VASIJA

Nos hemos acostumbrado a vivir únicamente desde nuestra energía masculina. Hemos aprendido que lo que de verdad importa es hacer, producir, trabajar, accionar, luchar por mejorar, por cambiar, por aprender, por ser mejores personas. Nos han enseñado que si no hacemos, no tenemos derecho a obtener. Tenemos que hacer logros para merecer. Vivimos en la supremacía de la mente y de la energía Yang. Nos hemos creído que el merecimiento está condicionado a lo que hacemos. Nos hemos creído que somos insuficientes y que estamos separados.

El Universo del que formamos parte es energía dadora, es energía Yang, y esa energía masculina necesita de una vasija receptora que reciba, permita, acepte, integre y después, expanda. Si yo solo hago, si llevo mi energía siempre hacia fuera, si siempre me enfoco en lograr, en conseguir, en trabajar, no tengo espacio real para conectar con mi energía femenina, y ser vasija.

Para que el amor entre, para que la vida haga, para que haya armonía, para percibir milagros, para poder entender de verdad lo que significa ser inocente, necesitamos responsabilizarnos de esa otra parte de nosotros que tanto ninguneamos y a la que constantemente quitamos valor, nuestra energía femenina.

Ser vasija es dejar a un lado el hacer y entrar en el ser. Es sentir, es no oponer resistencia, no intentar entender ni controlar nada. Es aceptar, es observar, es descansar, es fluir, es dejar que las cosas sean como son, es confiar en que hay algo mucho más grande que nosotros mismos que sabe perfectamente lo que hace. Es abrir los brazos y el corazón para dejar que la vida se cumpla a través de nosotros. Es tener espacio en nuestro interior.

Si no soy capaz de recibir, nunca podré dar. Si no sé lo que tengo, no sé la cantidad ilimitada de amor que puedo compartir.

Honra tu energía femenina, te la dieron para algo.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Farsai Chaikulngamdee