Inspira

ALUCINAR

Quiero que me elijas y que nunca me necesites. Que seas muy feliz sin mí, pero que conmigo tu vida no tenga límites.

Quiero que hayas aprendido a quererte y a cuidar de ti como mereces, que no busques cubrir espacios ni ratos, que no te sientas carente. Quiero que, juntos, podamos crecer y convertirnos en lo que solos nunca podremos ser. Quiero tener el privilegio de quererte, y el suficiente espacio dentro de mí para apreciar la forma que tú tienes de quererme.

No quiero que seas mi mitad, no quiero que solo valgas una parte. Te quiero de forma completa, con tus luces y también con tus sombras. Quiero que tus imperfecciones sean solidarias con las mías, y si pueden, quiero que se hagan amigas. Yo no quiero que cambies ni que seas algo distinto de lo que eres. Yo quiero quererte y alucinar con lo que tú me quieres.

Quiero que los abrazos sean nuestra forma de alimentarnos, los besos nuestra manera de encontrarnos y las sonrisas la clave para transformarnos. Quiero que la pasión nos hable y nos recuerde que estamos enlazados.

Quiero que te sientas libre y que no te pongas límites, que creas en ti, y que si te caes, recuerdes que yo estaré allí por si quieres ayuda para levantarte. Quiero que cuides de mí, y me muero de ganas de cuidarte. No quiero definirnos, sería quitarle poder a lo que sentimos. Quiero que nunca dejemos de descubrirnos.

Quiero elevarme por encima del tiempo. Quiero vivir con intensidad e insistencia, sabiendo que los malos ratos y las dificultades también forman parte. Quiero que mañana no esté en nuestra agenda. Quiero admirarte.

No quiero que mis miedos te asusten. No quiero buscarte, la verdad es que prefiero encontrarte.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by John Hernandez

Photo by John Hernandez



FUEGOS ARTIFICIALES

Vivir sin tenerle miedo a la vida, sin ponerle limites al sentir, vivir siendo vulnerables, abiertos y sin vergüenzas, sin partes tapadas ni ocultas, sin represiones ni rejas. Vivir sin lamentos y sin excusas, desbordados por ilusiones y sueños, por abrazos y millones de risas. Vivir entusiasmados por la grandeza de la vida, vivir optimistas.

Vivir con la consciencia de que podemos morir, de que la vida es un regalo y de que es mucho mejor un gracias que una queja. Vivir confiados, sabiendo que podemos relajarnos, que somos suficientes, dignos y válidos. Vivir con la tranquilidad de no saber lo que sucederá mañana y con la seguridad de que todo puede ocurrir. Vivir solo por hoy, hacerlo al máximo, con riesgo y con valentía. Vivir creyendo en los milagros, con la certeza de que, siempre, el Universo se encarga de mí. Vivir aceptando que soy limitado, que me equivoco y me caigo, que soy imperfecto y que mis emociones son la guía para poderme descubrir. Vivir consciente de que mi sombra es un gran aprendizaje porque ella esconde mi luz. Vivir sin lamentos, sin excusas y sin peros, sin “tal vez mañana”, sin dar autoridad al miedo.

Vivir honrándonos, respetando cada esquina de nuestra casa interna. Vivir perdonándonos por habernos hecho daño, asumiendo el compromiso de no volver a juzgarnos. Vivir experiencias que nos saquen de la mortalidad de la vida, vínculos que nos recuerden que somos eternos e ilimitados. Vivir perdidos en miradas, en paisajes, en momentos que nos hacen sentir tan plenos que parece como si tuviéramos fuegos artificiales dentro. Vivir siendo responsables de nuestra felicidad, de nuestras elecciones y de nuestros sueños. Vivir escuchando nuestra voz interna, presentes, conscientes. Vivir respirando. Vivir sin conflictos entre lo que sentimos y lo que pensamos porque ya sabemos que lo femenino y lo masculino pueden y deben ir de la mano.

