. No es lo mismo aceptación que resignación. Son vibraciones opuestas. Una brota del amor, la otra del miedo, de la inseguridad y de la falta de conexión interior.

La aceptación es el reconocimiento total y sin fisuras de lo que está sucediendo en este momento. Aceptar es dar visibilidad, es aprobar todo lo que eres y todo lo que es. Es darte amor. La aceptación no existe por mitades, por partes, no sirve aceptar esto pero lo otro no. Eso no es aceptación. ¿Por qué? porque el amor no puede ser selectivo, no sería amor. El amor es sin condición y la aceptación es su extensión.

La aceptación se sustenta en una premisa necesaria y muy importante. Para yo poder aceptar y reconocer tanto lo que hay dentro de mí como lo que hay fuera, tengo que saber toda la verdad y nada más que la verdad sobre mi naturaleza. Si yo no sé que formo parte de un Universo que me ha hecho perfecto y que dirige el curso de la vida a través de la Ley del Karma va a ser muy difícil, imposible creo yo, que pueda ser capaz de aceptar nada. La aceptación es el primer paso para cualquier cosa y es lo que nos otorga un inmenso poder de transformación. Lo que ocurre es que nuestro ego, tan involucionado y tan creído, nos ha dicho que no, que si aceptamos, ya no habrá lucha, perderemos poder y será la rendición. El ego quiere guerra, tú no. ¡Tú no!

Es ahí, entre tanta confusión, cuando identificamos resignación con aceptación. Al dar autoridad al miedo, al creer que la vida está hecha de luchas e injusticias, al imaginar que somos gobernados por un tal dios que da y quita, que juzga, perdona y castiga, y al aniquilarnos creyendo que nada depende de nosotros, es cuando estamos listos para decir sí a la resignación.

Me resigno al creer que lo que me sucede es injusto, cuando pienso que solo puedo luchar o abandonar, cuando tengo la certeza de que nada de lo que yo haga tiene utilidad y, por supuesto, cuando no sé la verdad sobre quién soy, no conozco las leyes (Universales) que me gobiernan y no creo que yo deba asumir ninguna responsabilidad sobre mí.

Si me resigno pierdo todo mi poder para crear, me convierto en víctima, sufro y padezco de una gran frustración. Si acepto, puedo comenzar a caminar, me empodero y asumo mi responsabilidad. Si acepto, soy libre y estoy en paz.

Acepta todo sin ningún tipo de resignación.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by James Hammond

Photo by James Hammond


OÍDOS SORDOS

¿Crees que has perdido la conexión? En algún momento de nuestras vidas hemos sentido que la comunicación con el Universo se esfumó, pero verás, eso, en realidad, nunca ocurrió. No sé tú, pero yo, cuando me dejo arrastrar por mi mente, me parece imposible, incluso absurdo, creer que la energía universal me hable, y menos aún que sea capaz de indicarme el camino.

La Vida, el Universo, esa corriente que permite que estés vivo, que respires, que la luna crezca y que el sol salga, te habla a cada momento. La desconexión no es más que una ilusión, es falsa. Es nuestra mente inferior la que nos engaña. Nos dice que estamos solos en esta experiencia, que todo tiene que ver con nuestro esfuerzo y nuestros logros, pero que, a la postre, estamos solos. Y así, creyendo en lo falso, es como comenzamos a hacer oídos sordos.

La conversación con mi Padre, su apoyo y su guía son constantes, un flujo de amor ilimitado, pero si yo elijo aferrarme a las creencias de mi mente, tendré que, indiscutiblemente, tapar mis oídos y negar lo que la Fuente me dice. Evidente. Lo que sale de mi mente es incompatible con lo que la Vida intenta transmitirme. Mientras el Universo me dice que confíe, mi mente me pide que esté alerta, que no me relaje. Mi mente me habla de miedo y de duda. Mi Padre Universal de amor y de certeza. Por tanto, el teléfono siempre suena, pero yo, no siempre quiero o puedo oírlo.

El Universo nos habla, claro que lo hace, pero es probable que no estemos preparados para escucharle. Y no lo estamos porque el diálogo existe en la noche, en el silencio, con los ojos cerrados. Porque nos resulta difícil adentrarnos en el mundo de lo invisible. Porque nos indica el camino a través de la intuición y del corazón. También de las sutiles señales que vemos a nuestro alrededor. De la frase de ese amigo que nos removió. El Universo nos habla por medio de las conexiones, de las aparentes coincidencias, de los insight, de los planetas, de los números y de nuestras proyecciones.

