HÁBITOS

Nos hemos habituado a sentirnos mal. A la escasez y a la falta. Nos hemos acostumbrado a la insatisfacción, a sentir que no es posible ser todo lo que queremos ser, a pensar mal, muy mal. Hemos hecho propia la renuncia a nuestras necesidades. Nos hemos creído lo que es falso y le hemos otorgado a la duda un lugar privilegiado. Nos hemos habituado al miedo, al juicio y a la mente. Hemos convertido en hábito el creer que lo bueno no dura, que debemos estar alerta, que no se puede tener todo y que sufrir formar parte de la vida. ¿De verdad forma parte?

Hemos creado la rutina del autoengaño y del “no puedo”. De la evasión y la creación de resistencias y patrones de defensa que no hacen más que alejarnos de nosotros mismos y de la vida. Nos hemos hecho permisivos con inercias que nos hacen daño y no nos damos cuenta.

Escucho sin cesar la importancia de establecer hábitos saludables en nuestras vidas. Una buena alimentación, ejercicio, meditación. Hacemos deporte, practicamos yoga y comemos verde, todo muy verde, y sin embargo, seguimos manteniendo intactos hábitos mentales que nos dañan y que, cuanto antes, deberían ser cuestionados y revisados.

Creamos hábitos cuando practicamos algo de forma repetida en el tiempo. El hábito nos lleva a la rutina, y la rutina de creernos el murmullo interno, el miedo, la preocupación y la duda nos conduce, inevitablemente, a la frustración y a una vida muy poco saludable de puertas para dentro y, por tanto, también para fuera.

Necesitamos establecer nuevos hábitos en nuestra manera de pensar, en nuestra forma de hablar y en cómo nos presentamos ante el mundo. Necesitamos hacerlo para que se manifiesten cambios reales en nuestras vidas. No es fácil. Sé que no es fácil. Para transformar un hábito necesitamos tiempo, mínimo 21 días, respeto, paciencia, cariño hacia uno mismo y consciencia, kilos y kilos de consciencia. Pero, llegados a este punto de nuestras vidas en el que anhelamos tanto un cambio, sentirnos libres, en paz y plenos, sinceramente, que sea fácil o difícil no debería importarnos tanto. Lo que sí importa es que tengamos claro cómo queremos sentirnos, qué tipo de vida necesitamos y de qué forma colaboramos, a través de nuestros hábitos mentales, con la creación de eso que queremos.

Aristóteles decía que somos lo que hacemos día a día. Yo no soy Aristóteles pero te recuerdo que lo que crees lo creas, así que si quieres sentirte feliz y tu hábito es la queja, el ceño fruncido, y además te repites sin cesar que la felicidad es imposible de alcanzar…blanco y en botella, algo va mal.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Jason Rosewell

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