Vivir sin resistencias, permitiendo que lo que tiene que ser sea. Vivir hacia dentro, con amor y con respeto y así lo de fuera dejará de ser un problema. Vivir con la misma ilusión que teníamos cuando éramos niños. Vivir con alegría, con pasión y con la intensidad suficiente como para saber que, de nosotros, todo depende. Vivir siendo lo que somos, sin limitaciones y sin esperas. Vivir reconociendo nuestra inocencia, nuestro poder para crear y nuestra capacidad para transformar. Vivir recibiendo, sirviendo y dando, con compasión y con un deseo activo y profundo de que todo vaya bien para mí y para todo el mundo.

Vivir el Cielo en la Tierra porque así vivir tendrá sentido, porque así podremos recordar lo que siempre hemos sido, porque entonces esta experiencia valdrá la pena y vivir será con mayúsculas, con fuegos artificiales y con felicidad plena.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Joost Crop

Photo by Joost Crop

BREVES

-Fluir no significa que te dejes arrastrar por la corriente. Fluir es caminar por la vida sin oponer resistencia y sin defenderte.

-El poder personal tiene que ver con la capacidad que tenemos todos los seres humanos para transformarnos. El miedo, en forma de apego y de intento de control, nos impide empoderarnos. La confianza en uno mismo y en la vida, la vulnerabilidad y la fe son elementos indispensables para descubrir lo que, de verdad, es el poder.

-Nuestra sombra no es mala. No hay que cambiarla. A la sombra hay que abrazarla e integrarla. La sombra es todo aquello que juzgamos, prohibimos, negamos o rechazamos, y que esconde potencialidades y partes importantísimas de nosotros. La sombra es luz tapada.

-El futuro no existe, ni el pasado tampoco. Lo único real es el presente. Esto no quiere decir que no mires hacia delante. Solo significa que no deberías desgastarte añorando lo pasado y preocupándote por lo que todavía no ha llegado.

-Ser vulnerable no es peligroso. Tampoco es una muestra de debilidad. Ser vulnerable es dejar de tenerle miedo a lo que sentimos. Es vincular nuestro masculino con nuestro femenino.

-El miedo es algo normal entre los que estamos vivos. Es el karma que necesitamos para poder transformarnos. El problema nunca es el miedo. El problema es el miedo que le tenemos.

-Entregar no es darle tus problemas a Dios y tirarte en el sofá. Entregar es hacer todo lo que está en nuestra mano, siempre y en cada momento, sabiendo que somos limitados y que solos no podemos. Entregar es tener la humildad de reconocer que “papá Universo” sabe mucho más de lo que nosotros sabemos.

-Ser feliz no es estar siempre alegre y contento. La felicidad implica responsabilidad y despierta en nosotros un estado interior de plenitud y de bienestar. Ser feliz es elegir ver desde el amor. La felicidad es una elección.

-No estamos aquí para pasar pruebas, ni para aprender, ni para sufrir. Estamos aquí para recordar quiénes somos y expandirnos. Estamos aquí para desaprender lo que, erróneamente, hemos creído ser.

-El libre albedrío es un poder que tiene sentido solo si creo que el miedo existe. Si creo en la polaridad de todo. Cuando dejo de creerme el miedo y dejo de tenerle miedo, dejo también de tener que elegir.

-Nuestro propósito de vida no tiene que ver con hacer grandes cosas. Todos tenemos un único y gran propósito: vivir la vida. Utilizar cada proceso para transformarnos y elevar nuestra consciencia. No necesitamos buscar grandes metas, necesitamos descubrirnos a través de cada experiencia.

-La mente nunca nos va decir la Verdad. No puede. La mente es un medio para resolver las cuestiones de esta dimensión. La Verdad solo es visible cuando cerramos los ojos y dejamos de pensar. La Verdad habita en sexta dimensión.

