RESISTENCIAS

Las resistencias son nuestra manera de negar lo que nos corresponde por derecho propio. Son nuestra forma, casi siempre inconsciente, de rechazar lo que más necesitamos o queremos. A través de ellas, confirmamos que no nos sentimos ni merecedores ni dignos. Las resistencias surgen en nosotros como consecuencia de una profunda desconfianza en el propio fluir de la vida. Desde niños, hemos aprendido, construido o comprado creencias que nos dicen que estamos solos, que, para lograr lo que deseamos, tenemos que esforzarnos mucho y luchar, que “hay que merecérselo”, que “Dios no está para tonterías sino para cosas importantes”, que “todos tenemos una cruz”, que el sufrimiento actual puede tener algún tipo de recompensa posterior o que los otros saben lo que necesitas mejor que tú mismo.

Sobre esas creencias tan limitantes, basamos nuestra forma de relacionarnos con la vida, y es ahí, donde surgen las resistencias. Comenzamos a fabricar una fuerte armadura en nuestro interior para defendernos de esta vida tan difícil y desafiante. Esa armadura nos intenta proteger del enemigo que está ahí fuera, en la enfermedad, en la escasez, en la separación o en cualquier acontecimiento que hemos juzgado como negativo. Entonces, comenzamos a resistirnos, a negarnos, a rechazar, a luchar, a taparnos los ojos ante lo que nos está sucediendo. Y huimos, queremos escapar y que todo pase, y pedimos ayuda a Dios, sin darnos cuenta de que, detrás de absolutamente todas las experiencias por las que transitamos, hay amor.

La realidad es que el Universo Dios siempre está trabajando a nuestro favor, siempre quiere lo mejor para cada uno de nosotros, ¿cómo iba a ser de otra manera si Él solo es amor y Yo Soy Él? El Universo no castiga y tampoco envía pruebas, por tanto, cuando nos resistimos con fuerza a la situación que tenemos delante, cuando luchamos contra ella, cuando nos defendemos con uñas y dientes, estamos negando la posibilidad de descubrir la luz que esconde. Estamos viviendo una vida que, en el fondo, creemos peligrosa. Nadie nos ha dicho que no hay nada ahí fuera, que no somos víctimas, sino todo lo contrario. Nadie nos ha dicho que nosotros somos los co-creadores de nuestra propia experiencia.

Las resistencias no nos dejan fluir, nos impiden descubrir nuestro poder y aniquilan la posibilidad de que el Universo pueda intervenir a nuestro favor porque la resistencia se caracteriza por la persistencia. Porque si yo tengo depositada toda mi atención en resistirme, en rechazar o en negar lo que me está ocurriendo, sin darme cuenta, lo estoy activando y construyendo. Porque allí donde coloco el pensamiento, coloco también la energía, y esa energía es el medio para crear mi realidad. Solo si dejamos de prestar atención, solo si abandonamos la resistencia, solo si el asunto deja de ser un problema, nuestra vida podrá comenzar a cambiar y a mostrarnos nuevas e infinitas posibilidades.

Cuánto más difícil sea la situación por la que estemos atravesando, más necesitamos comprometernos con la entrega, con el fluir y con el dejar ir. Con la aceptación plena y la ausencia total de resistencia. En el momento en el que nos quitamos los guantes de boxeo y decimos: “ok, adelante”, abrimos las puertas del Universo entero. Dejar ir nuestras resistencias implica cultivar la confianza en que la vida nos aprecia y nos quiere. Incluye el sentirnos dignos de todo lo mejor y agradecidos por cada experiencia. Dejar ir nuestras resistencias nos pide que seamos abiertos de corazón y mente, flexibles y que vivamos receptivos y disponibles.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Metin Ozer

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