De película, incluso de telenovela.
Ese que nos hace sentir maripositas en el estómago. Ese que nos lleva a idealizar a la otra persona, a sonreír sin parar y a crear expectativas sin límite.
En realidad, nos hemos enamorado de la idea que tenemos del "amor" romántico, que generalmente es la mezcla resultante de unas cuantas novelas, memorias, fantasías, películas y series de televisión. Generalmente, le damos la responsabilidad a la otra persona de ser lo que nosotros, en nuestra mente, hemos construido como ideal de pareja.
El "amor" romántico es mentiroso, nos dice que el otro va a ser capaz de hacernos felices. Nos impide verle de forma completa. Nos embauca haciéndonos creer que la otra persona, por nosotros, cambiará. El "amor" romántico nos engaña a través de la idea de posesión. Nos hace creer que necesitamos, que somos escasos, que una pareja será capaz de cubrir nuestro vacío existencial.
El "amor" romántico parte de la escasez, de la idea de que a mi me falta algo que el otro va a poder suplir. El "amor" romántico me lleva a la necesidad, y desde ese lugar, es imposible amar. El "amor" romántico me hace creer que poseo, quiere que sienta que el otro es algo mío, que me pertenece, y eso, creo yo, no tiene mucho que ver con el amor de verdad. El "amor" romántico cree que somos mitades, medias partes, medios melones, medias naranjas. El "amor" romántico piensa que sin "su" otra mitad nunca será completo, ni feliz, ni pleno. Y eso, desde luego, no se parece en nada al amor de verdad.
El "amor" romántico es todo menos amor. El "amor" romántico nos impide amar. Solo cuando nos comprometemos a soltar esa forma de relacionarnos, podremos descubrir lo que significa amar de verdad. Solo cuando nos liberamos de la necesidad, de la expectativa, de la posesión y de la idealización, podremos dar y tendremos el suficiente espacio para recibir amor. La necesidad del otro nos conduce al miedo a la pérdida. La expectativa nos abre la puerta a la desilusión, la posesión nos lleva al drama del abandono y la idealización nos impide ver la realidad.
El amor observa y reconoce al otro como un ser completo. El amor no necesita. Entre amar y necesitar existe una absoluta incompatibilidad. El amor no posee, no acapara, no desea que el otro sea algo distinto de lo que es. El amor ama, así, sin más. El amor no tiene expectativa. No lleva comillas. No sufre, no tiene miedo, es compasivo, incondicional, no sospecha, no juzga, no quiere controlar, no espera nada.
El amor nace de la ausencia de expectativa, de la total libertad. Y nosotros solo somos libres en el amor cuando interiormente hemos aprendido lo que es la aceptación, cuando nos reconocemos como seres completos, con todo dentro, cuando nos damos lo que necesitamos, cuando nos amamos. Así, sí, así podemos amar al otro de verdad, sin comillas, sin miedo, en libertad.
Cuanto más amor te des, más amor sin comillas obtendrás.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.