-El amor no se siente a veces sí y a veces no. El amor es algo distinto a la capacidad para querer. No es una elección. Es lo que somos. Amor es la palabra que utilizamos para nombrar a nuestro Ser Superior, a eso que es inmortal e ilimitado en nosotros. Ser amor debe ser nuestra elección.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Rosanna Fung

Photo by Rosanna Fung


CONFIAR

Para poder caminar en esta experiencia manifestando todo nuestro potencial, necesitamos aprender a confiar, en nosotros y en lo que está más allá de lo que pueden ver nuestros ojos. La confianza es la condición para poder sentir verdadera seguridad y, además, es un importante indicador del nivel de evolución energética y espiritual en el que nos encontramos.

Confiar es creer que seré capaz, y que tú también lo serás. Es transformar la manera que tenemos de mirarnos y de mirar. Confiar implica ver todo y cualquier cosa con ojos nuevos, con una mirada que ha olvidado lo que es el miedo, porque, ya sabes, que confiar y tener miedo no tienen ningún tipo de compatibilidad.

La confianza en mí me permite explorar y explotar todo mi potencial, me proporciona una fuerte sensación de seguridad y de pertenencia, me invita a superarme, me hace avanzar, me demuestra que si creo, puedo, y, además, me abre las puertas para poder confiar en ti y en todo lo demás. Confiar es la fe que me dice: “soy capaz”. Es llevarme de la mano, es convertirme en mi propio aliado.

La confianza en el Universo me regala relax, me ayuda a quitarme cargas, hace que se esfume esa tendencia, tan propia del ego, de querer controlar. Me da fuerza para continuar, me ayuda a crear espacio para disfrutar y, algo fundamental, me permite recibir, ofrecer y ver milagros. Solo si confiamos, podremos abrirnos a descubrir el poder, el amor y la fuerza que se esconde detrás de todo.

Confío cuando elijo dar una oportunidad a lo que mis ojos no pueden ver. Cuando escojo creer únicamente en lo que me hace bien. Cuando, pese al miedo, me permito soltar el control. Confío cuando tengo una actitud optimista, cuando estoy presente, cuando perdono el pasado y dejo de preocuparme por un futuro que todavía no ha llegado. Confío cuando medito, cuando, poco a poco, suelto y entrego. Cuando permito lo que siento y no lo bloqueo. Cuando dejo que todo lo que soy, sea, y cuando fluyo sin resistencias con todo lo que está siendo. Confío si dejo de prestar tanta atención a las creencias de miedo y me permito enfocarme en lo que intuyo y siento, en definitiva, en lo que no veo. Confío cuando imagino, cuando juego, cuando disfruto y cuando sonrío. Cuando estoy en paz conmigo, contigo y con todo. Cuando me perdono, me cuido y me protejo. Cuando me reconozco y sé que soy digno.

Confiar es fundamental para poder vivir de verdad. Sin confianza, todo se convierte en un motivo de sospecha y de recelo. Creamos resistencias, ansiedad y un fuerte deseo de controlar, de retener y de guardar. Si no somos valientes y elegimos confiar, entonces, estaremos dando autoridad al miedo, a algo que, como sabemos, solo habita en nuestra mente. Confiar en el miedo es creer en lo que no es real.

Para recuperar la confianza en mí mismo tengo que trabajar. Debo ponerme en valor, comprometerme a no hacerme daño y a darme, cada día, más cariño y más amor. Para confiar, debo aprender a perdonarme y a darme las gracias. Tengo que dejar de tenerle miedo al fluir de la vida. Tengo que soltar la carga y desapegarme. Tengo que sentir. Tengo que elegir creer en amor en vez de en miedo. Tengo que escoger oportunidad y merecimiento. Tengo que sentir que soy digno de todo lo bueno.

Hoy elijo confiar en mí, en ti y en el Universo.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

habila-mazawaje-1269241-unsplash.jpg

CORAJE

Hazlo distinto. De verdad que puedes, y no encontrarás otro momento mejor que el presente. Sé que tienes miedo, a veces mucho y a veces menos. Tú tienes miedo y yo también lo tengo, pero eso, más allá de ser una dificultad o un problema, es una gran oportunidad. El miedo esconde coraje, valentía, decisión y capacidad de acción. Eres valiente porque tienes miedo, así que despierta, y haz que esta vez sea distinto.