La cuestión es que, a lo mejor, nos resulta más fácil, y también más cómodo, hacer caso omiso, oídos sordos a lo que viene de arriba, del tercer ojo, de nuestra intuición. ¿Por qué? porque la mayoría de las veces, lo que el Universo nos dice no tiene demostración, no se palpa, no se ve con los ojos del ego. Hay que disponer de una gran confianza, tener activa la fe y ser valiente para creer sin ver. Pero el Universo nos habla, claro que nos habla. Es fiel. Siempre escucha, responde, y proporciona guía. Si hago oídos sordos, quizá, debería preguntarme por el miedo que no me deja confiar en lo que el corazón me dicta.

Escucha, y confía.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Eberhard Grossgasteiger

Photo by Eberhard Grossgasteiger

CONCLUSIONES

Me observo mucho, a veces, demasiado. He observado los patrones de las personas con las que trabajo. He observado nuestros trajes, y de esa observación, he llegado a alguna que otra conclusión que ahora comparto:

- Decimos que tenemos miedo de no ser felices, de no alcanzar nuestros sueños, de no poder, pero a mí me parece que eso tiene un poco de mentira, de autoengaño. Nuestro mayor miedo es justamente el opuesto. Nos da pánico llegar a ser todo lo que podemos ser. Nos aterra la plenitud porque no nos sentimos dignos de ella, porque nos asusta no saber qué hacer con tanta abundancia, con tanta felicidad y bienestar. Porque necesitamos alguna que otra dosis de sufrimiento, porque nuestra mente nos engaña. No somos grandes porque no estamos dispuestos a asumir la responsabilidad de nuestro propio brillo, ni nos sentimos capaces de dejar de ser víctimas y culpables. Pero va siendo hora ya de cumplirnos, de poner intención y atención al “sí puedo”, al ¿y por qué no?

- Nos hemos confundido en nuestras elecciones. Creemos más en el sacrificio que en el placer, más en el deber que en el ser, muchísimo más en la escasez que en la abundancia. La forma antes que el fondo, el error antes que el milagro. Creemos en el miedo en vez de creer en el amor. Es horrible, ¿no? Creemos en la mentira con mucha más seguridad que en la Verdad. En la mente más que en el corazón, en lo de fuera y no en lo de dentro. Creemos en lo que vemos en vez de creer en aquello que está detrás del velo. Creemos en lo que pensamos con más facilidad que en lo que dice nuestra voz interna, nuestra querida intuición. Y así, día tras día, sin olvidar que aquello que creo, lo creo. Necesitamos cambiar creencias, digo yo.

- Nuestros traumas, enfermedades y desajustes emocionales esconden una necesidad ilimitada de amor. Todavía somos vírgenes en la relación con nosotros mismos. Nunca nos hemos hecho el amor. Nos faltan orgasmos. Nos falta mirarnos y fascinarnos. Esta es mi tercera conclusión.

- No hay tercera sin cuarta, que habla de desconfianza. De la ausencia de fe que padecemos. De la gran limitación que es no saber confiar en nosotros sin fisuras, sin “peros”, “a veces” o “mejor luego”. Y yo creo que la fe en uno mismo es el primer escalón. Si no es firme, seguro y duradero, no habrá ascensión.

- Vayamos con la quinta: ilusión, optimismo, placer y risa. Cuatro ingredientes que nos faltan. Nos hicimos adultos y desterramos a nuestro bebé. Debemos reírnos más, bailar y bailar, que nuestro cuerpo recuerde la brutal sensación del placer, del no hacer. Necesitamos jugar y recuperar la mirada de nuestro niño interior. Piensa en sus ojos la noche del 5 de enero. Es allí a donde debemos volver. Recuperar la sensación de que es posible y fácil, de que los milagros y los Reyes Magos existen. Ver con inocencia y con ilusión. Jugar, jugar y jugar. Emocionarnos, ilusionarnos y reír hasta llorar. Hagámoslo ya.

- Y por último, para que inspires hasta el final, mi conclusión más importante. Tenemos amnesia de lo fundamental: estamos aquí para realizarnos por completo, para recuperar el amor y abandonar el miedo. Esta es nuestra apuesta, nuestra gran obligación. Y lo es porque nos debemos al acuerdo que firmamos con la Divinidad, con nuestro Padre, el Universo. Un pacto que nos pide vivir libres de las trampas del ego, de la mente y del miedo. Un contrato con una cláusula que dice: te necesito feliz , pleno y libre para que así puedas servirme y expandirme.

Sé feliz, por favor, y cuanto antes, mejor.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Wade Lambert

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