Ojalá que te despiertes un día, te mires al espejo y decidas que es hora de empezar a tratarte con cariño. Ojalá que puedas ver tu brillo, tus talentos y tus dones. Ojalá que dejes de considerarte valioso solo por lo que haces y puedas empezar a amarte sin condiciones.
Ojalá elijas creer en ti. Ojalá te trates con compasión y con la misma dulzura y atención que una madre lo hace con su hijo. Ojalá te tengas confianza ciega. Ojalá que sepas desearte siempre lo mejor. Ojalá que nunca cargues tus espaldas, que te atrevas a decir “no”.
Ojalá que ames tus errores, tus sombras y tus demonios. Ojalá que te liberes y te perdones. Ojalá que abandones la necesidad de controlarlo todo y te atrevas a soltar, a dejar ir. Ojalá que te abras a la vulnerabilidad, que no te defiendas más, que no pongas barreras, que estés disponible para que te amen, para amar. Ojalá puedas sentir en tu corazón que mereces todo lo mejor del mundo. Ojalá que llenes tu vida de intimidad, de carcajadas, de besos interminables, de relaciones únicas.
Ojalá que te enamores y que sea un amor correspondido. Ojalá que tengas una vida fácil, que en ella no haya espacio para la lucha ni para el sacrificio. Ojalá aceptes que eres único, que puedes ser tú mismo. Ojalá que no te pongas límites, que no esperes a mañana, que no renuncies a lo que sientes, que no te creas lo que te dice tu mente.
Ojalá que puedas mirar el pasado y sentir paz. Ojalá que siempre tengas la sensación de que aprovechaste cada oportunidad. Ojalá que no vivas de puntillas, que abraces tu miedo y que te deje de asustar. Ojalá que tu vida se llene de sentido y que tu corazón y tu mente sean uno.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.