Ten el coraje de ser todo lo que puedes ser y todo lo que necesitas ser. Decídete por el amor, que tu decisión no sea repetir el mismo patrón. Deja de prestar tanta atención a lo que los demás te dicen, a lo que “tienes que”, a lo que se considera correcto, y ten el valor de mirar dentro, de escuchar el sonido de tu corazón y de tu sentimiento. Eso es mucho más valioso que cualquier pensamiento. Utiliza tu miedo para ser valiente, ¿qué es lo que más te asusta? ¿lo tienes? Entonces, toma impulso y actúa. El coraje es una muestra de amor hacia nosotros mismos, y cuando el Universo lo ve en sus hijos, se pone tan contento que nos obsequia con doble ración de valentía, plenitud e iniciativa.

El coraje es la decisión de sustituir miedo por amor. Es la determinación que nos empuja a sobrevolar por encima de las limitaciones del ego y de las creencias que brotan de nuestra mente. El coraje nos da firmeza y dirección. Nos empodera.

Mostramos coraje cuando no nos dejamos manipular por los pensamientos limitantes, cuando elegimos amarnos incondicionalmente, cuando cuidamos de nosotros, cuando aprendemos a decir “no” y a establecer límites. Cuando, después de habernos escuchado, tomamos nuestras propias decisiones estamos teniendo coraje. Cuando somos responsables de nuestras necesidades, las nutrimos y atendemos, tenemos coraje. Cuando nos negamos a ser manipulados y a que nos arrastre la corriente, cuando nos permitimos sonreír, brillar y confiar estamos siendo valientes. Cuando decidimos que son mejores las gracias que las quejas, tenemos coraje. Cuando, pese al miedo, entramos en el túnel de nuestras sombras, tenemos coraje. Cuando nos atrevemos a decir “no lo sé”, “necesito ayuda”, “me he equivocado”, entonces, mostramos coraje. Cuando decidimos que la felicidad es una actitud y nos empeñamos en ser felices, somos coraje. Atrevernos a ser vulnerables esconde una gran cantidad de valentía y de coraje. Cuando deja de asustarnos lo que sentimos, cuando le decimos a la vida que estamos dispuestos a vivirla y cuando elegimos creer en nosotros mismos, somos valientes más allá de toda medida.

El coraje nos libera de la esclavitud del miedo, nos despierta, nos conecta a esta experiencia, nos hace sentir que formamos parte de ella, nos da libertad, poder y dicha. No dejemos que el miedo pueda, no dejemos que nos someta. Despertemos nuestra versión valiente para así poder vivir de otra manera.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Morgan Baudusseau

Morgan Baudusseau




LA VERDAD

¿Cuál es la verdad? Depende. De qué depende. De la cantidad de respeto y de amor que te proceses. De eso depende. ¿Es verdad que la vida es difícil? Sí. ¿Es verdad que la vida puede resultar muy sencilla? Sí. ¿Es verdad que Dios existe? Sí. ¿Es verdad que Dios no existe? Sí. ¿Es verdad que no puedes? Sí. ¿Es verdad que puedes? Sí. ¿Es verdad que existe el mal? Sí. ¿Es verdad que solo existe el bien? También. Y así, podríamos conocer el infinito.

¿Entonces? La realidad es que todo es verdad, y todo puede ser mentira. La verdad solo es aquello en lo que creemos, es el lugar donde depositamos nuestra fe. Todos los seres humanos disponemos de libre albedrío. Siempre, y en cualquier momento, tenemos libertad para elegir qué pensar, en qué creer y en qué no creer. Es un poder que nadie, jamás, nos podrá arrebatar, pero también es una importante responsabilidad porque nuestra creencia es la base de nuestra capacidad para crear. El Universo es mental, y aquello en lo que yo creo, no solo es una verdad sagrada para mí, sino que también es lo que voy a manifestar.

