No es piadosa, nunca lo es. En la mentira no hay piedad ni buena voluntad. La mentira no es benevolente, no es bondadosa.
La mentira es miedosa, muy miedosa. Mentimos porque tenemos miedo a asumir, miedo a afrontar, miedo a ser quienes somos. Miento al otro y en realidad solo me estoy mintiendo a mi, porque ya sabemos que el otro no existe, porque sabemos que únicamente es un reflejo de lo que hay dentro de mi. Si te miento, me fracciono por dentro, me separo de lo que ahora estoy siendo y sintiendo, le digo no a lo que sea que en mi esté hirviendo. Si te miento, me rechazo y me niego. Si te miento, me miento.
Etiqueto mi mentira de piadosa y la justifico diciendo que no quiero hacerte daño. Mentira. Mi deseo de no herirte no puede llevarme a abrir una herida dentro de mi. Mi deseo de que no veas lo que me está ocurriendo, no es por el amor que te tengo, es por el miedo a que lo que te muestre, te separe de mi y me haga tener que asumir.
La mentira refleja lo alejado que estoy de aceptarme tal y como soy. Es un espejo de la falta de aprecio y de respeto a mi verdad, a mi necesidad, sea la que sea.
La mentira solo es la consecuencia de nuestros propios juicios, de nuestra negación interna. No me gusta lo que he hecho, lo que pienso, lo que quiero y entonces miento, me justifico, me engaño y te intento engañar. Así, tú no podrás ver todo lo que soy, con mis miserias, mis incógnitas sin descubrir, mis errores y faltas, no sabrás quién soy, lo que me aturde, lo que me mueve por dentro, no te permitiré ver toda mi verdad, sea rica en luz o en oscuridad.
Mentimos por falta de amor. Si mientes no te amas, no te aceptas. Si mientes es porque eres un juez inquisidor. La mentira es ego, como no.
Si te mientes y si mientes, perdónate.
Feliz presente.
Almudena Migueláñez.