Gestión del duelo

MI QUERIDA MAMÁ

Me alegro mucho de que no hayas sufrido, de que no hayas padecido para irte. Así debería de ser siempre. La muerte debería de ser rápida, alegre, exenta de sufrimiento y de apego, llena de paz, no solo para los que se van, sino también para los que se quedan.

Ya sabes que siempre tuve mucho miedo al momento de tu muerte. Ya sabes que pensaba que sería incapaz de superarlo. Siempre me decías que eso era una tontería, que estamos preparados para ver morir a nuestros padres, y como de costumbre, tenías razón. La muerte contiene luz y vida, y si aceptas, te permites la vulnerabilidad de sentirlo todo y confías, deja de suponer una pérdida y se convierte en un cambio, en una transformación.

Mamá, yo no siento esa pérdida porque no te he perdido, porque tu vida no termina con tu muerte física, porque sigues estando aquí, conmigo, en mi corazón, en mi mente, porque no he dejado de hablar contigo y tengo la certeza de que me acompañas, me escuchas y constantemente me das guía, porque ahora no estás presa de tu ceguera, de tus miedos ni de tus preocupaciones y puedes cuidarme mucho mejor, ahora eres libre. Dejaste de ser un cuerpo y volviste a ser amor.

Gracias por haberme dejado acompañarte en tu tránsito, por darme tiempo para despedirme y para pedirte perdón. Gracias por haber aceptado tu vida, nada fácil por cierto, y tu muerte con tanta paz. Gracias por haberme ayudado a transformar mi miedo en voluntad. Gracias por recordarme que tengo que hacer mi vida. Gracias por haber estado siempre disponible para mí. Gracias porque tu muerte ha servido para replantearme la vida.

Mi amiga Bea dice que el vínculo con la madre es irremplazable, y tiene toda la razón. Nadie te va a poder sustituir, pero tampoco nada, ni siquiera la muerte, podrá eliminar el poder y la fuerza de nuestra conexión.

Voy a echar mucho de menos llamarte cuatro o cinco veces al día. Voy a echar mucho de menos verte tejer, escucharte hablar de tus veranos en Santander, tus croquetas y tu ensaladilla. Voy a echarte mucho, mucho de menos, pero aún así, voy a estar bien.

Te quiero mucho. Hasta pronto, mamá.

Almudena Migueláñez.

Photo Almudena Migueláñez