Muy probablemente, lo que para mí es verdad, para ti puede ser mentira. Aquello en lo que tú crees, puede ser opuesto a aquello en lo que yo creo. A lo mejor, tú crees que la vida es fácil y maravillosa, a lo mejor, yo creo que la vida es muy difícil y que me obliga a sufrir y a padecer. Ambas creencias son verdad pero también son mentira. Mi soberbia me dirá que eres tú quien se equivoca porque con mis propios ojos puedo ver que la vida es cada vez más complicada, sin embargo los tuyos, tus ojos, lo que ven no es lo que yo veo, porque tus ojos solo ven aquello en lo que tú crees.

¿Qué es verdad y qué es mentira? Da exactamente igual. Lo importante no es saber cuál es la verdad, lo fundamental es reconocer los sentimientos que nos provocan aquello en lo que tanto creemos. Sea verdad o sea mentira. Lo importante es que nos hagamos conscientes de las consecuencias que tienen nuestras creencias, no solo en la vida externa, sino también en la interna.

Creer que la vida es difícil, a mí me hace sentir muy mal, despierta sensaciones de cansancio, de lucha y de defensa. Entonces, ¿por qué sostengo esa creencia? ¿para qué me sirve? Dispongo de libre albedrío, y sea verdad o falsa, la realidad es que creer que la vida es difícil no me ayuda, me tortura.

Mi verdad es la verdad que veo manifestada, dentro y, por supuesto, fuera. Por eso, debemos revisar nuestras creencias más sagradas y preguntarnos en qué nos están ayudando, para qué las sostenemos y a qué realidades nos conducen. Siempre podemos modificar nuestras verdades y adaptarlas hasta ser capaces de creer solo aquello que nos hace bien, aquello que despierta en nosotros grandes sensaciones.

Revisemos los sentimientos que generan nuestras creencias. Si son de miedo, convirtamos verdades en mentiras. Si son de amor, entonces, adelante.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Fares Nimri

Photo by Fares Nimri


SANTA

Más allá de mis creencias, que como tales no son nada relevantes, la Semana Santa siempre supone para mí un tiempo de introspección y de reflexión, que me invita a traducir la simbología de este momento para, después, adaptarla a mi vida y a mi proceso personal.

La introspección surge al dar espacio al silencio, cuando escucho y atiendo lo que siento y cuando mi acción es pasiva, y por tanto, receptiva. A mí, la Semana Santa me habla de muerte interior, de la necesidad de dejar ir todo lo que me hace daño, los pensamientos y las creencias de miedo, que me juzgan, que me limitan, que me encadenan y que me dirigen al sufrimiento. Me pide limpieza y me invita a renacer a una nueva forma de vivir, más responsable, más consciente e inocente, más alineada con lo que mi corazón siente. Para mí, la Semana Santa es un tirón de orejas para que deje de preocuparme, para que confíe y me entregue; es una vocecita interior que me dice: ¿Cuántas muertes necesitas para vivir plenamente?

¿Cuántas veces necesito creerme el miedo para darme cuenta de que soy lo opuesto? ¿Cuánto tengo que juzgarme para descubrir que soy inocente? ¿Cuántas penitencias hasta darme cuenta de que mi único pecado es el de haber creído que existe el pecado? ¿Cuánto sufrimiento para darme cuenta de que puedo y debo vivir como quiero? ¿Cuántos “no puedes” hasta asumir la responsabilidad de que si quiero, sí puedo? ¿Cuánto rechazo para elegir, de una vez por todas, quererme?

A mí, la Semana Santa me recuerda que la salvación está dentro de mí, y más importante aún, que esa salvación depende de mí. Depende de lo que elijo creer, depende del lugar desde donde elijo vivir, y del respeto y del amor que tengo hacia mí. Depende de que nunca deje de confiar; y de que no vuelva a juzgar. Depende de lo comprometida que estoy con mi plenitud y con mi capacidad para amar.

A mí, la Semana Santa me da esperanza, me ayuda a recordar que a cada momento dispongo de una nueva oportunidad. A mí, la Semana Santa me incita a darte las gracias por estar ahí, y a desearte, de corazón, una muy feliz Pascua de tu resurrección.

Feliz presente,

Almudena Migueláñez.

Photo by Kazuend

Photo by Kazuend