Elijo creer en lo que me hace bien, en lo que me da paz, en todo aquello que alimenta a mi alma. Escojo pensar que, al final, aunque ahora no lo pueda ver, todo va a salir bien. Elijo creer que soy mucho más grande que la pequeñez de mi miedo, y mucho más sabia cuando me atrevo a confiar en mi intuición. Elijo permitirme brillar, cultivar la fe y responsabilizarme de mí y de mi necesidad. Elijo no juzgarme y no permitir que, desde fuera, me hagan creer que no puedo. Elijo esforzarme por ver el vaso siempre medio lleno, la luz que se esconde en cualquier forma de oscuridad.
Elijo transformar pena en compasión, envidia en reconocimiento y admiración, rabia en poder de afirmación. Elijo convertir mi miedo en amor, mi frustración en creatividad y acción, mi culpa en merecimiento, mi tristeza en aceptación, mi soberbia en humildad, mi deseo de control en capacidad para soltar, mi debilidad en vulnerabilidad, mi desconfianza en fe, mi victimismo en responsabilidad, mi queja en agradecimiento, mi deseo de tener razón en paz interior. Elijo cambiar preocupación por ocupación, pasado y futuro por momento presente, rigidez mental por flexibilidad en mi corazón, necesidad de aprobación por reconocimiento interior, autoexigencia por aprobación, soledad por amor a mi niña interna, información y ruido externo por silencio y meditación.
Elijo confiar en la vida, relajarme y permitir que se ocupe de mí. Elijo equilibrar mi energía Yang y mi energía Yin, sabiendo que dar es igual de importante que recibir. Escojo escuchar a mi cuerpo y no volver a huir. Elijo, aunque me dé miedo, ser valiente y permitirme todo lo que siento, que mis emociones hablen y que sean mi guía para indicarme el mejor camino. Elijo ponerme al servicio de mi Alma, aceptar que no estoy aquí para pasar pruebas, sino para ser feliz.
Elijo aceptar que no todo el mundo quiere mi ayuda y que no siempre caigo bien. Elijo liberarme de la necesidad de gustar a otros, de tener que agradar, de ser lo que espero o esperan de mí. Elijo renunciar a querer entenderlo todo, ahora me gusta mucho más vivir sabiendo que no sé nada. Definitivamente, elijo creer en mí.
Y al final, después de mucho elegir, ya no necesitas seguir haciéndolo porque lo que hasta ahora solo era elección, ha pasado a convertirse en Verdad, en la única opción.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.