“Tienes unas ganas de vivir que asustan”. Esto fue lo que me dijo un amigo mío hace ahora más o menos un año. Y yo, que continuo en modo reflexivo, casi meditativo, durante estos días me he dejado sentir esa frase dentro.
Esa frase, que en realidad ahora te muestro un poco mutilada, edulcorada, porque su palabra exacta fue mucho más intensa y más tajante que asustar, pero que el horario infantil me impide enseñar, me lleva a preguntarme por el miedo que nos generan nuestras ganas, nuestros deseos, nuestros sueños, nuestras pasiones, esas de las que te hablé la pasada semana.
Las ganas de vivir me obligan a ser yo y a ser todo lo que puedo ser. Me llevan a impulsarme y a estar abierto a la experiencia completa de la vida, con todas sus partes. Las ganas de vivir me fuerzan a quitarme de encima lo que sobra para descubrir el verdadero sentido de lo que en mi piel significa vivir. Y vivir significa lo que cada uno de nosotros queramos que signifique y depende, en gran medida, del valor que nos otorgamos, de nuestra capacidad para auto observarnos, para respetarnos y no mutilarnos. Depende de nuestra confianza en la vida.
Nuestras ganas de vivir son nuestras ganas de realizarnos, de ser felices y de sentirnos plenos. Y esas ganas, ese deseo, ese impulso que sale de las entrañas y que abre nuestro corazón entero necesita que, cuanto antes, afrontemos nuestros miedos.
Tenemos miedo a vivir la vida que necesitamos y que queremos, por el qué dirán, porque nos asusta responsabilizarnos de nosotros, porque tenemos dudas y nos las creemos. Tenemos miedo a tener ganas de vivir no vaya a ser que por lo “aleatorio” de la vida, tantas ganas nos lleven después a tanta o más frustración. Tenemos ganas de vivir pero, a veces, no como impulso sino como anhelo. Vemos esas ganas, esa ilusión, ese deseo desde el miedo a no ser capaces o a que nunca llegue. Tenemos miedo a nuestras ganas no vaya a ser que lo logremos y seamos felices. El miedo a la vida es más tenebroso que el miedo a la muerte. Tenemos miedo a vivir, a experimentar de lleno y a hacerlo sin límites. Tenemos miedo.
Y lo que yo creo es que nuestras ganas son las palmaditas de aliento del Alma, que nos pide que nos impulsemos, que vivamos haciendo pleno, que exprimamos con intensidad y sin miedo.
Yo tengo ganas de vivir todo lo que la experiencia de la vida me traiga y de hacerlo con intensidad, y eso es un gran compromiso que adquiero conmigo misma y que me obliga a tomar decisiones, a sanar mi miedo, a limpiar resistencias, a respetarme y a responsabilizarme de lo que siento y deseo.
¿Dónde te llevan tus ganas?
Feliz presente,
Almudena Migueláñez.