Todos, de alguna forma, en algún momento, hemos tenido o tenemos un anhelo, un sueño por cumplir, un deseo no satisfecho. Si existe algo que todavía tiene la forma de sueño es porque en alguna parte de nuestra mente lo creemos inalcanzable, imposible de conseguir, arriesgado o peligroso.
Todo aquello que somos capaces de soñar y de ver con los ojos cerrados, todo aquello que podemos imaginar, existe ya como potencialidad. La pregunta es cómo convertir eso que ya es en alguna parte de nosotros, en una realidad tangible.
Materializar un sueño es una tarea que pide un cambio radical en cuanto a la forma que tenemos de ver la vida. Para dar estructura al anhelo, primero tenemos que cultivar la fe en que nuestra voluntad es la misma que la del Padre Universal. Tenemos que interiorizar y sentir que nuestro deseo es compartido por la Fuente de la que formamos parte. Tenemos que crear unidad porque eso es lo que, progresivamente, nos permitirá ver lo que soñamos como algo propio y natural, no como algo externo y difícil de alcanzar.
Para materializar un sueño, tenemos que negarnos con firmeza e insistencia a que los pensamientos de miedo y resistencia que brotan de nuestra mente interfieran en nuestra capacidad creadora. Debemos abandonar la costumbre de creernos lo que pensamos, debemos dejar atrás la idea de que “a lo mejor no será posible”, de que “ a lo mejor no estoy preparado”, de que “puede ser que el Universo desee para mí otra cosa”.
Nuestra capacidad creadora surge naturalmente cuando jugamos al “como si ya fuera”. Cuando nos permitimos ser, en el presente, las personas que seremos cuando nuestro sueño se llame realidad. Cuando, energéticamente, nos alineamos con lo que anhelamos. El “como si ya fuera” nos pide que convirtamos nuestro deseo en algo natural, que, en vez de cuestionarlo y dudarlo, lo experimentemos aquí y ahora. Nos pide que lo honremos y que salgamos de nuestra zona de confort. Que nos identifiquemos con su vibración, que lo sintamos, lo disfrutemos y que, después, lo soltemos. Lo dejemos ir sin que nos importe el cómo ni el cuándo, pero desde la absoluta certeza de que ya está tomando forma y de que su materialización completa se dará cuando deba darse.
Nuestro poder creador, ese inmenso regalo que nos ha hecho “Papá Universo” y que compartimos con Él, surge de manera natural, cuando volvemos a ser niños, cuando jugamos a imaginar, cuando creemos en los milagros y cuando no cuestionamos que es un derecho natural manifestar toda nuestra potencialidad.
Si tienes un sueño, debes saber que, dentro de ti, tienes el poder de convertirlo en realidad.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.