Ya no quiero tenerte miedo. No voy a huir más de ti. Sé que puedo hacerlo, tan solo se trata de no creerte, de no regalarte mi atención ni mi tiempo, de no entregarme a ti.
No volveré a nombrarte. Ya no te regalo mis palabras. No tienes autoridad sobre mí.
No quiero enfrentamientos. No voy a comenzar una guerra contra ti. No habrá más intentos de hacerte desaparecer de mi piel ni de mi mente. Sé que si lucho, podrías verlo como una forma de quererte. Mi lucha te hace grande, te convierte en resistencia. Mi observación sin implicarme te coloca en el lugar donde debes quedarte.
Miedo, ya no te daré ni un milímetro de confianza. Mis puertas están cerradas, dejó de haber espacio. Hoy, elijo que no ejerzas más poder sobre mí.
No creas que te odio porque no es así. Entiendo cuál es tu función. Sé que pretendes protegerme de aquello que tú ves como una amenaza. También sé que depende de mí creer en ti o no. Soy yo quien te ha convertido en rey, quien te entronizó. Ahora ha llegado el momento de que, quien se siente en el trono, sea yo.
Tan solo eres un pensamiento, obcecado en recordarme un pasado que ya pasó, y en alertarme sobre un futuro peligroso que aún no llegó. Nada de lo que tú puedes ver es real para mí. Ya no. La verdad es que todo existe en el presente y que, en el aquí y el ahora, no hay lugar para ti.
Miedo, que quieres amedrentarme, te libero y te dejo ir. Me perdono por seguirte y por todas las veces que te he sido fiel. Sé que eres el resultado de una profunda falta de amor. Esa es tu mejor definición.
Cada vez que hablas, me estás pidiendo amor. Cada vez que gritas en mi estómago, me suplicas que, en vez de creerte y asustarme, te abrace y mitigue tu carencia con una dosis de compasión.
Ahora me doy cuenta de cuál ha sido mi error: creer que te necesito y que tienes poder sobre mí. La realidad es que eres tú quien me necesita a mí. Me pides ayuda para poder transformarte y liberarte de tu cárcel, aunque lo hagas desde el temor.
Ahora lo sé. Necesitas volver a ser lo que, en algún momento, fuiste: amor.
Eres tú, mi miedo obsesivo, preocupado y limitante a quien ahora observo y abrazo. Eres tú, pensamiento susurrante, sospechoso y desconfiado quien me enseña el significado de amar siempre y pase lo que pase.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.