Vivir sin tenerle miedo a la vida, sin ponerle limites al sentir, vivir siendo vulnerables, abiertos y sin vergüenzas, sin partes tapadas ni ocultas, sin represiones ni rejas. Vivir sin lamentos y sin excusas, desbordados por ilusiones y sueños, por abrazos y millones de risas. Vivir entusiasmados por la grandeza de la vida, vivir optimistas.
Vivir con la consciencia de que podemos morir, de que la vida es un regalo y de que es mucho mejor un gracias que una queja. Vivir confiados, sabiendo que podemos relajarnos, que somos suficientes, dignos y válidos. Vivir con la tranquilidad de no saber lo que sucederá mañana y con la seguridad de que todo puede ocurrir. Vivir solo por hoy, hacerlo al máximo, con riesgo y con valentía. Vivir creyendo en los milagros, con la certeza de que, siempre, el Universo se encarga de mí. Vivir aceptando que soy limitado, que me equivoco y me caigo, que soy imperfecto y que mis emociones son la guía para poderme descubrir. Vivir consciente de que mi sombra es un gran aprendizaje porque ella esconde mi luz. Vivir sin lamentos, sin excusas y sin peros, sin “tal vez mañana”, sin dar autoridad al miedo.
Vivir honrándonos, respetando cada esquina de nuestra casa interna. Vivir perdonándonos por habernos hecho daño, asumiendo el compromiso de no volver a juzgarnos. Vivir experiencias que nos saquen de la mortalidad de la vida, vínculos que nos recuerden que somos eternos e ilimitados. Vivir perdidos en miradas, en paisajes, en momentos que nos hacen sentir tan plenos que parece como si tuviéramos fuegos artificiales dentro. Vivir siendo responsables de nuestra felicidad, de nuestras elecciones y de nuestros sueños. Vivir escuchando nuestra voz interna, presentes, conscientes. Vivir respirando. Vivir sin conflictos entre lo que sentimos y lo que pensamos porque ya sabemos que lo femenino y lo masculino pueden y deben ir de la mano.
Vivir sin resistencias, permitiendo que lo que tiene que ser sea. Vivir hacia dentro, con amor y con respeto y así lo de fuera dejará de ser un problema. Vivir con la misma ilusión que teníamos cuando éramos niños. Vivir con alegría, con pasión y con la intensidad suficiente como para saber que, de nosotros, todo depende. Vivir siendo lo que somos, sin limitaciones y sin esperas. Vivir reconociendo nuestra inocencia, nuestro poder para crear y nuestra capacidad para transformar. Vivir recibiendo, sirviendo y dando, con compasión y con un deseo activo y profundo de que todo vaya bien para mí y para todo el mundo.
Vivir el Cielo en la Tierra porque así vivir tendrá sentido, porque así podremos recordar lo que siempre hemos sido, porque entonces esta experiencia valdrá la pena y vivir será con mayúsculas, con fuegos artificiales y con felicidad plena.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.