Con el corazón sé mucho más que con la mente. Con el corazón no merezco por lo que hago, merezco por lo que soy. Con el corazón no tengo que esforzarme en dar ni espero a que el otro me dé lo que con la mente me gustaría. Con el corazón no puedo distinguir entre dar y recibir.
Con la mente me defiendo y me protejo. Con el corazón, soy vulnerable y por tanto estoy disponible y abierto. Con la mente, genero rabia y rencor. Con el corazón, amor y perdón. Con la mente, retengo. Con el corazón, fluyo y suelto. La ansiedad es aliada de la mente porque me lleva a un futuro que me asfixia y que me llena de angustia. Con el corazón, estoy presente. Con el corazón, respiro en un ritmo armonioso y continuo. Genero calma y quietud. La mente me lleva a lo que no existe. El corazón a lo único que es real, al amor.
Con la mente, estoy perdido. Cuando quiero encontrar respuestas y le pregunto a ella, solo surgen dudas y más dudas. Solo confusión. Ya he aprendido que mi mente no es capaz de darme las respuestas que busco. Ya he aprendido que la claridad surge del silencio que genero a través de mi respiración.
Con el corazón, soy capaz de darle sentido y dirección a mi vida. Con el corazón, siento y al sentir, recuerdo que estoy vivo. Con el corazón, me conecto y me vinculo. Con el corazón, sé distinguir entre empatía y compasión. Con la mente me separo y deja de importarme el otro. Con el corazón puedo darme amor del bueno, del incondicional, puedo aceptarme total y completamente, sin embargo con la mente no hago otra cosa que juzgarme y que buscar mi imperfección.
Cuando vivo desde la mente, vivo desde el miedo. Cuando vivo desde el corazón, vivo desde el amor.
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.