Transitamos por un momento de profunda crisis y, por tanto, también de profunda oportunidad. De la noche a la mañana, casi como si de un sueño se tratara, todo lo que creíamos seguro y firme, ha comenzado a derrumbarse, a deshacerse igual que lo hace el hielo frente al sol. De pronto, todo se convierte en imprevisible, todo escapa a nuestro control, y no porque hasta ahora lo tuviéramos, sino porque, hasta ahora, no había sucedido nada que, de forma tan extrema y abrupta, rebasara los límites asumibles para nuestra mente inferior.
La sensación de ausencia de control y de no tener certezas desata el pánico en el cuerpo y en la mente. Nuestro ego vive de la sensación de control, se nutre de la soberbia de creer que dirige y manda. Nuestro ego piensa sin parar, planea las consecuencias de un negro futuro y si no estamos atentos, nos arrastra. Su miedo más intenso es el de la incertidumbre, se niega a entregarse, a ponerse a un lado para dejar que todo se coloque. Para él, la calma puede ser la muerte porque calma es sinónimo de fe y ni la confianza ni la fe pueden ser sus aliados. Todas las experiencias que vivimos, como individuos y como colectivo, son karma, individual y colectivo. Absolutamente nada es fruto de lo aleatorio ni de la casualidad. Estamos viviendo un resultado que tiene un origen, una causa y un motivo. Podríamos, sin necesitar de mucho esfuerzo, darnos cuenta de que la causa de un karma como el que estamos viviendo estos días no puede ser otro que el miedo del que todos somos responsables. Por eso es por lo que también transitamos un tiempo tan importante y tan transformador. Porque tenemos otra oportunidad, otra más.
Yo me pregunto para qué me sirve esta experiencia y cómo puedo utilizarla a mi favor, para el servicio a los demás, y para convertirla en Dharma. Siento que lo que estamos viviendo me sirve, y mucho, para ver dónde tengo depositada mi fe. Para darme cuenta de lo difícil que es para mí asumir que no tengo el control de nada. Siento que no dispongo de otra alternativa más que de la de estar presente, confiar en lo Divino y soltar la mente. Y doy gracias porque esa sea la única opción y la única alternativa, porque siento que esta situación me dice que todavía puedo cambiar muchas cosas, como persona y como miembro de esta sociedad.
Mantenernos en calma, entregarnos a la situación y crear vacío en nuestra mente cuando lo de fuera tiene fuerza de pandemia es un reto y una responsabilidad para todos nosotros. Elegir en qué creer y optar por la entrega y la confianza plena en que todo va a estar bien es un desafío que esconde un infinito poder para transformar y cambiar la realidad presente. Asumamos nuestra responsabilidad y convirtámonos en personas más amorosas, más agradecidas, más solidarias, más entregadas y más pacíficas con nosotros mismos y con los demás.
Que la salud plena, la sabiduría, la calma, el sosiego y la confianza inunden nuestros corazones. Que mostremos nuestra versión más elevada y que podamos, de una vez por todas, deshacernos del miedo que nos somete.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.